Gobernar es la capacidad de marcar agenda y manda quien la controla. Con la ley de Vivienda Pedro Sánchez ha conseguido remontar una inercia que arrastraba desde diciembre. Desde entonces, la oposición imponía los debates y el paso. El éxito de los presupuestos generales con amplia mayoría quedó oculto tras la polémica de la derogación del delito de sedición y las bajadas de la malversación. En enero, las rebajas de penas del ‘solo sí es sí’ machacaban cualquier iniciativa de La Moncloa. Hasta que llegó la moción de censura y Yolanda Díaz despuntó en el hemiciclo. Brillar es imprescindible para la construcción de liderazgos, pero no es gobernar. Y ha sido con la ley de Vivienda cuando el ejecutivo de coalición ha cambiado su propio paso electoral.

Primero, la ley supone un giro crucial en el debate y coloca el acceso a la vivienda como derecho prioritario ante los defensores de un mercado libre que se regula solo. En la conjunción de derechos, cuando España es el país donde jóvenes —y cada vez más mayores— son incapaces de comprar o alquilar una casa, o de hipotecarse por el endurecimiento de las condiciones y pagarla con los sueldos que menos suben de la UE, el cambio de perspectiva es un vuelco que la izquierda tenía pendiente desde el 'no nos falles' de Zapatero. Quedan muchos flecos en la norma y en el paquete anunciado por Sánchez que destina 50.000 activos de la SAREB y 15.000 viviendas sociales en suelo del banco malo. Faltan detalles sobre la ejecución, los plazos y qué comunidades se servirán de la ley. 

La construcción de vivienda protegida en 2017 fue la más baja de la serie histórica, la de vivienda social nos sitúa muy lejos de la media de Reino Unido, Austria u Holanda. Dar el vuelco a una inercia arraigada no se hace de golpe ni a menos de ocho meses de las generales. Pero aún así, abordarlo desde una visión progresista insufla oxígeno y sentido a la coalición. 

En la conjunción de derechos, cuando España es el país donde los jóvenes son incapaces de comprar o alquilar una casa, o de hipotecarse por el endurecimiento de las condiciones y pagarla con los sueldos que menos suben de la UE, el cambio de perspectiva es un vuelco que la izquierda tenía pendiente desde el 'no nos falles' de Zapatero

Por el contenido y por la forma. El acuerdo ha vuelto a mostrar a los socios habituales de la coalición unidos en una de las grandes leyes que quedaban pendientes, más aún tras el fracaso de la Ley Mordaza. Frente a la imagen del PSOE aprobando la reforma del ‘solo sí es sí’ junto al PP; el PSOE, ERC, Bildu y Podemos caminarán juntos por la tramitación de la primera ley integral de vivienda en democracia.

Un impulso político importante que necesitaban de cara al 28M, la cita que definirá en gran parte el poder territorial de cada partido en un momento de incertidumbre sobre el hipotético y futuro acuerdo de Sumar y Podemos. Un elefante en el seno del futuro de la coalición que cada vez hace más ruido. La entrevista de Yolanda Díaz con Jordi Évole sirvió a la vicepresidenta para romper en público con Pablo Iglesias, sumado al titular que dejó en El País horas después de lanzar su candidatura: “Sumar es un revulsivo político, no sería un fracaso sin Podemos”.

Díaz fue explícita en Lo de Évole en rechazar dos hipotéticas candidaturas: la suya y la de Irene Montero. De poco sirvió. La lectura desde el espacio Podemos es que salió a la luz lo que se decía en privado con una subida de decibelios contra Iglesias y la influencia explícita que el exsecretario general sin cargo orgánico tiene en Podemos. Quedó claro que las posibles primarias, esas que Ione Belarra pide “para esta misma tarde” —da igual en qué tarde se lea esto— serán después del 28M. 

Díaz tampoco despejó cómo hará campaña con un Podemos-IU juntos en 10 comunidades y donde le han pedido explícitamente hacer campaña en una lista de enclaves. El apoyo explícito de Díaz a Mónica García de Más Madrid o a Joan Baldoví de Compromís, frente a UP en Madrid o en Valencia, se lee como un ‘maltrato’ al espacio con el que tendrá que confluir en junio.

En este contexto, el PP ha pasado al lado inclinado de la balanza. No supo articular un modelo de país en la moción de censura, tampoco un modelo de pensiones tras criticar en Bruselas la reforma del ejecutivo, y menos ahora ante una ley de vivienda donde el PP no sabe proponer cómo resolvería un problema que arrastran varias generaciones. Y ante la ley andaluza de legalizar regadíos ilegales en Doñana, tampoco ha sabido ponerse del lado de la Comisión Europea y la protección del medio ambiente. Pero el ciclo y la balanza volverán a cambiar.

Y en un tempo político donde cada semana vale por meses, la estrategia de Sumar de no pactar hasta después del 28M puede lastrar el espacio de manera irreversible. Podemos tiene que decidir hasta dónde va a tensar la negociación para reivindicar su espacio. Yolanda Díaz tiene que resolver cómo hacer campaña sin desgastar más todavía el espacio. Dejar pasar el tiempo, cuando el resto de actores juegan a las generales, puede fagocitar la única opción de revalidar la coalición.