Incluso morirse lo ha sabido hacer bien, en un Lunes de Pascua y en el año jubilar, que él mismo convocó, de la Esperanza. Una esperanza que no defrauda y que en él se encarnaba en una profunda alegría contagiosa que iluminaba las oscuridades y calamidades de nuestro mundo.
Ha sido un hombre honesto, auténtico, próximo, cálido, humilde, fiel al Evangelio y a su opción preferencial para los más pobres y los que viven en los márgenes de la existencia. Un Papa, rostro amable y creíble de la Iglesia, que ha sabido vivir hasta el último suspiro su compromiso para una nueva humanidad, más abierta y atenta a los otros, más amorosa, más justa, más fraterna.
Se hace difícil señalar en pocas palabras tanta intensidad de vida y, probablemente, nada de lo que podamos decir en estos días haga justicia a todo lo que nos ha dejado. Aun así, me atrevo a destacar algunos aspectos que, a mi entender, me parecen especialmente relevantes:
- La originalidad de su magisterio. No por el hecho de que se inventara cosas, aunque por todos es sabido su facilidad de generar palabras nunca contempladas en ningún diccionario, sino justamente por su retorno a los "orígenes" del cristianismo, su lucha por desclericalizar la Iglesia y desenmascarar todas las oscuridades y "pescados podridos" escondidos en la barca de Pedro. De aquí el término originalidad. El papa Francisco, desde sus inicios, y a pesar de todas las dificultades y resistencias que ha encontrado en el mismo seno de la Iglesia, ha intentado volver a la génesis y la esencia del cristianismo, de la que tanto nos hemos distanciado. Volver a la fuente de la vida, volver a la vida evangélica, que es una vida sencilla, sobria, próxima, misericordiosa, humilde, honesta, abierta, universal. Su llamamiento a una iglesia en salida que deja de mirarse el ombligo y sale de su autorreferencialidad, era ya un llamamiento a la apertura al diferente, a la cultura del encuentro con "los que no son de los míos", un llamamiento a la vida fraterna.
- Su mirada desmoralizadora de las relaciones humanas y de la vida en general, porque era consciente de que los moralismos son fuente de discriminación, de exclusión, de supremacías, de confrontaciones. Los moralismos no construyen fraternidad, sino dicotomías exclusivistas (buenos y malos), prejuicios y desavenencias. Él, como buen jesuita, apelaba al discernimiento y a la conciencia de cada persona por encima de cualquier moralismo. Un camino mucho más complejo que, como él decía, pasaba por el diálogo constante y por la escucha del otro y no por la imposición o el criterio de autoridad.
- Su propuesta de un proyecto común para la humanidad. Como él decía, "nuestros sueños solo los podemos conseguir juntos. Solos nos hundimos. Estamos llamados a ser para los otros porque no podemos vivir sin amar" (FT 87 y 88). En este sentido, supo apuntar al desplazamiento de una civilización técnico-industrial e individualista a una civilización de la solidaridad, el cuidado mutuo y el cuidado de la casa común. Y no escatimó esfuerzos al denunciar a gobernantes y todo tipo de estamentos, la vulneración permanente de los derechos humanos y los atentados contra la sostenibilidad del planeta.
El papa Francisco ha abierto nuevos caminos en el seno de la Iglesia y también para toda la humanidad. Su antorcha continúa encendida y su aliento lo seguiremos respirando. Gracias por tanto
Su vida nos ha recordado, como en el Evangelio, que en la casa del Padre no sobra nadie, hay lugar para todo el mundo. Y que solo el Amor y la revolución de la ternura pueden ser la dinámica capaz de construir esta universalidad. Una propuesta de universalidad, sin embargo, que no disuelve las personalidades, sino al contrario, las afirma en una realidad mayor. Universalidad que no es uniformidad, sino sintonía profunda desde la diversidad de creencias, de ideologías, de identidades, de culturas, de religiones.
El papa Francisco ha abierto nuevos caminos en el seno de la Iglesia y también para toda la humanidad. Su antorcha continúa encendida y su aliento lo seguiremos respirando. Gracias por tanto.
Mar Galceran
Presidenta del Grup Sant Jordi