Talmente como las matrioskas rusas, que esconden muchas muñecas dentro de la primera, el caso Errejón esconde muchos casos Errejón, porque el escándalo se deriva hacia otros escándalos igualmente desgarradores. De entrada, lógicamente el caso en sí mismo, que vuelve a recordarnos dos verdades terribles e inapelables: que la violencia contra las mujeres no se detiene, a pesar de las leyes, las nuevas sensibilidades y a pesar del evidente cambio de paradigma social; y que se trata de una violencia transversal que no entiende de estamentos sociales, ni de ideologías. En este sentido, el patético comunicado del mismo Errejón, vía X, en el que no solo no pide disculpas a las víctimas, sino que se escuda en justificaciones inconcebibles como si no fuera el verdugo, pone de manifiesto que algunos piensan que ser de izquierdas debería eximirlos del machismo tóxico. Ni izquierdas, ni derechas, ni centrocampistas. Que quede dicho para siempre, aunque "siempre" sea un adverbio poco duradero: los depredadores no tienen partido, ni convicciones, ni ideología, sencillamente son depredadores. Y vistas las cosas que vamos conociendo, a la espera de la sentencia judicial pertinente, está claro que el comportamiento de este personaje es el manual entero de la depredación.
La primera derivada del caso Errejón es la alta posibilidad de que se convierta en uno Me Too a la española, si las denuncias que Cristina Fallarás ha recibido en su fabuloso Instagram, en el que se hace referencia a otras agresiones sexuales de políticos en activo, acaban concretándose con nombres y apellidos. De repente parece que un terremoto ha sacudido la tierra plácida donde habitaban muchos otros depredadores que disfrutaban del blindaje de su poder. Veremos cómo avanzan los acontecimientos, pero es evidente que algo ha cambiado desde los tiempos en que estos agresores quedaban absolutamente impunes. Recordemos, por ejemplo, el caso Nevenka, sobre el que se puede ver la película Soy Nevenka en Netflix. Era concejala de Ponferrada cuando en 2001 acusó al alcalde Ismael Álvarez de acoso sexual. No solo nadie le dio apoyo, sino que el PP en bloque defendió al alcalde y Nevenka sufrió incluso una manifestación en su contra. Actualmente vive fuera de España. Veinticuatro años después, el paradigma ha cambiado radicalmente, y a pesar de las deficiencias y la soledad que todavía sufren las mujeres vejadas, la sociedad es mucho más sensible ante estas agresiones. Tiempo al tiempo, pero es probable que el nombre Errejón sea el primero de una (¿larga?) lista de hombres poderosos que quedarán desnudos en la plaza pública. Solo el final de la impunidad puede llevarnos al final de esta lacra tan terrible.
La violencia contra las mujeres no se detiene, a pesar de las leyes, las nuevas sensibilidades y a pesar del evidente cambio de paradigma social; y se trata de una violencia transversal que no entiende de estamentos sociales, ni de ideologías
Más allá del Me Too a la española, el caso Errejón es, sin duda, el caso Podemos-Sumar-Más Madrid que, según todos los indicios que se van conociendo, fueron cómplices necesarios de la carrera depredadora de Errejón vía silencio, ocultación y/o protección. No olvidemos que Errejón fue fundador de Podemos, fundó Más Madrid y ahora es el portavoz en el Congreso de Sumar. De momento ya ha caído la concejala de Más Madrid que presuntamente había recibido la denuncia de una de las víctimas y la había hecho desaparecer. Durante todo este tiempo en que esta izquierda política y mediática se otorgaba casi en exclusiva la defensa de la mujer, y hacía grandes campañas contra la violencia sexual, habrían practicado una auténtica omertá. El mismo Pablo Iglesias decía el viernes que conocía el runrún del personaje desde hacía tiempo, como ha quedado claro que Más Madrid y Sumar también eran conocedores de ello. Es su silencio cómplice el que resulta demoledor para la credibilidad de todo este mundo del progresismo dogmático, que siempre se ha otorgado una insoportable superioridad moral. ¿Cómo mantendrán ahora su tendencia a culpabilizar a todo el resto de entornos ideológicos, desde su condición de martillos de agresores, si ellos mismos han protegido a un depredador? Es evidente que lo tienen difícil. Sumar ya estaba en la UCI desde hacía tiempo: malos resultados electorales, diferencias entre los diversos partidos, incapacidad de destruir a Podemos, sin liderazgo claro, con Yolanda Díaz en caída libre… Solo faltaba que Errejón, la eterna esperanza de un resurgimiento, resultara ser su bomba de tiempo. A estas alturas Sumar se ha convertido en una resta permanente de sí mismo, tanto que parece más un espectro que un cuerpo vivo.
Finalmente, el caso Errejón puede acabar siendo el caso Pedro Sánchez, no por ninguna responsabilidad propia del presidente, sino por la debilidad que representa para su ya debilitada coalición. La realidad es, en este sentido, todo un poema. Por una parte, Podemos actúa desde el grupo mixto y quiere utilizar sus cuatro votos como un ariete para reconstruirse, cosa que significa complicar las cosas al gobierno del PSOE. Por el otro lado, Izquierda Unida ha regresado de entre los muertos con el fuerte liderazgo de Antonio Maíllo y sus cinco diputados pueden ser otra fuerza de choque dentro de la coalición. Y Sumar, el núcleo fuerte del bloque de izquierdas que da apoyo a Sánchez, está en sus horas más bajas. Con este triángulo de Bermudas, es difícil imaginar que surja una unión de izquierdas al estilo de la que fundó Podemos. A estas alturas es un mundo trinchado, con la credibilidad muy dañada. Cosa que vuelve a Sánchez, que ve cómo su bloque de alianzas más sólido se disuelve, a la vez que ve cómo aumenta la fragilidad global de la coalición que le otorgó la investidura.
Con todo sumado, es un hecho que el caso Errejón hace temblar a todo el espectro de la izquierda política española. Y todo esto pasa mientras Ada Colau se despide del ayuntamiento y un personaje televisivo, una tal Aida (que dice que sufrió las maneras depredadoras de Errejón), asegura que Colau lo sabía. Al final será un clásico y terrorífico "lo sabía todo el mundo". Tiempo al tiempo, para saber más cosas. Lo que sí que podemos saber es que Colau es un personaje político nefasto, incluso en el día de su despedida. Egocéntrica, inútil, dogmática, populista y una de las peores alcaldesas de la historia de Barcelona, ha tenido los santos bemoles de irse cargándose contra "élites provincianas, mediocres y avariciosas", ella que fue alcaldesa gracias a Manuel Valls, el candidato de las élites españolistas "provincianas, mediocres y avariciosas" del Upper Diagonal. Ciertamente, no podía haber mejor despedida para una auténtica farsa.