Aprovechando el paso por Barcelona del escritor kikuyu Ngũgĩwa Thiong'o, vuelvo a recordar su afirmación que dominar la cultura de un pueblo es controlar las herramientas con las que se autodefine en relación con los otros. La cita es clave para entender la visión del poder central español sobre la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, y también para concluir que cualquier intento de los medios públicos de rebajar su punto de vista catalanista son tan inútiles como perjudiciales a la praxis periodística.
Lisa y llanamente, TV3 no cae mal en Madrid porque ponga más o menos tertulianos unionistas, porque hable más o menos de Ciudadanos, Vox, el Partido Popular o el Partido Socialista, o porque diga presos políticos o políticos presos. TV3 es el enemigo a batir porque ofrece un punto de vista de la realidad proyectado desde Catalunya. El martes, la cadena y Catalunya Ràdio decidieron retransmitir un debate donde no estuvieron candidatos que habían sido prohibidos. El miércoles, la fiscalía anunció su intención de procesar a la cúpula de la CCMA por organización criminal.
Hagamos lo que hagamos, los profesionales de la información estamos en el punto de mira de unos poderes que no dudarán en censurarnos si les conviene
Si no vi el debate fue porque como periodista y demócrata me negaba a ser partícipe de una vulneración de derechos tan flagrante hacia los representantes políticos independentistas y sus electores. A raíz de la oleada de desinformación aumentada por el impacto de la digitalización, circula por las redes sociales una cita que dice que el trabajo de un periodista no es dar voz a una persona que dice que llueve y otra que dice que no, sino salir al balcón y mirar si llueve. El martes por la noche, el trabajo de TV3 y Catalunya Ràdio no era dar voz a los candidatos como si todos estuvieran en igualdad de condiciones de representación y negarse a emitir el minuto de oro de Puigdemont presentando la no participación de Junts per Catalunya como una rabieta de niño pequeño. El trabajo de los medios públicos era cancelar un debate adulterado por la censura y la represión que ha enviado a dos cabezas de lista a las europeas en el exilio y a la prisión y que, para más inri, no contaba con ninguna mujer. Ni candidata ni presentadora. La censura ―judicial, política o de género― trastoca la calidad de la información que los periodistas ofrecemos a la ciudadanía y eso, en unos medios públicos que se enorgullecen del buen servicio público que ofrecen, es inadmisible.
A pesar del contexto de represión colonial al cual está sometida Catalunya, hacer información política, sobre todo en campaña electoral, hace años que es muy difícil. En esta campaña, hemos visto cómo una Junta Electoral prohibía a RAC1 invitar a Barcelona es Capital al debate de alcaldables de Barcelona, mientras que otra obligaba al Canal Taronja d'Osona i el Moianès a incluir el partido del ultraderechista Josep Anglada al debate de candidaturas a la alcaldía de Vic. Hace años, los medios de la CCMA tenían que informar de las campañas según una lógica de bloques electorales contraria a los criterios periodísticos. En periodos no electorales, se hicieron famosas las ruedas de prensa en pantalla de plasma de Mariano Rajoy, que no admitían preguntas, y son frecuentes en televisión las imágenes de mítines y otros acontecimientos de los partidos enviadas por sus departamentos de comunicación.
Ante estas situaciones, siempre dudo de si los periodistas y, sobre todo, los colegios que nos representan, podríamos haber hecho una oposición más firme ante la intromisión en nuestro trabajo. ¿Hemos hecho huelgas? ¿Nos hemos manifestado? ¿Se ha trazado una alianza común para hacer frente a la censura y la injerencia política? ¿Hemos reivindicado nuestra función social? Si alguna cosa ha acabado de evidenciar la situación en la España ―y la Catalunya― actual es que, hagamos lo que hagamos, los profesionales de la información estamos en el punto de mira de unos poderes que no dudarán en censurarnos si les conviene. Si pase lo que pase nos querrán doblar, quizás va siendo hora de que seamos más feroces en la lucha para que eso no suceda.