Sentada en torno a la mesa familiar, donde nos hemos reunido todos, ansiosos de hacerte saber lo mucho que te queremos, contemplo tu rostro amable.

Mantienes intactos los rasgos de la belleza que un día enamoró a papá y que el paso del tiempo ha reescrito con benevolencia, sin borrar el trazo. La mirada intensa, viva, eternamente joven, inmune a la fatiga de los años. Una mirada de mirar el mundo con avidez, inquieta y al mismo tiempo serena, capaz de sorprenderse con la ingenuidad de una adolescente, feliz de cada nuevo descubrimiento. Pero, sobre todo, una mirada de mirarnos, siempre viéndonos por dentro, para saber qué nos pasa, qué desazones nos inquietan, qué penas nos traspasan. Inquisitiva y vigilante, siempre atenta, como un faro inalterable que nos guía en la tormenta.

Lo sabes muy bien: todos venimos a ti, tus hijas, tus hermanas, tus nietos y ahora tus bisnietos, la familia entera te busca y te necesita, porque eres un refugio seguro en el que cobijarnos cuando las maldades nos persiguen y aparecen, implacables, nuestras fragilidades. En los buenos momentos, nadie disfruta como tú, risa exultante por cada paso firme, por cada hito conseguido. Eres nuestra primera hooligan, la fan más entusiasta de nuestros pequeños éxitos. Pero es en los momentos malos cuando te haces grande, mamá, muy grande, con tus alas protectoras que nos recogen y nos consuelan, indestructibles, acogedoras, sanadoras. Por mucho que volemos lejos, en busca de nuestras ambiciones y gozos, sabemos que estás en la caída, recogiendo los trocitos rotos, recosiéndonos, como una hiladora paciente. Te confieso que tu fortaleza ha sido la mía durante toda la vida, una fuente inagotable de empuje y determinación que me ha inspirado y me ha permitido avanzar, incluso cuando la marea venía en contra. Y cada vez que he tropezado, he vuelto a ti como aquella niña pequeña con las rodillas peladas que lloraba por adentro, para no parecer miedosa.

Tenerte como madre es un aprendizaje constante, un reto extraordinario, una fuente de solidez y voluntad. Y, por encima de todo, tenerte como madre es un maravilloso regalo

No sé si eres consciente de la fuerza y la seguridad que nos das, auténtica matriarca de una familia que has trabajado con delicadeza, día a día, cuidándola y suavizándola. Esta familia que ahora te contempla feliz y agradecida es tu obra, tu conquista. Nos has esculpido con un cincel indomable, dotándonos del coraje que la vida nos exigirá, pero también con un pincel suave que nos recuerda, en cada instante, la bondad del alma. Mujer de convicciones firmes, nos has transmitido el compromiso por nuestra pequeña y herida patria, la fuerza para soñar horizontes lejanos y la grandeza de amar sin condiciones.

Como tú misma has amado a papá, desde el primer instante en que os conocisteis bailando sardanas: tú, la chica de Barcelona que siempre lucía un pañuelo en el cuello; él, el joven de Cadaqués que superaba la timidez para conquistarte. Os hemos visto juntos y cómplices toda una larga vida, unidos por un hilo de oro indestructible que nos ha enlazado a todos a vuestro alrededor. Y cuando papá se ha ido, su recuerdo se ha fusionado contigo de tal manera, que lo vemos, cuándo te vemos, lo tenemos, cuando te tenemos, eterno en tu mirada.

¡Ahora haces noventa años, noventa, mamá, caramba, el número nueve impresiona! Pero estás espléndida en tus noventa años, firme, decidida, independiente de todos, intacta tu personalidad imponente. Es cierto que la edad te ha frenado el paso, que antes era infatigable, y que ahora las rodillas marcan un ritmo pausado. La salud y los años, que nos recuerdan cómo es, de implacable, la biología. Pero el tiempo no ha resquebrajado tu constancia, tu amor infinito por nosotros, que somos tus sempiternos quebraderos de cabeza, tu capacidad de protegernos. Hoy que estamos aquí para celebrar tu larga vida, déjame decirte que tenerte como madre es un aprendizaje constante, un reto extraordinario, una fuente de solidez y voluntad. Y, por encima de todo, tenerte como madre es un maravilloso regalo. Gracias por una vida entregada a nosotros. Gracias por ser nuestra roca irreductible, nuestra fuente de inspiración, madre nuestra, madre de madres. Feliz cumpleaños, Pilar.