El domingo pasado, mientras miraba la final four de la Kings League en Twitch, pensé en Joan Fuster porque recordé que toda política lingüística que no hacemos nosotros, será hecha contra nosotros. Ni que sea sin la más mínima intención de hacer daño, quizás. Lo que está claro, sin duda, es que mientras me dejaba unas cuantas dioptrías intentando seguir el rastro de la pelotita en la pequeña pantalla de mi móvil, casi cien mil personas presencialmente en el Camp Nou y medio millón de espectadores desde sus casas estaban haciendo lo mismo que yo: ver un espectáculo de entretenimiento futbolístico pensado, creado y hecho en Barcelona pero en el cual la lengua catalana no tuvo presencia. Hace de daño decirlo, pero nunca en Catalunya, desde los tiempos del franquismo, había habido tantísimos catalanes juntos en un mismo lugar sin que se oyera oficialmente el catalán. Incluso en el último concierto de Bruce Springsteen en nuestra casa, el año 2016 y con el Camp Nou lleno, el Boss dijo 'Bona nit' o 'Enhorabona, culés', ya que aquella noche el Barça había ganado la liga.
Este no es un artículo contra la Kings League ni su creador, sin embargo, porque la culpa de todo quizás no es de mi querido Gerard Piqué. Él solo es un genio con grandes ideas y la capacidad económica para llevarlas a cabo. Después, sí, mira más por el bolsillo que por el corazón, como hacen todos los empresarios. También los que no aflojan nunca la mosca para hacer cosas grandes en nuestra lengua. Ahora bien, Piqué tiene el honor de ser el autor del vídeo de Youtube en catalán con más reproducciones de la historia, consiguiendo que millones de personas por todo el mundo oyeran el deje de nuestra lengua y, por lo tanto, conocieran su existencia. Mientras que los famosos de Escocia, Sicilia o la Bretaña solo utilizan su lengua en público para decir proverbios o frases hechas, uno de los mejores jugadores de fútbol del siglo XXI informó que se retiraba del fútbol y lo hizo en catalán, haciendo con normalidad lo que en cualquier otra nación sin estado sería impensable. Precisamente por eso, porque el mismo presidente de la Kings League demostró no hace ni cuatro meses que el catalán es una lengua normal, considero que lo que nos toca hacer no es señalar la Kings League, sino analizar el éxito, entender los mecanismos y aplicarlos a nuestra realidad lingüística.
La Kings League es un producto que fusiona la diversión de los videojuegos con el entretenimiento de los espectáculos deportivos americanos, pero cambiando el circo de lucha libre Pressing Catch por partidos de fútbol 7 a medio camino entre el torneo de 24h a la Festa Major de Falset y el partido de La Marató de TV3 con exjugadores barrigones quedándose sin aire después de hacer un sprint. La clave está a entender cómo puede ser que en España y los países latinoamericanos, donde históricamente los equipos de fútbol son sinónimo de identidad, fidelidad y pasión, lo haya petado tanto una liga sin rivalidades posibles porque solo juegan equipos con nombres y escudos inventados. Equipos, en definitiva, que no representan nada más que la pasión de sus presidentes: youtubers y streamers que evidentemente son personas con una identidad concreta, pero que sobre todo son referentes mediáticos para un montón de gente, especialmente jóvenes. Ídolos que molan, que entretienen, que hacen compañía y que dicen cosas tan populares que acaban colándose en nuestro día a día, consiguiendo que hoy, cuando alguien de Vilafranca quiere anunciar alguna cosa grande y suculenta a sus amigos, diga chillando "están pasando cosas...!" imitando el tono de voz de alguien de Vilanova i la Geltrú como Gerard Romero, creador de Jijantes FC y presidente del mismo equipo de la Kings League.
Hace más de quince años que trabajo de entrenador de fútbol sala y durante una pila de años fui también monitor de colonias y campus deportivos, y si alguna cosa sé es que los chavales imitan aquello que hacen sus referentes. Los humanos actuamos por mimetismo, ya sea chutando de una manera concreta las faltas, poniéndonos las medias por encima de las rodillas o chillando "siuuuu" a la manera de Cristiano Ronaldo, ni que sea diciéndolo después de hacer un triple jugando a baloncesto. Nos reflejamos en nuestros tótems, por eso un servidor lee unas cuantas páginas de El cuaderno gris de Josep Pla antes de escribir un artículo, y por eso es tan importante tener referentes mediáticos que hablen en catalán sin complejos. Cruyff no lo hizo nunca, pero le puso a Jordi a su hijo y consiguió que todos los jugadores españoles del Dream Team hablaran catalán, algunos perfectamente como Txiki y de otros más torpemente, como Salinas. En el Barça de Guardiola, directamente, los jugadores extranjeros tenían clases de catalán y Sylvinho, Henry o Touré Yayá acabaron haciendo ruedas de prensa en la lengua que Messi, desgraciadamente, nunca se ha dignado a utilizar.
Si madrileños como Míchel –entrenador del Girona FC- o la actriz Natàlia Sánchez han demostrado recientemente que en pocos meses puede dominarse nuestro amenazado idioma, ¿por qué no hay nadie invirtiendo esfuerzos en incorporar la lengua en el mundo de los streamers que lo petan en España, dado que todos viven en Catalunya o Andorra? Lo comentaba mi amigo Albert Lloreta el otro día y no puedo estar más de acuerdo. El mundo audiovisual contemporáneo es una olla donde los únicos ingredientes que importan son el marketing y la obsesión por la audiencia, pero donde el entretenimiento es innegociable. Casos como Merlí, el APM?, Críms y sobre todo Eufòria nos demuestran que sabemos entretener en catalán, pero son productos creados dentro del sistema de medios. Fuera del sistema catalán, exceptuando el milagro de La Sotana, todavía hay que hablar castellano para ganarse la vida, como demuestra Gerard Romero y su apuesta por Twitch después de años en Rac1. Fuera del sistema oficial, resulta que el mejor freestyler del mundo hispánico se llama Blon, es de Parets del Vallès y lee a Martí y Pol en la intimidad, pero hace rimas en castellano en la Red Bull Seríes delante de 15.000 personas porque en catalán nadie desde el mundo público, pero sobre todo privado, ha generado un circuito competitivo de rap improvisado.
Fuera del sistema, por lo tanto, gente como Ibai, TheGrefg, Kun Agüero o DjMariio seguirán hablando castellano mientras viven en Catalunya, ya que incluso catalanes como Spursito o los hermanos xBuyer también lo hacen. Si no tenemos músculo para montar mediáticamente, ni dentro ni fuera del sistema, una jarana como la Kings League solo con youtubers y streamers catalanes, ¿tan difícil es ser más humildes pero montar uno para que los streamers catalanes en castellano enseñen nuestra lengua a los primeros, ni que sea como una competición y de manera entretenida, poco académica y americanizada? ¿No sería genial que dentro de un año, en la media parte de la final four del Camp Nou, se oyera la lengua que hablan casi todos los jugadores que juegan, casi todos los trabajadores que han creado el acontecimiento y casi todo el público en el estadio? Si fuera de las pantallas el 95% de la gente habla catalán pero se pasa al castellano para llegar a más gente dentro de las pantallas, quizás conviene que introduzcamos de una manera nueva el catalán dentro de las pantallas si no queremos que algún día, dentro de unos años, nuestra lengua acabe siendo residual fuera de ellas que solo se use para decir proverbios y frases hechas. Quizás nos conviene, pues, hacer un poco más de caso a Joan Fuster y empezar a trabajar para que el universo mediático digital no haga, ni que sea sin quererlo, una política lingüística contra nosotros.