Bueno, no, la inmersión en catalán es un cadáver que tiene todavía buena salud. La prueba es el martillazo que le han dado los jueces del Tribunal Supremo con el 25% de castellano. Pero ahora ya sabemos que más allá de las aulas más allá del patio, cuando la escuela cierra las puertas, el catalán desaparece de la escena. ¿Cómo? La inmersión ha funcionado, y muy bien. Con más o menos énfasis, han coincidido en el diagnóstico los cuatro ponentes que han intervenido este martes en el debate organizado por El Nacional.cat sobre el futuro de lo que, como enseguida introdujo el padre del invento en los primeros años ochenta del siglo pasado, el maestro Joaquim Arenas, no es nada más que un método pedagógico para aprender rápidamente una lengua. Un método. Como el de Descartes. En Canet de Mar y la China Popular.
Aprender la lengua, sin embargo, no quiere decir —necesariamente— usarla para vivir, ni tampoco hacer de ella parte esencial de un compromiso de ciudadanía, ni —ay!— defenderla cuando intentan zampársela. Y no solo lo intentan los de siempre, los togados, los militares, los policías, los ministros o los Casado de turno, sino los inmensos titanes en lucha en la guerra global de las lenguas, la gran batalla que se libra ahora, como apuntó el filósofo Bernat Dedéu. Estas fuerzas gigantescas, el inglés, el castellano-trap de Bad Gyal y compañía que suenan en todas partes, son las que pueden dejar el catalán en los huesos. Dedéu, que es un posmoderno nostálgico de relatos referenciales —qué caray somos, fuera de los relatos?—, sabe que después de anunciar la muerte de Dios la lengua— el loco de la linterna alertó de que se abriría un agujero enorme, un vacío gigantesco de sentido. ¿Por qué, qué caray somos, o tenemos que ser, si el catalán se queda confinado en la escuela, como si hubiera pillado también el maldito virus?
¿Qué caray somos, o tenemos que ser, si el catalán se queda confinado en la escuela, como si hubiera pillado también el maldito virus?
Poder político, un poder que proteja la lengua y los maestros. Como Dedéu —independencia— eso pidió Marc Rovira, profe de instituto y fundador de La Lectora. Cuando los jueces persiguen a los maestros, como ahora, los maestros tienen que desobedecer. ¿Fractura social? ¿Consenso? No a los consensos dictados por el Estado. No hay que politizar la escuela, discrepó la exconsellera de Ensenyament Meritxell Ruiz. Pero hay una Llei d'Educació de Catalunya que se tendría que desplegar. ¿Y si cumplimos las leyes que ya tenemos? No se tiene que dividir a los niños. ¿Sin embargo, quién los divide? Si la Justicia interviene la escuela de Canet de Mar, alguna entidad tiene que garantizar que los otros 24 alumnos puedan continuar la escolarización en catalán, propuso Arenas: "¡No cabe más castellano en la escuela!". La inmersión arrancó en tiempos muy difíciles porque incluía un proyecto de salvación de la lengua y del país. La inmersión era solo una pieza en el proyecto de Escola Catalana, la de aquí, como dejó claro Arenas, la que enseñaba a hablar y escribir y formaba personas, incluso "personalidades sustantivas", como decía —citó— Raimon Galí. Sin embargo, como señaló Dedéu, con la linterna en la mano, el mundo ha cambiado: "Ya no podemos tener una ética de la salvación".
Los maestros siempre estarán ahí pero hay que sacarlos de la brigada de curas intensivas y (re)armarlos para la primera línea del frente. Hay que introducir clases de trap en las escuelas, en catalán. Y de TikTok. Y de Twitch
Ahora ya sabemos que toda la juventud escolarizada en Catalunya o casi toda, tenga ancestros en el Punjab, en Cuenca o en Castellfollit de la Roca, conoce el catalán. Lo puede escribir. Lo puede hablar. Y ya. Dios —la inmersión— ha muerto de éxito. Ahora toca ganar la batalla en la calle y en Instagram, la guerra global de las lenguas. Sin perder la escuela. Los maestros siempre estarán ahí, pero hay que sacarlos de la brigada de curas intensivas y (re)armarlos para la primera línea del frente. Hay que introducir clases de trap en las escuelas, en catalán. Y de TikTok. Y de Twitch. Eso que cantan Bad Gyal (que empezó en catalán) y compañía también se tiene que poder cantar en catalán. Empecemos por un 25% en catalán en clase de trap y ya habremos empezado a ganar.
Ningún Dios salvará la lengua de los catalanes. La tendrán que salvar ellos. Mejor.