Entre el amplio abanico de aspectos que caracterizan una prisión, probablemente de cualquier país europeo de principios del siglo XXI podemos citar, por ejemplo, la diversidad lingüística.
Cada día, intento saludar a cada preso en su lengua. Me parece un signo de respeto y simpatía hacia cada uno de ellos.
En otros ámbitos y circunstancias puede ser una inmejorable oportunidad para promover el multilingüismo.
En las calles de nuestro país se hablan muchas lenguas.
Y tenemos que hacer todo lo posible, para que, además de garantizar el pleno conocimiento del catalán, del castellano y del inglés al acabar la educación obligatoria, los niños y niñas que tienen otra lengua familiar también la puedan leer y escribir. Eso no sólo es un signo de respeto hacia ellos y sus familias, sino que, además, permite disfrutar de las ventajas competitivas de una sociedad multilingüe. Una sociedad, en la cual, todos dominan el catalán, el castellano y el inglés. Y, en la cual, muchos de sus ciudadanos y trabajadores activos conocen también una o dos lenguas más (como lenguas nativas), entre las que hay algunas tan habladas como el chino mandarín, el árabe, el urdú... o lenguas europeas como el italiano, el francés, el alemán, el polaco, el rumano...
Cada día, intento saludar a cada preso en su lengua. Me parece un signo de respeto y simpatía hacia cada uno de ellos
Indudablemente, todo ello también comporta, además, mejores oportunidades económicas, pues puede facilitar las relaciones comerciales, la atracción de turistas, la captación de inversión extranjera, la inversión de capitales autóctonos en otros lugares del mundo...
Y finalmente, esta diversidad lingüística también es oportunidad para que todos los niños del país tengan un acceso próximo a otras lenguas, a través de sus compañeros de escuela o con la realización de actividades extraescolares, que también estén pensadas para facilitar el aprendizaje de una cuarta lengua.
Aprovechemos todas las oportunidades que se deriven de la riqueza de nuestro país y de nuestra sociedad.