No ha sido idea del presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha sido lo que le ha parecido una gran respuesta a la pregunta obligada de Sant Jordi sobre recomendaciones de lectura. De visita este martes a Barcelona para regalar rosas, le han preguntado qué libro recomendaría al candidato de Junts+, es decir, al president Puigdemont, y ha contestado que la Constitución. Y no se ha privado de subrayar que "en Catalunya se votó más masivamente que en otros pueblos, y que en la Constitución cabemos todos".
Curiosa, la respuesta, por más de una razón. La Constitución no es un libro, y aunque la cuestión sea leer y que el oportunismo político pueda parecer acertado, la verdad es que como recomendación es muy pobre, más aún en una festividad como la que se celebraba. Pero puestos a dar el consejo por bueno, tenemos problemas añadidos que harán de la lectura de la Constitución algo totalmente inútil para la finalidad que persigue el dirigente del partido popular; dejando de lado también que seguro que el president Puigdemont se la ha leído y ha profundizado en su significado en más de un sentido. ¿Me atrevería a decir que más que otros, pero no lo diré! Cuando menos por su proceder, el del president Puigdemont, parece que la lectura ha sido más provechosa para él que para un gran conjunto de acérrimos abanderados de la Constitución española, que la han secuestrado y manoseada como han querido y necesitado para perseguir sus objetivos políticos. ¡Y precisamente así es como no cabe todo el mundo!
En Catalunya y en España no leemos igual, y no es un problema de lengua, sino de cosmovisión y valores democráticos
Pero no perdamos el hilo, hacer recomendaciones de lectura y que estas sean atendidas, no asegura nunca, cuando menos en un buen libro, que las opiniones de un lector o lectora y otro u otra sean las mismas. Y eso es bueno, no malo, como se quiere hacer creer por aquellas y aquellos acostumbrados a imponer su sentido de la vida y su sistema de valores como lo único bueno o posible; que, por otra parte, no presentan como tal, sino como verdad universal. En el caso de la Constitución, la recomendación de Feijóo será contraproducente, o en todo caso no productiva, en el sentido que él desearía, porque en Catalunya y en España no leemos igual, y no es un problema de lengua, sino de cosmovisión y valores democráticos.
Cualquier mensaje —todos los textos— tiene un significado para quien lo escribe y otro, más o menos próximo a esa versión recién nacida, para quien lo lee; ya sea en poesía o en el texto de una ley. Sí, las leyes tienen que interpretarse, si es que las quieres aplicar, y eso conlleva grandes problemas y más de un malentendido. Sin que sea necesaria mala voluntad en su interpretación. Imaginaos, pues, adónde se puede llegar si la hay. De hecho, no hace falta imaginárselo, ya que lo hemos visto y lo seguimos viendo en los tribunales y en los discursos políticos sobre la esencia española.