Como supongo que mucha otra gente, todavía no me he repuesto completamente del penoso espectáculo de Badalona. No soy vecino de la ciudad y, por otra parte, tampoco desearía adentrarme mucho en el detalle y la anécdota. Sin embargo, de lo que ha ocurrido en la cuarta ciudad del país se pueden sacar, me parece, algunas conclusiones e, incluso, quizás algunas enseñanzas de carácter general.
Parto de la premisa de que el PSC, que ya utilizó primero la puñalada y después el chantaje para hacer a Àlex Pastor alcalde, esta vez quiso volver a jugar fuerte. Al PSC, la hermandad entre las izquierdas y la solidaridad entre las fuerzas del catalanismo le importan bastante poco. Hace mucho que el PSC ha abandonado cualquier sentimentalismo. Y intenta conservar tanta proporción de poder como pueda, a la espera de que el viento de la historia le sople a favor.
El PSC juega fuerte, muy fuerte. Y con una soberbia insultante. Hace como si no estuviera en juego nada importante y como si el pasado no existiera. Los socialistas piensan en ellos y, por ejemplo, no presentan ninguna muestra de arrepentimiento por el abrupto final político de Pastor. Una deriva, la de Pastor, a la que asistieron impertérritos, sin mover un dedo. Escandaloso. Y todavía son tan chulos que se atreven a modificar el redactado del acuerdo a última hora. "O lo coges o lo dejas, Dolors".
Ante esta situación, el resto de partidos implicados deciden que, a pesar de la actitud del PSC, es necesario un acuerdo para que no gobierne García Albiol. Todos menos Sabater y la CUP.
Lo que han hecho Sabater y la CUP —renunciar a gobernar— sólo sería legítimo si hubieran llegado al corolario de que, para Badalona, para sus ciudadanos, lo mejor es un gobierno de García Albiol
Hay quien ha intentado salvar a Sabater —antes esperanza blanca de una cierta izquierda badalonesa— alegando que la exalcaldesa está secuestrada por los cupaires. Eso, con perdón, no la exculpa. Si es así, tenía que desobedecer, tenía que plantar cara y hacer lo que considerara. Porque en el fondo de este desagradable asunto, y más allá y acá de malas relaciones personales, ofensas, cuentas pendientes, rencores, evidente mediocridad de los personajes, etcétera, hay cosas más, mucho más importantes.
Lo intentaré resumir en dos únicas ideas: ética de la responsabilidad y sentido del deber.
La primera: la ética de la responsabilidad, en el sentido formulado por Max Weber, quien nos avisa de que el político tiene que prever razonadamente cuáles son las consecuencias de sus actos. En este caso, la consecuencia de no tragarse el acuerdo con el PSC era y ha sido claro: un gobierno del PP en Badalona.
¿Pero es posible ser responsable cuando otros, en este caso los socialistas, no lo son en absoluto? La respuesta es que no solamente se puede, sino que hay que serlo. Por sentido del deber.
Esta segunda idea, la del sentido del deber, es, a mi entender, indiscutible, no regateable. Sabater y el resto de su candidatura se presentaron para servir a Badalona con un proyecto que creen, se supone, que es el mejor para este fin. Lo que han hecho Sabater y la CUP —renunciar a gobernar— sólo sería legítimo si hubieran llegado al corolario de que, para Badalona, para sus ciudadanos, lo mejor es un gobierno de García Albiol.
Es por eso que, aparte de otros cálculos, pulsiones y mezquindades, Sabater tenía que, primero, negociar a fondo el acuerdo con el PSC y, segundo, firmar el acuerdo para gobernar. Era su responsabilidad y su deber.
No haberlo hecho constituye una estafa, una tomadura de pelo, a los ciudadanos, porque contradice lo que se les dijo y se les prometió.
En cuanto a García Albiol, sólo se puede apuntar que en este lío ha tenido poco papel. Se ha tenido que limitar a esperar a ver si por delante de él pasaba o no el cadáver de sus adversarios.
Para sorpresa suya y escándalo de muchos, así ha estado.