Sarrianencs i sarrianenques,
No soy hijo ni vecino de vuestro maravilloso distrito, pero soy lector de vuestro mayor ilustre escritor, por eso sé que Sarrià no es un barrio, sino una villa con casi mil años de historia. Soy uno de aquellos vecinos de Barcelona que no va a Sarrià, sino que sube, como tiene que ser, ya que un día a la semana ejerzo una de mis ocupaciones laborales haciendo de entrenador en un polideportivo situado junto a la plaza Artós. En las últimas semanas, sin embargo, me ha salido otro trabajo en vuestra zona: ser el jefe de gabinete electoral de J.V. Foix, al cel sia. Después de unas elecciones generales hace un año, unas autonómicas hace un mes y unas europeas hace una semana, a los vecinos de Sarrià todavía os queda depositar vuestro voto en las elecciones más importantes que afrontaréis en este 2024: el proceso participativo para escoger el nombre de la nueva biblioteca de Sarrià-Sant Gervasi, donde J.V. Foix compite con Núria Pompeia, Emili Teixidor y Carme Serrallonga.
Los tres nombres tienen su valía, pero de verdad hay alguien que cuando suma los conceptos 'letras' y 'Sarrià' en su cabeza piensa en ellos antes que en J.V. Foix? Exigir más bibliotecas con nombre de mujer es una reivindicación lícita y necesaria, pero en una ciudad que bautiza equipamientos culturales al si l'encerto l'endevino, llamando García Márquez en una biblioteca situada en un barrio donde el autor de Cien años de soledad nunca puso los pies, dudo de que nos podamos permitir tener una biblioteca en Sarrià que no lleve el nombre de su intelectual más importante, aunque naciera con un rabo entre las piernas. Como los cuatro aspirantes ya hace años que crían malvas, Betevé no ha podido organizar un debate electoral a la altura de la ocasión presentado por Eva Arderiu, por eso no me queda más remedio que escribiros, especialmente a los que os estáis planteando la abstención, y pediros que votéis.
Votad por apoyo a la cultura y por confianza en la democracia, pero sobre todo, votad por amor a Sarrià. A el Sarrià de hoy y a el Sarrià de ayer, el de vuestros abuelos o bisabuelos, el de las fotos en blanco y negro y, también, el de las fuentes de aguas medicinales. Votad por aquel Sarrià desaparecido, porque en una biblioteca se puede reunir toda la sabiduría del mundo habida y por haber, pero tenéis la oportunidad, vosotros, que en su nombre haya también la memoria de vuestras calles. Eso es la literatura, a veces: traducir en palabras unos flashes pretéritos, sea en forma de la cicatriz en la pierna de aquella caída en bicicleta cuando erais pequeños o del billete de ferrocarril que tenéis todavía enmarcado en casa, correspondiente a aquella primera vez que bajasteis a Gracia para conocer en una primera cita a quien sería el amor de vuestra vida.
Votáis por estos recuerdos, y si lo hacéis, estaréis votando por J.V. Foix, ya que antes de poeta, sobre todo fue un sarrianense obsesionado por preservar la vida de la villa. La que fue y ya no es. La que añoráis y ya solo podéis encontrar en sus textos. El día que Sarrià dejó de ser Sarrià, por ejemplo, "la vila tenia quatre mil nou-cents vuitanta-set habitants, burots als quatre punts cardinals, algutzir i nunci de trompeta amb crides diàries", según escribió el pastelero más famoso de las letras catalanas en un artículo en Oriflama. De eso que describe hace a duras penas un siglo y pico, pero todo ha cambiado mucho. Hoy, por ejemplo, ya no hay señores con una corneta recordándoos que votéis, y ni siquiera quedaría bien que yo me paseara por la calle del Pedró de la Creu gritando con un megáfono "Vo-teu-bi-blio-te-ca/ amb-nom-de-po-eta!" como si fuera un manifestante del 15-M. Ganas no me faltan, sin embargo, ya que pocos poetas tan universales como Foix hemos tenido en nuestra casa y pocos escritores catalanes del siglo XX fueron tan conscientes de lo que significaba escribir en catalán como lo fue él. Por eso se sintió atraído por el vanguardismo, pero a la vez fue consciente que la literatura catalana era una cosa todavía demasiado tierna, y que para fortalecerla no había que perder de vista los clásicos. Saber de dónde se viene para tener claro hacia dónde se quiere ir.
Y así, desde una buhardilla del negocio familiar, con la mirada puesta en la calle Gran, aquel hijo del pastelero más famoso de la villa se dedicó durante décadas a su propósito: "saber narrar en llenguatge vigorós/ deler i desig, i plaers, i sense esforç/ rimar bells mots amb el ritme dels cors". Quizás aquellas bellas palabras os han parecido siempre difíciles, rígidas o herméticas, sí, pero creedme, la de Foix es la obra de alguien que decidió escribir, en una lengua prohibida, dedicándose en cada texto a "saber sofrir sense llanguir", però sobretot a "amar sense esperar". Por suerte no todo son versos, sin embargo, como demuestra el artículo de Oriflama del cual hablábamos antes y que desenterró del olvido hace semanas mi querido Joan Safont, miembro también del equipo de campaña. Más que un texto, se trata de una especie de puerta mágica de Doraemon a 1921, en aquella calle Gran donde "hi havia tres flequers, un cansalader, tres apotecaris, un fideuer, un xocolater, un herbolari, un baster, un paraire, dos confiturers, un fuster, dos manyans, un espardenyer, un vetes-i-fils, un llauner, un graner, un plats-i-olles, tres o quatre adroguers amb cantonada pròpia" y, claro, "tres parelles de la Guàrdia Civil amb llurs cavalls".
Había todo eso que ahora ya no está, pero no había ninguna biblioteca como la que habrá ahora, por eso creo que llamándola J.V. Foix podéis conseguir, ni que sea simbólicamente, mantener viva el alma de aquel Sarrià auténtico que dentro de veinte, cincuenta o trescientos años los sarrianenses y sarrianenses merecen seguir teniendo presente. Sé que no os lo han puesto fácil, ya que los otros tres nombres propuestos son muy válidos. La pedagoga Carme Serrallonga, fundadora de la Escuela Isabel de Villena, único centro donde se impartían clases en catalán durante la posguerra; Emili Teixidor, reconocido narrador y fundador de la Escuela Patmos; Núria Pompeia, una de las primeras dibujantes e ilustradoras humorísticas del país. Candidaturas más potentes y disputadas que los argumentos en una asamblea de la CUP, pero guste o no a los fans de la corrección política en tiempo de wokisme, dudo de que ninguno de ellos haya conseguido escribir un verso hace décadas que ahora puede convertirse en materia, como si fuera su eslogan electoral de campaña pero escrito avant la lettre, ya que no hay nada más moderno que una biblioteca nueva con el nombre de un poeta nacido en el siglo XIX, por eso se tiene que llamar J.V. Foix. Porque seamos o no seamos de Sarrià, a todos nos exalta el nou y nos enamora el vell, y a la poesía, se entienda o no, hay que hacerle siempre caso.