Una vez un crío me preguntó: ¿Los gusanos tienen lengua? No supe qué responderle. Lo busqué en una de esas revistas pseudocientíficas que antes vendían en los kioscos y hoy se pueden encontrar en el kiosco global, a veces gratuito, de Google. La respuesta a la pregunta era muy simple. No, los gusanos no tienen lengua. Lo que ocurre es que algunas personas creen que sí la tienen porque ciertos gusanos, los que comen plantas, tienen algo en la boca que pueden sacar, algo parecido a una lengua. Los expertos la llaman “estilete” y tiene más parecido con una aguja que con el órgano muscular bucal, lo que sirve a estos gusanos para perforar el exterior de la planta y luego usarlo como una pajita para chupar los alimentos del interior de la planta. ¡Vaya, un estilete!
Le conté al crío lo que había averiguado y quedó fascinado. Al chico le gustan las ciencias naturales. Yo también saqué provecho de mi indagación. La explicación zoológica me permitía entender algo mejor por qué el régimen castrista llama “gusanos” a los anticomunistas, a los contrarrevolucionarios. A los traidores, al fin y al cabo. Desde mi perspectiva: a quienes se oponen a la dictadura castrista, que sigue viva en Cuba, aunque ahora los Castro sean solo una página de la historia mundial. Claro que a veces los gusanos se convierten en mariposas, como cuando el 23 de agosto de 1977 Bernardo Benes —exiliado cubano, además de banquero y judío, o sea una acumulación de males para los comunistas— se reunió en el restaurante Club Panamá con el coronel José Luis Padrón, su ayudante Antonio “Tony” de la Guardia y el cónsul Amado Padrón Trujillo, tres gerifaltes del régimen. Esa conversación entre el gusano convertido en mariposa por el régimen derivó en el “diálogo” —uno de esos eufemismos para designar lo que realmente fue una negociación en los años 80— que abrió las puertas de la libertad a 3.600 presos políticos y permitió que familias durante mucho tiempo separadas volvieran a encontrarse. Lo cuentan William M. LeoGrande y Peter Kornbluh en un libro recientemente publicado: Back Channels to Cuba. Claro que a los enviados por Castro no les fue muy bien. Cuarenta y dos años después, no sé si José Luis Padrón aún vive confinado en La Habana o ya murió, pero lo que sí se sabe es que los otros dos emisarios están muertos, fusilados en 1989 por el mismo régimen que los envió a parlamentar con Benes.
Los “progres” habituales, esos Millás, Rico, Ríos, Marsé, Jiménez Villarejo y demás vejestorios, también evangelizan y después de su recogimiento espiritual durante la década que llevamos de xenofobia españolista, represión e iniquidad, sacan el a pasear su particular estilete, como los gusanos o los sicarios
Pero volvamos al estilete de los gusanos. Un estilete es, además de esa lengua simulada de los gusanos, un tipo de daga utilizada en la Edad Media. Estilete es la traducción al español de la palabra italiana stiletto que proviene del latín stilus y significa “arma punzante”, pues la delgadez de la hoja servía para poder provocar pequeños orificios en las armaduras renacentistas y herir al enemigo. También servían para perforar los jubones que se vestían bajo las armaduras. En fin, los caballeros de la Edad Media usaban el estilete como arma secundaria, ya que su principal función era la de rematar a los caballeros heridos de muerte en el campo de batalla. Cuando desaparecieron las armaduras, el estilete fue muy popular entre los sicarios y los delincuentes. Los mafiosos italianos lo utilizaban para cargarse a quien fuera sigilosamente. El escritor americano Harold Robbins, muerto en 1997, en 1960 escribió un best-seller que tituló, precisamente, Stiletto, cuya trama trata sobre el joven aristócrata Cesare Cardinalli, reclutado por la mafia y convertido en un asesino cruel. En 1969, esa novela fue adaptada al cine por el director Bernard L. Kowalski y tuvo un cierto éxito con Alex Cord en el papel de protagonista.
¿Por qué les cuento esta historia de gusanos y estiletes hoy, el día que se celebra la Pascua de Pentecostés? Pues porque me indigné cuando leí que Recortes Cero publicaban un manifiesto supuestamente progresista que equipara a los presidentes Quim Torra y Carles Puigdemont con el líder de Vox Santiago Abascal, asimilando víctimas y victimarios “Son caras de una misma moneda, excluyentes y reaccionarios”, asegura el texto, que hace un llamamiento a impedir que “las fuerzas del procés, que dividen a la sociedad catalana” ganen alcaldías, en una clara referencia a Ernest Maragall en beneficio de Ada Colau, la antisistema convertida en parachoques del régimen del 78. La fiesta de Pentecostés tiene un trasfondo claramente religioso y conmemora el descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Según explican las sagradas escrituras, 50 días después de la resurrección de Cristo, el Espíritu Santo apareció ante sus discípulos más fieles y les encomendó el inicio de la tarea evangelizadora. Los “progres” habituales, esos Millás, Rico, Ríos, Marsé, Jiménez Villarejo y demás vejestorios, también evangelizan y después de su recogimiento espiritual durante la década que llevamos de xenofobia españolista, represión e iniquidad, sacan el a pasear su particular estilete, como los gusanos o los sicarios. En España a los traidores se les llama antipatriotas en vez de gusanos como en Cuba. Pero para el común de los mortales son peores y acaban fusilados como los emisarios de Castro. Por eso nadie se atreve a ser valiente y utiliza sal gorda contra los representantes de dos millones y pico de independentistas y así evitar reclamar una negociación política.