Mariah Carey y Love Actually ya están aquí y esto significa que vuelve la clásica polémica del pesebre de Barcelona. Y como es la primera vez desde 2010 que en ambos lados de la plaza Sant Jaume gobierna el PSC, con Salvador Illa en el lado montaña y Jaume Collboni en el lado mar —como les gusta decir a los barceloneses—, existía una cierta —tampoco nos pasemos— expectativa sobre qué tipo de instalación nos pondrían este año en la plaza. Pues bien, ya tenemos la respuesta: una gran estrella de veinte puntas que incluirá espectáculo lumínico y musical. Dos toneladas y media de hierro, metacrilato y LED, un diámetro de nueve metros, forma de icosaedro —veinte puntas con bases piramidales y donde cada pincho mide cuatro metros de largo— y de nombre "Origen".

La estrella se iluminará por las noches y proyectará al mismo tiempo luces en las fachadas de ambos palacios, a partir del 29 de octubre y hasta el 5 de enero. Muy bonito, seguro. Sus creadores son Xevi Bayona y Àlex Posada y su coste, 145.000 euros. Que no sé si es caro, comparado —atención— con los 50.000 euros que va a costar el pesebre del Ayuntamiento. En casa nos sale gratis cada año. Ah, sí, sí, pesebre habrá. Dos. En los patios de carruajes correspondientes del Ayuntamiento y de la Generalitat.

Barcelona quiere ser tan cosmopolita, que se olvida de que lo que hace atractiva a una ciudad es su personalidad

A esta decisión de poner una estrella, que, reitero, es esperada todos los años, se le añade, como debate, el alumbrado que ha elegido el Eix Comercial del Raval para iluminar calles como las de Joaquín Costa, Tallers, Ferlandina, Valldonzella, Sant Pau y la rambla del Raval, entre otras: simples bombillas de colores, las mismas que pueden iluminar una fiesta mayor, una verbena de San Juan o un anuncio de cerveza. Pero, un momento, ¿es casualidad que no haya motivos navideños entre las bombillas? No lo es. Su diseñador, Imanol Ossa, ha dicho claramente que se trata de "huir de las tradicionales luces de Navidad" y con un propósito, dice, inclusivo: "En un barrio tan multicultural, poner luces de carácter religioso no tenía mucho sentido. Por eso, optamos por guirnaldas de colores, un elemento festivo que acerca las luces a todo el mundo". Luces de invierno, las llaman. Como si las luces de Navidad, que ya son un elemento más económico y cultural que religioso, expulsaran a alguien por sí mismas. A alguien que no sea un Grinch como servidor, claro.

El caso es que, sobre esta segunda propuesta, la multiculturalidad y multireligiosidad no están reñidas, en principio, con que cada confesión celebre de forma abierta sus fiestas de cabecera. En la última Semana Santa, en Ceuta, coincidieron el Ramadán musulmán y la Semana Santa cristiana, y la imagen, seas creyente o no, era de una bonita convivencia entre las procesiones y los carteles de "Feliz Ramadán". A Barcelona, ​​así, como concepto, le ocurre que quiere ser tan cosmopolita, que se olvida de que lo que hace atractiva a una ciudad es su personalidad, no los supermercados abiertos las 24 horas, los locales de brunch y las franquicias que puedes encontrar en cualquier calle de cualquier ciudad del mundo, sea cosmopolita o provinciana. El pesebre no es exclusivo ni de Barcelona ni de Catalunya. De hecho, su origen es italiano. Pero sí es uno de los cuadros costumbristas más extendidos de la Mediterránea cristiana. Si yo fuera turista, me esperaría y me gustaría encontrar esto en una ciudad como Barcelona. Para encontrar una pista de hielo y un gran árbol de Navidad, me iría a Nueva York. Del mismo modo que si quisiera celebrar Halloween, no elegiría la capital catalana, pero, en cambio, me gustaría ver los puestos de castañas.