Andan las redes sociales escandalizadas con la brutal violación a una joven de 16 años en Río de Janeiro perpetrada por 33 hombres que no padecían, a priori, ninguna tara mental. Eran hombres, y los hombres –repito, a priori– son el género cuerdo, la normalidad psicosocial, lo deseable.
Las mujeres somos las neuróticas, las sensibles, las inestables, las imprevisibles, las celosas, las provocadoras, las irritables e irritantes, las de la regla y los desajustes hormonales.
Las de las denuncias falsas y las que les robamos la casa.
Pues resulta que 33 hombres cuerdos (es imposible estadísticamente que todos o la mayoría de ellos padeciesen alguna enfermedad mental), estos sujetos deshumanizados y sádicos, violaron y grabaron con un teléfono móvil su repugnante acción, para después subirla a las redes sociales y ser vista y compartida por, al menos, otros 500 hombres normales y cuerdos.
Ellos no están enfermos. No. Son los hijos sanos del patriarcado.
A lo largo y ancho de todo el mundo los crímenes contra la humanidad, las agresiones sexuales, los asesinatos, las situaciones de dominio, la misoginia, el abuso laboral, las peleas callejeras, los robos con violencia, las amenazas, los delitos contra el orden público o los delitos relacionados con drogodependencias están protagonizados mayoritariamente por hombres.
En Brasil se dice que hay una violación cada 11 minutos. En España, una cada 7 horas. Nuestros cívicos vecinos de Suecia registran la mayor tasa de violaciones de Europa y una de las más altas de todo el mundo. Pero estos son sólo datos oficiales. Marcela Lagarde, antropóloga y feminista lo deja claro: “el cien por cien de las mujeres hemos sufrido algún tipo de violencia en nuestra vida”. Es la cultura de la violación.
Ésa que hace que un hombre sano, cuerdo y normal pague por violar a una mujer esclavizada en un prostíbulo. La de ir corriendo por la calle de noche y mirar para atrás antes de meterte en tu portal. La de temer quedarse borracha y sola por si un hombre abusa de ti. La de las amenazas después de acostarse con alguien para no decir nada porque él está siendo infiel y “todo el mundo pensará que eres una zorra”. La de los tocamientos en bares y en la propia calle. La del acoso por internet. La de los “piropos” y otras agresiones verbales a plena luz del día. La del jefe demasiado cariñoso. La de los amigos que te dicen que aquella noche podrían haberte violado pero no lo hicieron porque te tienen cariño. La de los youtubers famosos que explican cómo follarse a una tía etílica. La de abrir las piernas para que no se enfade, para que te deje en paz, o para que no piense que ya no lo quieres.
Nacer mujer es factor de riesgo para ser violada, asesinada, maltratada o sometida en cualquier parte del mundo
Yo misma he llegado a cambiarme de piso para que el propietario dejase de acosarme. Pero no denuncié. Porque las mujeres no denunciamos. Es la normalidad patriarcal, la de callarse y cambiar de acera, la de no contar nada en casa para que no piensen que eres una provocadora, la de la vergüenza por ser abusada, la de reírte con tus amigas de que, aunque no te atreviste a largarte de aquella casa cuando no te gustaba lo que veías, te acostaste con él porque querías.
Y es que nacer mujer es factor de riesgo para ser violada, asesinada, maltratada o sometida en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, buena parte de los cimientos de la psicología clínica se han construido en torno a las desviaciones propias del género femenino, ésas que nos provocan los ovarios por tenerlos. El psiquiatra Luis Bonino advertía ya en 1999 que la cultura patriarcal, asumida como la "normalidad", creaba a hombres enfermos y violentos que son un peligro para el conjunto de la sociedad.
Entre los malestares masculinos Bonino describía: los trastornos por búsqueda del éxito y control, los trastornos por sentimiento de fracaso viril (por ejemplo, disfunciones sexuales), las patologías derivadas de negar los sentimientos, los trastornos por sobreinvestimiento del cuerpo-máquina muscular, las hipermasculinidades (identificación con el riesgo, la agresividad, la autosuficiencia), las patologías de la perplejidad y trastornos de la masculinidad transicional (vergüenza del varón progresista a mostrar cambios con respecto a los mitos de la masculinidad). Los trastornos por orientaciones sexuales no tradicionales, las patologías de la autosuficiencia indiferente o agresiva (autocentrismo patológico y falta de solidaridad), las trastornos por obediencia/rebeldía excesivas a la norma y la jerarquía (en las que se entienden a las mujeres como seres de segunda), los abusos por violencia de género, los abusos de poder y violencias entre varones, las patologías de la paternidad y la responsabilidad procreativa (indiferencia o abandono) o los trastornos por temeridad excesiva (conducción, abuso de drogas, riesgos de transmisión sexual).
Luis Bonino advertía ya en 1999 que la cultura patriarcal, asumida como la normalidad, creaba a hombres enfermos y violentos que son un peligro para el conjunto de la sociedad
Han pasado casi 20 años desde que Bonino publicara este documento llamado "Deconstruyendo la 'normalidad' masculina", y hemos avanzado demasiado poco. En España, al menos una mujer es asesinada a la semana por un varón. Y la mayoría de las violaciones, agresiones sexuales y maltratos se producen veladamente en el seno de la familia y de la pareja. Cientos de mujeres secuestradas trabajan en prostíbulos de carretera sin que nadie las rescate. Y los hombres normales siguen pagando por acostarse con ellas.
Estoy harta de esto, harta de tener miedo, harta de la muerta de cada informativo de mediodía, harta de los abusos y el cachondeo con las violaciones, harta de que se justifique la violencia machista con argumentos del tipo "eran dos chicas solas por Latinoamérica" o "ella lo fue a buscar a su favela". No quiero esta normalidad. No quiero estos hombres. No quiero a los hijos sanos del patriarcado.