Lo más destacable del acuerdo entre Junts y PSOE para la elección de Francina Armengol como presidenta de la mesa del Congreso —por nuevo e importante— es la discreción con la que han actuado los independentistas y el método de pagar por adelantado. Se esté más o menos de acuerdo con el conjunto de decisiones que ha tomado el tándem Puigdemont-Turull desde que el president y el secretario general de Junts se conjuraron para salir adelante, es innegable que este partido tiene una agenda política. Una estrategia que les permite resistir la presión externa e interna y, como se ha visto ahora, imponer el orden y la discreción necesarios para evitar ruidos internos que perjudican la imagen, y filtraciones externas que debilitan la posición del partido. Basta con ver la reacción torpe de numerosos cargos de Esquerra, así como de opinadores de su entorno para ver que esta partida Junts la ha jugado bien. Veremos cómo acaba, no hay que precipitarse, pero comienzan el curso político en buena forma.
Antes de entrar en el contenido del acuerdo, quiero explicarme más sobre por qué digo que la reacción de algunos es torpe: porque no es más de lo mismo que se había hecho hasta ahora. No verlo, no entenderlo puede ser un problema de cara al futuro. Junts no pacta con el PSOE para aguantar un gobierno de izquierdas en España porque “¡ay, que si no vendrá la derecha!”. Junts no pacta con el PSOE para tener más cuotas de poder, que a veces parece que ni le importe. Junts pacta la agenda y cobra por adelantado. Y no es la agenda de las izquierdas que ha defendido Rufián en los últimos cuatro años y que ha supuesto un batacazo electoral importante para su partido. Es la agenda nacional, que es donde —al menos en teoría— debería moverse siempre el independentismo. Esto es nuevo en relación con los últimos años en Madrid. Es distinto. Y, si no se puede decir que ya ha obtenido resultados —positivos para el país, si se logran—, no puede negarse que ha provocado acciones políticas inmediatas. No reconocerlo les resta. Porque, además, no estamos hablando de la investidura de un presidente del Gobierno. Estamos hablando de un acuerdo para votar a la presidencia del Congreso que, también como novedad, según han dicho, va totalmente desligada del debate de investidura. En este elemento también encontramos un mérito de los negociadores de Junts, puesto que el acuerdo les permite hacer dos cosas a la vez: pactar con Madrid para obtener acciones políticas inmediatas y, también, mantener una postura de máximos para la negociación futura.
El acuerdo les permite hacer dos cosas a la vez: pactar con Madrid para obtener acciones políticas inmediatas y, también, mantener una postura de máximos para la negociación futura
De lo que han explicado del acuerdo, existen dos compromisos importantes para Cataluña: catalán, lengua oficial en la UE y lengua de uso en el Congreso; y dos compromisos arriesgados para el Estado: comisión de investigación de los atentados del 17 de agosto y Pegasus. No podemos echar las campanas al vuelo y sería bueno no caer en la euforia (uno de los errores clásicos del catalanismo), porque el Estado es un depredador y sabe defenderse. Pero la carta a la UE se ha mandado y el discurso de Armengol se ha dicho. Veremos…
Que el gran acuerdo sea sobre la lengua es muy importante. En Cataluña la lengua es el elemento identitario básico, es el nervio de la nación. Todo lo que sirva para protegerla, fortalecerla, prestigiarla y darle reconocimiento es bueno. Y necesario. Con la de campañas en favor del uso de la lengua y por el reconocimiento del catalán en Europa que hemos hecho, tanto desde las instituciones como desde la sociedad civil, sería patético no atender esta oportunidad con empuje e ilusión. Porque la carta del ministro para reformar el reglamento 1/58 de la UE es un gesto importante, nunca se había llegado tan lejos, pero es el primer paso de un largo y exigente camino que de entrada pide la unanimidad de los estados. Habrá que empujar fuerte. Junts tiene agenda.