La voluntad arrasadora del Estado ha querido que la semana en que Mireia Boya declaraba en el Supremo el Tribunal Constitucional declarara nulo el uso preferente del occitano en la Val d'Aran. La lengua que Boya no se ha cansado nunca de defender ni reivindicar.
Identidades y principios como los de Boya tienen la habilidad de recordarnos que las que tenemos el catalán como lengua materna o de uso habitual, en aquellas escasísimas parcelas de privilegio lingüístico y cultural que tenemos, corremos el riesgo de comportarnos como españoles, en el sentido políticamente y culturalmente hegemónico del término. Yo misma me encontré, cuando hacía prácticas en TV3, víctima de la vergüenza más absoluta hacia mí misma cuando un trabajador de la casa me aclaró, muy amablemente, que aquel cartel de Eth Temps que yo consideraba que tenía dos faltas de ortografía estaba escrito en aranés.
El Aran es una realidad catalana, en el sentido que se circunscribe a las fronteras del Principado y que está influida por lo que pasa, que pone a prueba los relatos catalanistas e independentistas. Aunque un resultado electoral es una síntesis o simplificación de realidades muy complejas, no estaría de más tener presente que, a pesar de que el Parlament catalán aprobó en el 2010 la Ley del Occitano que establece esta lengua como preferente en el Aran, y que el Constitucional español es quien la ha tumbado, el 21 de diciembre las dos fuerzas más votadas en la Val fueron unionistas. Ya querría el tabarnismo —el cual, curiosamente, se ha olvidado del Aran—, tener este potencial desestabilizador. El Aran lo tiene, precisamente, porque es una realidad que es, en el doble sentido, que existe y lo hace sin condiciones (a pesar de estar condicionada). Es decir, que su génesis no depende de la existencia de otra entidad que, además, se define como opuesta.
Me pregunto, desde el privilegio ignorante, de qué maneras algunas de nosotras, con una voz nacida de una visión determinada del mapa catalán, hemos impedido que la realidad aranesa haya trascendido las fronteras del territorio asignado
La realidad aranesa, pues, problematiza las ya fluidas catalanidad, españolidad y, de rebote, el (neo)charneguismo, con una dosis de complejidad contenida en las fronteras de un territorio grande como una comarca y que, por si fuera poco, contiene ella sola otra nación. Y digo contenida porque me pregunto, desde el privilegio ignorante, de qué maneras algunas de nosotras, con una voz nacida de una visión determinada del mapa catalán, hemos impedido que esta realidad haya trascendido las fronteras del territorio asignado.
Me lo pregunto todavía más desde que he empezado a seguir la obra de periodistas y activistas de la Catalunya Nord, aquellos que, a diferencia de algunos araneses, hablan mi idioma pero viven en otro Estado. Muchos de ellos están cansados de que los sur-catalanes los consideremos franceses o sólo nos interesemos por sus luchas cuando tienen que ver con el catalán. El término sur-catalán mismo ya indica una manera de estar que diluye las fronteras españolas y francesas, y que, como sujetos que vivimos en Catalunya, nos desubica. Es una desubicación existencial, porque es otro el que nos nombra, y de una forma diferente a como lo hacemos nosotros sobre nosotros y los otros, y nos obliga a pensarnos, a nosotros y los otros, de una manera diferente. También es una desubicación geográfica, al hacernos ver el territorio catalán desde una perspectiva que no pone nuestra entidad territorial, Catalunya, en el centro.
El compromiso de Boya de unir la lucha de la nación occitana con la de la nación catalana también nos desubica. Hunde demarcaciones comarcales y culturales y une a su gente y sus subjetividades. ¿Podríamos hablar de una compleja Catalunya libre si el complejo Aran no lo es?
Mireia, gracias por hacernos sentir desubicadas. Por desubicarnos. Si sólo te valorara por lo mal que me haces sentir a veces, estaría perpetuando aquel privilegio por el cual las personas con alguna identidad subalterna son valoradas en la medida en que son útiles para las que tienen una privilegiada. Así que, por encima de todo, gracias por ser como eres. No te detengas nunca.