JuntsxCat cerró este domingo 27-O su congreso, no por casualidad, siete años después de la votación en el Parlament que proclamó unilateralmente una independencia que quedó en el ámbito de la mera declaración. Una declaración coetánea a la aprobación de un insólito 155 por el Senado, con los votos de PP y PSOE, que de una forma desproporcionada disolvió la cámara catalana, cesó su Govern y abrió un ciclo represivo que continuó el 30-O con una querella criminal de la Fiscalía General del Estado que muy pocos días después llevaría a prisión, con carácter preventivo, a buena parte de aquel gobierno (el vicepresidente Junqueras, los consellers Turull, Rull y Forn, la consellera Bassa, y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell), mientras que el president Puigdemont, los consellers Comín y Puig y la consellera Ponsatí se zafaban de esa situación por haberse exiliado antes de decidirse su arresto.
Este inicio nos hace entender como este congreso, pese a decidirse en él una línea renovada que pretenderá la independencia pasando por darle previamente más fuerza al poder local y autonómico desde la centralidad y la transversalidad, no se puede entender sin la existencia de un proceso que converge en el plebiscito del 1-O de 2017 y en la votación parlamentaria del 27-O. Y tampoco se puede entender sin la represión, sin esa prisión sufrida por el reelegido secretario general del partido, Jordi Turull, o el actual president del Parlament, Josep Rull. O ese exilio de siete años ya, que sufre el electo presidente del partido, Carles Puigdemont, y su eurodiputado, Toni Comín, a los que el Tribunal Supremo rechaza aplicar la amnistía desde una interpretación jurídicamente inaceptable del delito de malversación. Tampoco sin la grave condena de prisión e inhabilitación que el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya pronunció contra la anterior presidenta del partido, Laura Borràs, que presidirá la fundación Fundem después del acuerdo con Demòcrates, por un supuesto fraccionamiento de contratos públicos que tampoco soportaría un análisis jurídico-penal correcto.
Distintos observadores presentes en este congreso coinciden en destacar i) que el liderazgo de Puigdemont es claro, comúnmente aceptado y sirve de elemento de cohesión a una organización plural y transversal, ii) que la moral de victoria, pese a estar ausente de los principales gobiernos locales y del gobierno nacional catalán, es elevada, frente a la implosión de ERC y la CUP y iii) que Puigdemont y una muy gran mayoría de los juntaires optaron por una organización militante, dirigida a la ejecutividad y a la operatividad. Las candidaturas a los órganos de dirección desecharon, en este sentido, las listas abiertas.
Puigdemont anunció la necesidad de que Junts compita directamente con el gobierno del PSC de Illa
Pero en este superior grado de cohesión no irrumpió la pluralidad que es esencial a esta fuerza catalanista y que incluso se potencia ahora. Por un lado, incluyendo en el conjunto organizativo importantes fuerzas municipalistas (Impulsem Lleida, Impulsem Penedès, JuntsxIgualada o JuntsMartorell) con el objetivo de ser primera fuerza en poder local después de las próximas municipales de 2027. Por otro lado, combinando la integración del espacio humanista y personalista de los Demòcrates de Catalunya de Antoni Castellà, sucesores de la UDC fundada por Carrasco i Formiguera en 1931, con la continuidad de los tres sectores reconocidos (de izquierdas, liberal y socialdemócrata) que tiene acceso directo a la ejecutiva. Este pluralismo ideológico determinó una transacción que impidió la propuesta de derogación de los impuestos de sucesiones y patrimonio.
Más allá de este carácter militante y operativo, de esta organización bajo un liderado y una dirección fuertes y definidores, y de esta pluralidad transversal en la búsqueda de la centralidad, de ser el core o pal de paller del país, Puigdemont anunció la necesidad de que Junts compita directamente con el gobierno del PSC de Illa e intente construir puentes y estructuras de sociedad civil comunes con ERC, pues probablemente es muy cierto que la competitividad entre nacionalistas le hizo mucho daño al soberanismo y que existen decenas de miles de votantes y simpatizantes de ERC que pueden transitar al voto y a la simpatía juntaire.
Sin duda, JuntsxCat, dramáticamente ausente del Govern de la Generalitat y del poder local de todas las diputaciones y de los principales gobiernos locales del país mediterráneo, debe transitar un largo camino hasta la reconquista de estos poderes local y autonómico. Deberá demostrar que tiene soluciones acertadas para los principales problemas de Catalunya, entre ellos la coexistencia entre la inmigración y la integración social entre catalanes de origen y de residencia. Y deberá saber usar las herramientas institucionales, pero sin olvidar el objetivo que le da sentido a su existencia y al liderazgo de Carles Puigdemont, que no es otro que el reconocimiento del derecho a decidir de la ciudadanía catalana y la posibilidad de ejercerlo libremente. Illa ya tiene enfrente una propuesta que parece competitiva.