Escribo bajo un impacto emocional muy grande y con mucha tristeza. Muriel Casals era una mujer excepcional. La hemos querido como amiga, compañera de lucha y de camino, como madre, como hermana. Nos ha dado fuerza a todos en los momentos difíciles, esperanza en tiempo de incertidumbre, compañía en momentos de soledad, gozo en los momentos de alegría. No es fácil poner estos sentimientos por escrito.

La conocí bastante a fondo y tuve un contacto muy directo. De todas las personas que han participado en este gran proceso político catalán desde posiciones de liderazgo, Muriel ha sido la mejor de todos nosotros. En muchos sentidos. Porque ha sido una mujer inteligente, muy firme, y de actitudes muy nobles. De las virtudes que tiene la política, que tiene muchas, pero también de sus miserias, que también tiene, tengo que decir que Muriel acumulaba todas las virtudes y ninguna de las miserias. Y eso es casi excepcional. Casi no tiene semejanza con ningún otro de nosotros, y me incluyo. El proceso sin su figura no se entendería.

Merece un gran homenaje como persona excepcional y fantástica que era, que ha sido decisiva en estos últimos años en Catalunya. Se ha hecho querer, y, por parte de mucha gente, estuvieran muy de acuerdo o no con sus ideas. Una mujer de energía positiva, de concordia, y una persona que supo captar bien el anhelo de una parte mayoritaria de la sociedad catalana.

Muriel Casals acumulaba todas las virtudes y ninguno de los defectos de la política, y eso la hacía excepcional. Y decisiva

Muriel fue decisiva en momentos decisivos, y muy delicados. Cuando parecía que todo se iba al garete, se alzaba la voz serena y positiva, enérgica cuando era necesario, firme, de Muriel. Siempre ayudó a desencallar aquellos momentos difíciles. Soy testigo presencial. Lo he vivido en muchas ocasiones en estos años, en momentos muy delicados y decisivos, justo antes de la consulta del 9 de noviembre de 2014, el 9N; o cuando se negociaba la formación de lo que acabó siendo Junts pel Sí. En aquellos momentos, Muriel siempre estaba, y siempre estaba para bien. Las cosas que tenía que hacer las hacía con gran serenidad y discreción. Eso hacía que su voz se acabara imponiendo. No tenía aristas, era transparente, pero tenía carácter y la firmeza de sus convicciones era muy grande. No era una persona amorfa. Entendía que su ejemplo era aleccionador desde muchos puntos de vista y actuaba en consecuencia. Eso le daba autoridad. Su inteligencia rezumaba en los momentos decisivos, para facilitar acuerdos.

Ella y Carme Forcadell representaron el espíritu de movilización de las entidades civiles que vehicularon una voz de una parte significativa del pueblo catalán. Y supo animar a la gente, que reclamaban que los políticos se pusieran al lado de sus anhelos. Ayudaron a hacer que los actores políticos nos pusiéramos a la altura de la reclamación histórica.

El mejor homenaje que le podemos hacer es continuar el camino siguiendo sus huellas, que ella dejó bien marcadas para nosotros

Con Muriel llegamos a tener una relación muy estrecha. La conocía desde hacía muchos años, pero fue en este últimos tres o cuatro que trenzamos una relación especial, próxima, tanto mi mujer, Helena, como yo mismo. Aunque era una persona muy discreta, yo sabía que podía contar con ella en todo y para todo. Absolutamente, sin resquicios, sin fisuras, sin renuncias. Muriel tenía los objetivos muy claros. Estaba decidida a salir adelante. Siempre que hizo falta, ella estaba allí, al lado, ayudando, desencallando temas, dando su opinión y ayudando a que las cosas fueran mejor. Con firmeza, inteligencia y nobleza.

Como se dijo de Robert Kennedy, Muriel no necesita que la idealicemos, o que la agrandemos en la muerte más allá de lo que lo estuvo en vida: sencillamente como una persona buena y decente, que vio injusticia e intentó enmendarla; vio padecimiento e intentó aliviarlo; vio dominio e intentó liberarlo.

Echaremos de menos a Muriel. Especialmente cuando aparezcan obstáculos. Yo la echaré de menos muy especialmente. La recordaré siempre. Creo que hoy, más que una despedida, lo que tenemos que tener es este recuerdo vivo, permanente. Porque Muriel ha dejado muchas huellas en este país, y muy buenas. El mejor homenaje que le podemos hacer es continuar el camino siguiendo sus huellas, que ella dejó bien marcadas para nosotros.

 

Artur Mas i Gavarró es presidente de Convergència y presidente de la Generalitat 2010-2016