Dijo que lo volvería a hacer y lo ha vuelto a hacer. Las empresas colectivas —más aún, las sentimentales— a menudo no estallan a la primera. Joan Laporta confió en Xavi Hernández de mala gana, empujado por la nostalgia enfermiza de socios como Víctor Font (por cierto, Víctor; ¿cuándo presentas la moción de confianza?) que querían repetir la época gloriosa de Josep Guardiola mediante el cerebro de su inigualable equipo. Pero el entrenador de Terrassa no estuvo a la altura del reto, y no por carencias técnicas, sino por la manía de no dejarse ayudar y prestar más atención a los tuits de los periodistas deportivos que al temple muscular de su equipo. El presidente del Barça siempre ha acertado cuando se fía de su intuición, y es así como decidió abandonar el fricandó nuestro para viajar al norte, donde dicen que la gente es de orden y se dedica a trabajar. El resultado de todo, ya lo conocéis.

En días como hoy, todavía con la resaca de la victoria copera, hay que recordar la inigualada frase de nuestro eminentísimo analista deportivo, Ernest Folch, quien consideró que el Barça "había fichado a un entrenador de gimnasio con un pito." Sí, Ernest, un pito, dos cascabeles... ¡y un cerebro a prueba de balas! Con una rapidez lumínica, Hansi Flick no solo ha hecho aquello que los cursis llaman "devolver la ilusión al barcelonismo", sino que ha resucitado una generación de jugadores que considerábamos prácticamente muertos —como Lewandowski, de Jong o Raphinha— convirtiendo el cristal de las piernas de Pedri en un timón que no tiene igual en todo el planeta. Hoy todo el mundo celebra todavía el gol de Koundé, pero yo orgasmo más cuando nuestro míster se levanta del banquillo, marca la línea de offside a los defensas y todos lo siguen como si sus manos fueran las delimitaciones epistemológicas de Kant.

El sábado pasado, talmente como Mourinho lo hizo con Guardiola, el Barça dilapidó la hegemonía del Real Madrid (¡espectacular, hay que reconocerlo!) con una victoria que es el inicio de una nueva era. Todavía queda un saquito de puntos en la liga, pero nadie duda de que los merengues no se levantarán de esta bofetada y, a buen seguro, el próximo clásico se convertirá en la estocada final a nuestros admirables enemigos. No obstante, hay que pensar muy seriamente en los italianos, que tienen a Maquiavelo incrustado en la rodilla y te la pueden clavar a la mínima que te despistes; el próximo miércoles, el Barça jugará la final anticipada de la Champions, y servidora no tiene ninguna duda de que, en caso de pasar este último aprieto, se impondrá en Múnich con cierta facilidad (pues, como me dijo una vez Pep, estos partidos los gana la camiseta). Hoy pensamos seriamente en un triplete; hace un año, la idea nos haría troncharnos de risa.

Laporta-Flick, este es el binomio de orden y aventura que representa el único faro estimulante que hay en la Catalunya espantosa del postprocés. Tenemos la inmensa suerte de que el Barça es guiado por dos hombres profundamente ajenos a la moral derrotista de nuestra tribu

Esta situación no es fruto de un día, y sería impensable sin el liderazgo del presidente Laporta. Muchos se mofaban de él, pensando que las segundas partes siempre son caricaturas del pasado; otros se han pasado más tiempo averiguando el estado de su barriga que admirando las cabriolas de un hombre que se encontró el Barça en un estado económico como para cerrarlo (a diferencia de otros, y eso lo honra, no denunció penalmente a los indocumentados que dejaron la caja tan vacía como para tener dificultades para pagar a los conserjes). Quizás no te gusta su estilo, y querrías a un presidente aburrido y convergente como un caldito de estos espantosos que te hace Meritxell para cenar; pero en un mundo en guerra, como el de la política o el del fútbol, o te fías de titanes o ya puedes acabar haciéndote seguidor del Girona, aquel equipo tan enrollado y que la tocaba con tanta alegría... y que ahora reza para no bajar a segunda.

Laporta-Flick, este es el binomio de orden y aventura que representa el único faro estimulante que hay en la Catalunya espantosa del postprocés. Tenemos la inmensa suerte de que el Barça es guiado por dos hombres profundamente ajenos a la moral derrotista de nuestra tribu, y es por eso que recomiendo al presidente que le haga conocer con cuentagotas el país a nuestro maravilloso entrenador; hazlo por capítulos, presi, porque tenemos que evitar de todas todas que se nos conviertan en un militante de la ANC, que acabe conmoviéndose con las insufribles letras de Lluís Llach y que todavía diga aquello que "lo importante es participar". Que nos conozca y forme parte de nosotros, natürlich, pero de una forma moderada. Hoy es normal que os encontréis mejor, porque acostumbrarse al hecho de que ganar es normal es una cosa sanísima. Y es una sensación que no será pasajera. El dream teen es una realidad... y muy pronto volvemos al estadio.