El sábado pasado, Lluís Llach presentó la nueva hoja de ruta de la ANC en un discurso de mensaje bien claro dirigido a nuestra partidocracia: “del difícil proceso que hemos vivido hemos ganado un aprendizaje taxativo: en la lucha por la independencia, nunca más seremos vuestra muleta.” Catalunya, ciertamente, es un lugar muy curioso para vivir. Si un alienígena osara visitarnos y escuchara las palabras de Llach, el buen ser quizás pensaría que el antiguo cantautor es solo lo que parece; a saber, un señor que removía melodías y que ahora se ha pasado al activismo con el nobilísimo objetivo de presionar a unos partidos de escasa ambición. Este marciano en cuestión se sentiría altamente reconfortado al saber que Catalunya tiene agentes cívicos de convicciones de independiente robustez y quién sabe si abandonaría la tribu explicando a sus semejantes lo ardidos que somos en la difícil lucha por la liberación nacional.

Llach dice que no hará nunca más de muleta y tal frase solo esconde un pequeño problema. Tú, Lluís; tú mismo eres la muleta. Hace falta decir que esta no es solo una condición que pueda imputarse al genial autor de hits como Neofatxes globals, pues la tara podría ampliarse a toda la casta de un movimiento cívico que siempre ha andado a remolque de convergentes y republicanos. Es muestra de ello el pobre Lluís, que formó parte activa de la candidatura de aquel trasto llamado Junts pel Sí que Artur Mas se inventó para hacernos creer que caminaba con paso firme hacia Itaca. Recomiendo al lector que viaje a la Wikipedia con tal de repasar los activos de la lista electoral de esa formación para las elecciones al Parlament del 2015 porque, con el polvo que el transcurso del tiempo cubre el mundo, resulta un ejercicio entre el llanto y la risa muy gracioso. Es desde entonces, querido Lluís, que les haces de muleta.

Una de las grandes características de nuestra tribu, singular entre todos los pueblos del mundo, es esta calidad de sus líderes, consistente en hablar siempre como si no tuvieran historia política a la espalda

Una de las grandes características de nuestra tribu, singular entre todos los pueblos del mundo, es esta calidad de sus líderes, consistente en hablar siempre como si no tuvieran historia política a la espalda. Así nuestro protagonista de hoy, quien ahora pone rostro y voz a una hoja de ruta política que tiene la ironía de bramar para que nuestros partidos vuelvan a la vía unilateral, recomendando a juntaires y republicanos que rompan toda cuanta relación con el PSC y, finalmente y tatataxan, que reivindica la necesidad de nuevos liderazgos. ¿Has dicho “nuevos liderazgos”, Lluís? ¡Pero hijo mío, si estás en la sopa desde hace una década! ¿Cómo se puede entender, adorado músico nuestro, que pidas coherencia cuando te tragaste la hoja de ruta de los dieciocho meses? ¿Cómo nos dices, padre exclusivo de La gallineta, que hay que echar a los socialistas cuando formabas parte de una coalición que cooptó a más de uno por todo aquello de ampliar la base ideológica?

¡Y eso de los “nuevos liderazgos”, querido Lluís! ¿Cómo puedes exigir que aparezcan nuevas caras dentro de la política catalana cuando tú —sí, tú y nadie más— dijiste hace cuatro días que votarías a Toni Comín en las europeas del año pasado, justificándolo todo como “una cuestión humanitaria”? Hace falta que te des cuenta, Lluís cariño, que es muy difícil criticar el procesismo cuando tú —por ponértelo en términos musicales— guardas una parte muy importante de los derechos de autor. Todo eso son preguntas retóricas, no te asustes; sé que los que venís del comunismo eso de las contradicciones os lo tragáis igual que los monjes, a base de silencio penitente. ¡Solo te haré una más, de propina! Ahora que hablábamos de Comín; ¿cómo ves eso de Toni y el Consell de la República? ¿Fuerte, no, eso de ir gastándose los ahorros de la desdichada padrinita con las vacaciones de la family? ¡Vaya si tenemos que aguantar muletas, Lluís!

Yo podría estar de acuerdo con muchísimas ideas de esta nueva etapa de la ANC. Sin embargo, en política, las caras son igualmente de importantes que el mensaje. De la misma forma que es difícil tragarse una regeneración del movimiento independentista con el dúo Puigdemont-Junqueras en el mismo automóvil de creativa matrícula, esto de eliminar las muletas con gente como Lluís Llach es tan difícil de tragar como la versión más larga de Campanadas a morts. Esto que os cuento lo entiende todo el mundo, pero vivimos en una crisis tan oscura que incluso aquello más comprensible acaba pasando por alto, solo para no desentonar o ser el gruñón de la fiesta. Ya os lo encontraréis. De momento, el independentismo solo ha perdido un millón de votos. Quizás todavía no tienen suficiente, los de la muleta.