El significado de cualquier cosa ―un texto, una imagen, una obra de arte, un gesto, una acción― viene determinado por el contexto. Y los contextos cambian. Lo que ayer parecía una cosa hoy parece otra muy diferente, incluso antagónica. Cada contexto, además, propicia, favorece, alimenta, un tipo determinado de punto de vista, un encuadre ―o frame― de la situación. Ha sucedido así, de forma radical, con el Consejo de Ministros que está previsto celebrar en Barcelona este viernes, día 21. La reunión ha pasado por tres contextos, fases o, si quieren, actos teatrales diferentes.

Contexto A

La venida a Barcelona se diseñó tiempo atrás desde Madrid como una muestra de la voluntad de normalizar las relaciones con el gobierno catalán tras la nefasta etapa del PP. Era en el marco de los esfuerzos para situar el diálogo y la posibilidad de entendimiento entre ejecutivos como frame. Lo que Borrell ha (des)calificado como la política del "ibuprofeno".

Contexto B

Las cosas se empezaron a torcer antes, pero la fecha determinante es el 2 de diciembre, cuando la derecha radicalizada de PP y Ciudadanos más los neofranquistas de Vox consiguen sumar mayoría absoluta en las elecciones andaluzas. Díaz, que había reprimido sus conocidos impulsos catalanofóbicos porque Pedro Sánchez reside en La Moncloa gracias a los independentistas, señala que se arrepiente. Que debería haber hecho como PP, Ciudadanos y Vox, es decir, debería haber atacado el independentismo sin piedad. Lo mismo rumian muchos barones territoriales del PSOE.

No ayuda nada el cuestionamiento de los Mossos por parte del president Torra y la alusión a la 'vía eslovena'. El president de Catalunya no puede cuestionar su policía, menos aún de la forma como lo hizo. En segundo lugar, un político debe saber ―si no es un mero aficionado― que, si loa la vía eslovena, los medios que no le quieren bien ni a él ni al independentismo recordarán los muertos que se produjeron tras la declaración de independencia de ese país. Lo debe saber, lo debe prever. Como debe prever que si cuestiona a los Mossos d’Esquadra está allanando el terreno a aquellos que a diario lanzan infamias contra el cuerpo policial (y a los medios de comunicación que reproducen y expanden esas infamias).

Mientras tanto, PP, Ciudadanos y Vox continúan con toda su fuerza alimentando la idea de que Sánchez se ha vendido a los "golpistas", que el PSOE ya no es constitucionalista y que en Catalunya hay en marcha un conflicto civil y se prepara una revuelta violenta, que sólo se puede acabar a base de mano dura, durísima. Aznar anuncia lo que persiguen: intervenir Catalunya completamente y por tiempo indefinido. El objetivo: "desarticular" (atención al verbo) el independentismo.

Tanto los presos como los actores políticos y civiles del independentismo con más visión saben de la terrible trampa que puede suponer el 21-D

Mientras tanto, en el PSOE se extiende el nerviosismo y el desconcierto. Tres presidentes autonómicos abarcan públicamente las tesis de Susana Díaz. Uno llega a jugar con la idea de ilegalizar los partidos independentistas. Pedro Sánchez ―sometido a gran presión― vacila, y hace un discurso muy duro contra el independentismo. La actuación de Rufián en el Congreso, que le valió la expulsión, atiza el fuego, al igual que la acusación de Borrell ―no corroborada por absolutamente nadie― de que un diputado republicano la había escupido.

Todo esto hace que a ojos de parte del independentismo el 21-D aparezca como una provocación. Una provocación que no estaba en la intención de Sánchez. Entre la decisión de venir a Barcelona y hoy muchas cosas han contribuido a que el contexto, y el significado de la reunión gubernamental, cambiara, se transformara. Sánchez está atrapado: no puede dar marcha atrás y decir ahora que no es posible celebrar el consejo de ministros en Barcelona. El PP, Ciudadanos y Vox lo utilizarían como la prueba irrefutable de sus mentiras sobre la situación en Catalunya.

Contexto C

Mientras todo lo que se explica más arriba sucede, los cuatro presos en huelga de hambre, y el resto de presos, se convierten en algunos momentos en invisibles. Incomprensiblemente, y en parte, gracias al desorden estratégico y falta de liderazgo en el independentismo político y civil.

Tanto los presos ―con toda su legitimidad― como los actores políticos y civiles del independentismo con más visión saben de la terrible trampa que puede suponer el 21-D. Se deja de pronunciar la palabra "provocación".

Tienen claro que, con unas cuantas imágenes de caras tapadas, enfrentamientos o violencia, les va a bastar a los que persiguen, instaurar, de facto, una dictadura en Catalunya por tanto tiempo como necesiten para liquidar el independentismo y el soberanismo.

También Pedro Sánchez y el PSOE son finalmente conscientes ―pese a bastantes presidentes autonómicos y alcaldes que temen por las elecciones de mayo próximo― del grave peligro que la cita en Barcelona supone.

Tanto unos como otros redoblan los mensajes relativos al diálogo, el entendimiento y la necesidad de que no haya incidentes ni violencia en las diversas manifestaciones y acciones de protesta anunciadas. Se repiten las llamadas a la calma y la serenidad. El gobierno Sánchez insiste en un encuentro entre los dos presidentes. El encuentro ―ni el formato, ni si serán sólo los presidentes los que participaran― no ha sido confirmado a la hora de escribir este artículo. Se trata de reconducir las cosas, de regresar tanto como se pueda al Contexto A.

A su vez, el PP, Ciudadanos y Vox, ante la posibilidad de que el contexto varíe de nuevo, esta vez en contra de sus intereses, insisten sus ataques y provocaciones al independentismo y también en la presión sobre Pedro Sánchez. Casado miente otra vez sobre el president Torra, manipulando lo que dice uno de sus antiguos artículos, y le insulta gravemente: lo tacha de "desequilibrado". Repiten que hay que controlar a los Mossos y aplicar el 155 lo más rápido y brutalmente posible. Algunos se lanzan a especular públicamente sobre la ilegalización de las fuerzas políticas independentistas.

Ni el contexto que determinará el 21-D ni lo que realmente pueda suceder el viernes están claros. La lucha por imponer el punto de vista, el frame y, consecuentemente, un significado al futuro sigue con una intensidad feroz.