Insinuaciones. Comentarios fuera de tono. Supuestos tópicos que "hacen gracia". Tocamientos. Y, finalmente, agresiones. La gran mayoría de mujeres nos hemos encontrado con alguno de estos ejemplos en nuestro puesto de trabajo. Esta realidad tiene un nombre: acoso sexual o por razón de género. Y es más común de lo que parece en nuestras empresas. De hecho, diferentes estudios certifican que una de cada cinco mujeres recibirán algún tipo de esta violencia a lo largo de su carrera profesional.
Aceptémoslo, donde probablemente pasamos más horas es en el trabajo. Y es donde sufrimos —en silencio, mayoritariamente— el acoso sexual. Muchas veces en el silencio de nuestra propia vergüenza. A veces, con el silencio cómplice de compañeros. Y de compañeras. A veces, con la mirada disimulada del propio superior jerárquico. Y pasan los días y las horas, y lo que tiene que ser un lugar seguro se convierte en una pesadilla. Y mucha gente, cuando osas hablar de este tema en público, es capaz de contestar: eso en las empresas siempre ha pasado. Como si la reiteración y la historia nos diera una excusa para perpetuar las injusticias.
¿Qué hay que hacer, pues, para eliminar esta epidemia? En primer lugar: hacerlo visible. Hablar. Y si conviene, buscar ayuda. La ley ha avanzado mucho. Y desde el año 2007 se obliga a las empresas a tener protocolos para actuar en caso de acoso. Tenemos leyes, también, como la Ley orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y el artículo 33 de la Ley 17/2015, de igualdad efectiva entre hombres y mujeres, que nos pone deberes tanto a la empresa como a los representantes de los trabajadores y trabajadoras. Con respecto a las primeras, las obliga a promover espacios de trabajo que eviten comportamientos indeseados y los obliga a arbitrar la actuación a seguir para investigar las denuncias. También es suya la obligación de garantizar la información, sensibilización y formación a todo el personal. Y con respecto a los representantes de los trabajadores, los implica en el seguimiento y la protección de sus compañeros y compañeras. También tenemos que ser capaces de insertar estos protocolos dentro de la negociación colectiva. Y poner en el centro de las relaciones laborales la eliminación de esta violencia.
Sólo con que quede un caso de violencia de género, nos ocupa a todos y todas. Nos queremos vivas en casa, en la esfera privada. Pero también nos queremos libres de acoso en el trabajo
Además, hace falta que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) impulse un convenio para proteger a las trabajadoras de todo el mundo. Afortunadamente, en nuestro entorno tenemos una cierta agenda ante estos casos, pero no todas las trabajadoras del planeta lo pueden decir, y hay que establecer mecanismos de eliminación del acoso desde una visión global.
Hoy somos 25 de noviembre y conmemoramos el Día Internacional Contra la Violencia de Género. Todo el día recordaremos a las ocho mujeres que este año en Catalunya han perdido la vida, víctimas de la violencia de género. Y las estadísticas oficiales nos dirán que las denuncias por esta lacra han crecido un 21% desde el año pasado. ¿Hay más violencia? ¿O, sencillamente, las mujeres hemos decidido perder el miedo y aquello que era doméstico ha pasado a ser público? Seguramente un poco de todo.
Es verdad que en los últimos años hemos avanzado mucho. Tanto legalmente como socialmente. Pero sólo con que quede un caso de violencia de género, nos ocupa a todos y todas. Nos queremos vivas en casa, en la esfera privada. Pero también nos queremos libres de acoso en el trabajo. Por eso, "en el trabajo, ¡déjame en paz!".