Hoy en UIC Barcelona hemos tenido una buena ocasión para aprender. En medio de las medias verdades o completas mentiras que nos han regalado estos días quienes tienen responsabilidades públicas, la universidad ha cumplido hoy una de sus principales funciones, en una extraordinaria sesión con la que inaugurábamos la nueva etapa del Instituto Carlemany de estudios europeos, una reflexión sobre los informes elaborados por Enrico Letta y Mario Draghi, que ha venido de la mano de dos ponentes de lujo, el gran economista Josep Lluís Oller y el no menos prestigioso ingeniero naval, Joaquim Coello. En la fila cero de una aula magna llena hasta la bandera se sentaban, además de personas significadas de nuestra comunidad universitaria, invitados de lujo como Alfred Pastor, Joaquim Llimona, Joan Mas Cantí o Anton Gasol, además del promotor del acto y querido profesor de la UIC, Víctor Pou: y sí, el formato de la sesión era una mesa redonda, pero en realidad se trataba de un diálogo entre sabios que sabían que debían hablar con voluntad divulgativa y en un tono distendido. No se oía ni una palabra, aunque han estado casi dos horas abordando los puntos clave de esos informes, que fueron encargados por la presidenta de la Comisión Europea y que han concitado en su realización la colaboración de 25 economistas de primer nivel.

Oller ha recordado cómo en el primero de esos informes, Letta describía las reformas políticas necesarias en las instituciones de la Unión para garantizar la existencia de un robusto y ágil mercado interior en el que, de acuerdo con lo que a su vez desgrana el informe Draghi, fuera posible aplicar inversiones suficientes —en colaboración público-privada— para que la Unión Europea se convierta en un actor protagonista del futuro en sectores productivos más allá de la construcción y el turismo: una apuesta seria por la digitalización de las empresas, el desarrollo de una industria que nos permita ser soberanos energéticamente (que en nuestro caso necesariamente significa apostar por las energías renovables y la energía nuclear) y la transferencia de conocimiento en materia científica y técnica que permita mantener en Europa el talento que tenemos y que ahora mismo se va porque solo puede hacer empresa con ese conocimiento en países más competitivos que Europa.

Hoy, el mágico magisterio de Oller nos recordó ese miedo que parece atenazar a Europa para afrontar sus deberes y enfrentar sus responsabilidades, para canalizar ese irresoluble rasgo humano que es la identidad y que se ha manifestado en todas las guerras que han regado de sangre el territorio europeo secularmente y en el modo en que afronta de forma pecata el fenómeno migratorio o la definición de las fronteras.

¿Qué parte del alma estaríamos dispuestos a vender para ganar la guerra, o cuanto menos, la siguiente batalla?

Coello nos ha regalado una pregunta en la que subyace la necesidad de decidir qué queremos ser: cómo hacer compatible la voluntad de paz, libertad y democracia que supuestamente conforman los valores europeos fundacionales con las necesidades de competitividad y productividad que merecen los nuevos tiempos. Coello nos recordaba que la Europa de la solidaridad, siempre discutida en su quántum y en su cómo, ha supuesto en la población una seguridad de red en educación, sanidad y pensiones que, en ocasiones, se ha transformado en su propia trampa existencial. Porque, frente a ese marco de justicia social siempre perfectible, Estados Unidos y China viven el trabajo como una fórmula de realización personal y entienden que de su exclusiva responsabilidad es conseguir que los sueños que persiguen se realicen: pagar la matrícula universitaria a los hijos, asegurarse frente a contingencias sanitarias o tener un retiro digno. Esos países hoy se mueven en parámetros de mayor desigualdad, pero al tiempo son capaces de liderar el futuro. 

¿Qué parte del alma estaríamos dispuestos a vender para ganar la guerra, o cuanto menos, la siguiente batalla? Cómo hacerlo todo a la vez, ser gorila y bonobo de nuestro momento civilizatorio, esa es la pregunta. Cómo conseguir que la persona sobreviva en su dignidad y en el respeto que mutuamente nos debemos mientras conseguimos despuntar frente a potencias mundiales cuyos escrúpulos morales o políticos son menores que los nuestros. ¿Es a lo mejor una buena noticia que USA, con Trump a la cabeza, quiera dejar de ser nuestro perenne protector? La sesión de hoy nos ha abierto mil interrogantes, y los ponentes de hoy nos han puesto deberes. Queremos indagar y responderlos a lo largo del tiempo que tenemos por delante, mejorando, aprendiendo de quienes saben, para ayudar a nuestros estudiantes a que construyan un mejor criterio y una actitud crítica en un contexto tan hostil como apasionante. Oller les ha dicho que no se les ofrecerá un trabajo al que vayan a aplicar. Que el mundo, que este país y Europa entera les está esperando para que sean ellos quienes digan en qué y cómo quieren crecer como personas, ganarse dignamente la vida y retornar a la comunidad todo lo que han recibido de ella.