Hace unos días vi en el Netflix español una entrevista que le hicieron a Steve Jobs en 1995, justo antes de volver a entrar en Apple. La entrevista se centra en los orígenes de la marca y en los motivos que llevaron al genio a triunfar, primero, y después a perder el duende hasta el punto de ser expulsado de su propia compañía.
Es una entrevista que sería bueno que miraran los políticos de ERC y de CDC. Cuando fue grabada, Apple perdía dinero a raudales y estaba a punto de cerrar después de haber contribuido a revolucionar el mundo de la informática. Jobs cuenta que el elemento decisivo en el éxito o el fracaso de un producto es si aquellos que lo ejecutan entienden bien o mal la idea que quiere representar.
No reproduciré la entrevista entera, pero hay un pasaje que me parece fundamental. El creador del iPhone alerta de que las compañías suelen hundirse cuando intentan institucionalizar el triunfo de algún producto que les ha dado mucho dinero. Un error típico de los empresarios, dice, es que creen que podrán recuperar la magia de una creación exitosa reproduciendo punto por punto el proceso que la ha llevado a triunfar.
El problema, cómo explica Jobs, es que el éxito de un producto no depende tanto del talento de los gestores, ni de la excelencia de las condiciones técnicas y del mercado, como de la profundidad con la que es capaz de concretar y representar el espíritu de la idea que lo ha originado. Lo que importa -y esta es la dificultad- es el "por qué" de aquello que pones en venta. La clave del éxito es que aquello que podríamos llamar el alma del producto se encarne en todos los detalles de la fabricación.
"IBM -explica el creador del Ipad- tenía los mejores procesos empresariales del mundo pero se olvidó el contenido, y eso mismo le pasó a Apple a partir de un momento dado". Jobs pone como ejemplo los problemas que tuvo para fabricar el primer ordenador. Dice que él y su socio ficharona trabajadores de Hewlett Packard que eran muy buenos pero que no entendían el tipo de máquina que él quería fabricar.
"Me harté de pelearme con técnicos que me gritaban que nos costaría cinco años fabricar un ratón y tendríamos que vender a un precio de 300 dólares la unidad", recuerda Jobs. Al final el genio de Apple cogió a un amigo que conocía de los primeros tiempos, cuando experimentaba en el garaje, y consiguió tener un ratón en noventa días, al precio de 15 dólares cada uno.
Cuando escuchas Jobs es imposible no pensar en CDC y en la ERC de los últimos meses. Te das cuenta de que, en el fondo, Mas no entendió el 9-N porque sólo estaba copiando aquello que había hecho la gente al margen suyo durante el 2009 y el 2010. A Mas no le ha cortado la cabeza la CUP, se la cortó él solito intentando utilizar una idea que no era suya para salvar a su partido y su buena conciencia.
Si Mas hubiera querido que el 9-N funcionara, habría confiado en las personas que crearon las condiciones que activaron el independentismo entre el 2009 y el 2011. Pienso en Anna Arqué, por ejemplo, que fue una de las cabezas visibles de las consultas y que nunca he visto que abandonara la idea del referéndum de autodeterminación, ni siquiera cuándo Reagrupament y la Solidaritat de López Tena la cagaron reivindicando la DUI.
El referéndum es una máquina de moler partidos porque es imbatible. Encarna la expresión de un pueblo que ha esperado más de tres siglos que Europa se pacificara y que la guerra se civilizara para volver a luchar por su libertad y por la de todos los pueblos oprimidos del continente. Probablemente algunos intentarán convertirlo de nuevo en una tabla de salvamento. Pero se puede hacer. Sólo necesitas a las personas que lo saben hacer porque ya lo han hecho y porque creen que se tiene que hacer con tanta intensidad, que, como le pasaba a Jobs con sus productos, se concentran en las soluciones y no en los problemas.
Nosotros somos un país que convertimos las piedras en panes. Si hicimos la Revolución Industrial con Barcelona ocupada y amurallada, cómo no vamos a poder hacer un referéndum de autodeterminación en esta España corrupta y gordinflona, y esta Europa vieja y perdida?