"Es hora de una propuesta inclusiva de solución del conflicto político y que permita que a la ciudadanía de Catalunya se la trate como mayor de edad". Nadie insulta tan bien como el president Aragonès. Estamos asistiendo en directo al enésimo intento de ERC de borrar, como mínimo, sus últimos diez años de trayectoria. Los suyos y los nuestros. Prometernos hoy un trato de mayores de edad es, de entrada, admitir que hasta ahora no se nos ha tratado como tal. La mayoría de los que hoy han convertido el olvido del "procés" en su proyecto político estuvieron en cada mesa de debate, en cada pacto de gobierno, en cada mesa para el proceso constituyente y en cada chiringuito por el derecho a decidir donde, teóricamente, se hacía alguna cosa por la independencia. Si hasta ahora no se nos ha tratado como adultos, incluso los que ahora quieren tratarnos como tal son responsables.
Catalunya vuelve al Artur Mas del año 2012 porque las clases políticas independentistas no entienden el independentismo como un vehículo político para la liberación nacional. Lo entienden como una tartana para negociar el invento que a cada momento les parezca idóneo para curar las heridas que nos inflige la dominación española. La independencia no es un objetivo, es una navaja suiza con la que juegan para modular qué pueden sacar de España sin perder Catalunya. Es un equilibrio, un tira y afloja, un quiero y no puedo mesurado en que se tiene que ser lo bastante astuto para preservar el nicho de credibilidad electoral que te permite seguir jugando mientras niegas los fracasos de los que te han precedido.
Estamos asistiendo en directo al enésimo intento de ERC de borrar, como mínimo, sus últimos diez años de trayectoria
Es eso lo que hace ERC cuando se aprovecha del sector más chiflado del independentismo y del espectáculo del homenaje a los muertos el 17-A. Es lo que hace el president Aragonès cuando habla de una "vía amplia que incluya a aquellas personas que creen que los conflictos políticos se resuelven deliberando, escuchando y tomando decisiones en las urnas". Se nos pide desmemoria para borrar que los chiflados están ahí porque se llevó emocionalmente a la ciudadanía al límite sin ninguna contrapartida, y se nos pide redención por si la desmemoria no hace suficientemente bien el trabajo de eximir de responsabilidades a los culpables. A cambio, ERC nos ofrece enmascarar el conflicto con ademán serio para mantenernos lejos de la vergüenza de Junts, el antagonista perfecto una vez destapada la estafa anterior.
ERC batalla contra un muñeco de paja porque en la derecha catalana no queda nadie con fuerza para rebatir aquello que ERC pretende obtener renunciando a la independencia. En la derecha catalana ni siquiera queda alguien con la fuerza para pronunciar la palabra "derecha". Junts no puede luchar contra la estrategia de la negociación y la vía amplia porque no tiene nada propio y diferente a ofrecer al país que no pase por el mismo ojo de aguja. La ampliación del aeropuerto y los Jocs Olímpics de invierno fueron los más claros de los ejemplos que todo aquello que les sirve para marcar perfil parte del mismo estercolero, con la mala suerte que les toca cargar con la pegatina de tarados por haberse abrazado a la retórica más de la cuenta y haber sido los últimos en abandonar el barco. Ahora, Junts no puede ni aferrarse a los personalismos que construían su proyecto político porque Laura Borràs es una zombi y Carles Puigdemont está desaparecido. Los bramidos de los furiosos que acompañan a la expresidenta del Parlament serán el único discurso que reciba al electorado juntero hasta que en Junts no acepten que si quieren competir por las migas, les tocará competir mejor.
Junts no puede luchar contra la estrategia de la negociación y la vía amplia porque no tiene nada propio y diferente a ofrecer
ERC cepilla memorias con el rastrillo de la vergüenza, la mayoría de edad y los proyectos políticos maduros porque hacerlo es la única manera de consolidar su papel protagonista en esta fase del tira y afloja. La "vía amplia" les garantiza electoralmente estar en la posición de cuidarse los años de resentimiento y de olfatear pedos de convergente hasta que todo lo que les llevó a formar gobierno —también esta última vez— sea recordado como una ensoñación difusa. Junts llega tarde a la partida porque sabe que, si la juega, habrán sido en vano todos los cambios de nombre con que ha intentado reaprovechar los votos de un espacio que ya no existe. Hasta ahora, eso los ha dejado en la humillante situación de ser carnaza para el partido a quien durante años utilizaron como criada y lo peor es que no lo han hecho porque se creían la independencia: lo han hecho porque no tenían nada más.