Cuando alguien se ve forzado a añadir el adjetivo al sintagma se retrata al evidenciar que hasta entonces el adjetivo brillaba por su ausencia. Más allá de formular una verdad que de tan simple te puede hacer parecer tonto, es bastante obvio que aquello que te propongas a la vida tendría que ser hecho con inteligencia. Lo contrario sería bastante incomprensible. Tanto como tener que preguntarte, como consecuencia, si hasta ahora tu confrontación —que nunca has explicado en qué consiste— ha tenido, siendo indulgente, poco de inteligente.
Aclarado este matiz semántico, haya sido pronunciado a propósito de enmienda consciente o inconsciente, sería de obligado cumplimiento aclarar el sintagma. Es decir, averiguar en qué consiste esta confrontación que, efectivamente, tendría que procurar ser inteligente (valga la redundancia) como todo en la vida.
Y aquí la incógnita adquiere otra dimensión. La desconocida. ¿En qué consiste esta confrontación como estrategia o a manera de modus operandi? Pues la verdad sea dicha, no lo sabemos. Y estaría bien saberlo cuando la verbaliza un líder político, aunque sea para poder contrastarla, bendecirla o rechazarla. ¿Se trata de una cuestión de actitud? Como quien lo formula no lo aclara, ni poco ni mucho, tendremos que procurar discernir si se trata —por ejemplo— de la actitud del president de la Generalitat confrontando con el Gobierno durante la pandemia. Aclaramos que fue una confrontación que nunca pasó de las palabras a los hechos y que consistía en ejercer de antagonista. Cada vez que el Gobierno tomaba alguna decisión, en plena crisis pandémica, el president aparecía para enmendarla y afirmar lo mal que lo hacían "los españoles". Incluso, desde un entorno bien próximo, alguien fue un paso más allá y resolvió la ecuación sentenciando "España mata". Y se quedó tan ancho como descansado. Devueltas las competencias, hemos descubierto que lo que mataba es el virus y que quien contribuía, en todo caso, era la incompetencia o la inconsciencia.
¿En qué consiste la confrontación, pues? ¿Cuál es su estrategia? Y sería de agradecer que fuera más allá de aquella pintada que había visto centenares de veces en las calles del País Vasco y Navarra que decía "Borroka da bidea-La lucha es el camino", con el matiz de que allí un sector de la juventud mantenía un enfrentamiento en las calles del País Vasco con dramáticas consecuencias, empezando por los jóvenes que se dejaban allí la juventud. Las prisiones se iban llenando cada vez de chavales más jóvenes, mientras la izquierda abertzale acentuaba su aislamiento, además de un estancamiento electoral a la baja.
¿En qué consiste, pues, la estrategia de la confrontación? ¿Es ejercer de mosca cojonera o tal vez se define por aquello que expresa a través de la red (instalado en la segunda residencia estival) algún conseller?
Afortunadamente esta tentación, que condujo a la izquierda abertzale en un callejón sin salida, aquí no se ha producido. ¿En qué consiste, pues, la estrategia de la confrontación? ¿Es ejercer de mosca cojonera o tal vez se define por aquello que expresa a través de las redes (instalado en la segunda residencia estival) algún conseller? Porque si es así, estaríamos ante una parodia que, de tan ridícula, tendría que avergonzar a su protagonista. Más que en la dimensión desconocida, aquí ya estaríamos entrando en el terreno de la dimensión frívola. El país con un rebrote al alza de la Covid, a cuatro días de empezar el curso escolar, con la economía cayendo en barrena, con un tercer grado que ha saltado por los aires ante la pasividad clamorosa de aquellos que lo exigían pataleando, y el conseller haciendo proclamas patrióticas de vacaciones encima de una colina o cerca de la piscina.
Ya no es una cuestión de respeto, que también, es sencillamente para entender de qué estamos hablando. Para que no parezca que no sabemos, ni remotamente, hacia dónde vamos y como salir de este callejón sin salida. Alguien, y en general todo el mundo, tendría que acompañar la gesticulación verbal de una propuesta tangible que pueda ser valorada y contrastada. Esta premisa tendría que ser exigible. De obligado cumplimiento, para no parecer pura y simplemente charlatanes. Y salir a explicarla, honestamente, seriamente, claramente, para que los mortales entendamos, negro sobre blanco, cómo lo piensan hacer y qué caray nos proponen. Aunque pase por admitir que el paraíso no está a la vuelta de la esquina y que no nos esperan con seductoras lentejuelas y los brazos abiertos.