Es que en la propia crítica, en la propia sospecha, podría estar la autoinculpación: si se acusa a Junts de pretender introducir enmiendas pensando en un solo hombre, para “salvarlo”, quizás es que el texto actual está hecho pensando en un solo hombre… pero para perjudicarle. ¿Quién puede demostrar lo contrario? De entrada, tenemos el aviso de Gonzalo Boye de que “caerá mucha gente”: los 26 hoy acusados por los casos Tsunami y CDR, incluida Marta Rovira, pero también, potencialmente, toda la gente todavía no acusada y que participó de una manera u otra en ese tipo de protestas pacíficas. Sumemos también, a estas alturas de la película, a los que ahora pueden ser acusados de traición. Por lo tanto, no, es evidente que enmendar la ley no tiene como objetivo “salvar” a un solo hombre. Otra cosa es si debemos preguntarnos, digo yo, si la manía por mantener el texto actual sí obedece a la obsesión de perjudicar a “un solo hombre”. Ojalá los hechos desmientan esta hipótesis. Sería demasiado bestia de pensar, y hemos venido a esta negociación desde la buena fe.
Ciertamente, Pedro Sánchez ha querido realizar un importante gesto discursivo y ha declarado con rotundidad que el independentismo catalán no tiene nada que ver con el terrorismo. Sorprendentemente, Feijóo y los de su partido no paran de afirmar todo lo contrario (comprometiendo, cada día más seriamente, su posibilidad de regreso a una centralidad que podría valerle en un futuro los votos independentistas. Allá ellos). Pero tanto la retórica de Pedro Sánchez, que por sí sola nada resuelve porque solo es retórica, como la visible intermediación de Zapatero, que ha llegado a afirmar que el objetivo de la legislatura es el reconocimiento de Catalunya como nación, son señales que necesitan una materialización política y legal. Si realmente no ha habido terrorismo, como afirma el propio presidente español, hacer que el terrorismo aparezca explícitamente en la ley es como hacer que aparezca una referencia o una excepción hacia los delitos contra el medio ambiente. O hacia los delitos contra la seguridad en el tráfico, o contra la propiedad intelectual. No tiene sentido. La idea mencionada sobre volver a las reformas del Código Penal puede estar envenenada, como ya se vio con la reforma del delito de malversación, y por su parte, la reforma del CGPJ, a pesar de la mediación europea, parece que también muestra unas limitaciones evidentes. Hará falta mucha imaginación, o simplemente mucha valentía y voluntad, si se quiere demostrar que el reformismo del PSOE es una opción mejor que la “puerta trasera”, que va sumando puntos como opción: es decir, si se pacta con un partido que a diferencia del PSOE tenga una verdadera ascendencia sobre los jueces (y no los jueces en contra), podría no ser necesaria una ley para que hubiera una amnistía.
Si "normalizar" es pretender que el camino hacia la autodeterminación se aparque, su concepto de normalidad se estrellará contra la pared
Por el momento, el PSOE ha decidido ponerse las pilas. Pues que se note. Porque en todo caso, la mesa de Ginebra no puede avanzar demasiado si una de las partes no puede sentarse en ella. El Reino de España tiene la responsabilidad de deshacer el laberinto que él mismo creó al utilizar el abuso de autoridad, la prevaricación, el lawfare y directamente la ilegalidad para perseguir a personas con una ideología concreta. Pedro Sánchez hace un discurso en principio bienintencionado, pero acto seguido afirma que "la normalización total de Cataluña no llegará de la noche a la mañana, pero mi voluntad de normalizar la situación en Cataluña es total". Me pregunto qué significa “normalización”: si se refiere a revertir los procesos judiciales, policiales, administrativos y de espionaje ilícito abiertos contra personas inocentes, esto siempre será bienvenido y casi me atrevería a decir que visiblemente sugerido por la UE. Ahora bien: si "normalizar" es un eufemismo de aquel otro verbo que utilizaba Jordi Évole en su entrevista en el programa de Ricard Ustrell, es decir, si "normalizar" es pretender que el camino hacia la autodeterminación se aparque mientras se van priorizando obscenamente las inversiones en el aeropuerto de Barajas con nuestro dinero, me temo que su concepto de normalidad se estrellará contra la pared.
Normalidad es votar, señor Sánchez. No es tan difícil de entender: normalidad, y paz, y ofrecer una solución cívica a un conflicto complejo, pasa por permitir que la gente vote si quiere o no un estado independiente. La opción pacífica (la opción realmente democrática) siempre estuvo ahí, siempre está sobre la mesa y siempre estará ahí. ¿Quieren pasar página? ¿Quieren normalidad? Compórtense como un estado normal. Lo que corresponde “normalizar”, en definitiva, nunca ha sido Cataluña.