La dirección de Junts per Catalunya tiene pánico a lo que pueda pasar en la próxima consulta de los días 6 y 7 de octubre. Y es que muchas personas del partido podrían perder su trabajo en el actual contexto de crisis del gas y de los alimentos. Entre trescientas y quinientas familias, según las estimaciones internas, dependen de los sueldos que se ingresan gracias a la colocación en la Generalitat autonómica. Pero lo que es aún más grave, es que sin esa fuente de financiación inconfesable pero vital, un partido de masas como Junts hoy no es financieramente viable. Más aún cuando debe mantenerse alerta, permanentemente enfrentado al partido siamés que ya ha decidido gobernar contra sus compromisos públicos, Esquerra Republicana. El partido del otro lado del espejo está militarizado y domina la inmensa mayoría de los medios de comunicación públicos y privados. Y ha decidido seguir adelante sin mirar lo que deja detrás, como Lot, salvándose de la destrucción de Sodoma y Gomorra, que es así como interpretan la actual política catalana.
Si Junts tuviera confianza en sus bases, hoy no estaría paralizado por el pavor, no actuaría de forma desesperada y tímida. Aunque algunas fuentes interesadas dicen que los partidarios de Laura Borràs y de Carles Puigdemont son partidarios de abandonar el gobierno de coalición, no parece lógico que puedan acabar materializándolo y a la vez, mantener el acuerdo de gobierno con el PSC-PSOE en la Diputació de Barcelona, otra fuente indispensable de financiación partidaria. Si la dirección actual de Junts confiara, de verdad, de verdad de la buena, en las bases y sus votantes, simpatizantes y asimilados, abriría inmediatamente las urnas a cualquier persona que quisiera participar. Lo hemos visto muchas veces, todo tipo de partidos, cuando les interesa, abren las urnas a la participación de todos los que quieran acercarse al partido.
Si Junts per Catalunya pero sin Catalunya, si Junts por el pueblo pero sin el pueblo, fuera capaz de confiar en el populacho, en la temible masa, podría acoger, así, a los votantes descontentos de Esquerra, de la CUP, del PDeCat y otras formaciones. Podría aspirar a recuperar, incluso, a los más de 700.000 votos huérfanos de que quedaron perdidos en la nada. Podría ganar por KO a Esquerra. El resultado de la consulta sería el que todo el mundo espera, pero la formación que dirige Jordi Turull ganaría legitimidad y confianza. Sería la primera vez que se permitiría, desde el Primero de octubre, que el pueblo de Catalunya pudiera volver a votar y a opinar. Sería radicalidad democrática y no lo que propone Albert Batet. Y algo más importante. Demostraría que la famosa lista cívica, la única que tiene posibilidades reales de dar la vuelta al actual panorama político independentista, debería ser la lista de Junts. Proyectando a primera línea nuevos liderazgos que estén dispuestos realmente a sacrificarse personalmente por la independencia de Catalunya. Nadie de la actual dirección de Junts per Catalunya está dispuesto a ello y es una opción muy legítima. Pero precisamente por eso, para esa opción legítima, no sirven, ninguno de los actuales, para enfrentarse al Estado español.
maginaos lo que supone independizar Catalunya sin la gente. No solo es imposible: también es mentira
La que empezó como la revolución de las sonrisas ha acabado convirtiéndose en la revuelta, en la pequeña queja, en el ruido de porcelana. Las chicas y chicos de porcelana, ya lo explicó Pau Riba, no aguantan demasiado los golpes. Y es que no se puede hacer una revuelta, ni siquiera el motín del Caine, ni el del Bounty sin la gente. Ahora imaginaos lo que supone independizar Catalunya sin la gente. No solo es imposible: también es mentira. Sin contar con la gente de verdad, todo lo que puedan decir los políticos independentistas será papel mojado, será teatro, será un profundísimo clasismo. Dicen algunos historiadores, de los mejores, que la revolución francesa pudo evitarse con cuatro buenas reformas, con una tímida transformación, con un mínimo de empatía. Al menos habiendo conseguido que el pueblo no pasara hambre, que no se sintiera humillado y avergonzado en la miseria mientras la aristocracia vivía la dolce vita. Al final lo perdieron todo porque no estuvieron primero dispuestos a compartir nada.
Porque el gran problema, excelencias, del independentismo de Junts, de Esquerra, de la CUP y del PDeCat, es el clasismo y la creciente distancia con el pueblo. Con quienes no son nadie. Ayer se cumplieron cinco años que Su Majestad el Rey se dirigió sólo a los españoles, a la gente de bien y de provecho, a los partidarios de la España Grande dentro de su rica multiplicidad y diversidad folclórica. A la inmensa mayoría. Cómo corresponde. A quienes son alguien o se creen que son alguien.
El Rey, con toda razón, no tuvo ni una sola palabra para los más de dos millones y medio de sediciosos que nos levantamos, tozudos, y votamos por la independencia de Catalunya. Da igual que seamos dos millones y medio o los treinta y seis millones y medio de todos los súbditos con derecho a voto. Seguimos sin ser nadie. ¿O es que alguien le pregunta al perro de casa su opinión? Responde solo cuando te pregunten, idiota. Los inferiores solo debemos votar cuando se nos permite. Cuando se nos pregunta si queremos el partido único o el partido único algo bajo en calorías. Si queremos el PSOE o PP, PP o PSOE que son dos versiones muy conseguidas de la misma mentira. A la gente es necesario tenerla controlada siempre. Y entretenida. Lo dijo Eva Granados, del PSC-PSOE, el 12 de septiembre de 2019: “La ciudadanía no debe dirimir sobre la independencia. La solución a tan importante cuestión no la podemos dejar en manos de los ciudadanos sino de los políticos”.
Cómo los criados de todas las casas con criados sólo tenemos que hablar cuando se nos pregunta. Solo debemos estar en determinados lugares si podemos servir a los señores. “Aquí ya no hacemos nada, volvamos a casa” dijeron sobre las once de la noche Jordi Sànchez y Jordi Cuixart a los concentrados ante el Departamento de Economía el 20 de septiembre de 2017. Cuando ya no te necesitan te echan, ya sea de una fábrica multinacional o del servicio de la reina de Inglaterra, una vez muerta la corona ya no necesita tanto personal. Quienes no somos nadie, solo debemos mover las manos para aplaudir o para trabajar. Solo tenemos que hablar o silbar cuando se nos dice que lo hagamos. Mientras tanto, debemos mantenernos sumisamente dóciles y distraídos, sin participar realmente en política ni entender nada, que es un empleo de señores importantes. Solo tenemos que votar por agradecimiento a los que nos mandan y pare usted de contar. Gracias a los señores importantes nuestra sociedad va tan y tan bien. Y los que la criticamos estamos directamente mal de la cabeza. En realidad esta es una lectura absurda, subversiva, escrita por un muerto de hambre, por un obeso pretencioso que ni siquiera tiene un trabajo de verdad. Este artículo se dirige a los disconformes y descontentos, críticos y maleducados, molestos, gentuza, que solo piensa y razona para hacer daño, para contestar, para discutir el orden establecido. Los que pensábamos que hacíamos una revolución y solo era un simulacro. Una independencia proclamada e inmediatamente suspendida después para siempre jamás.