Cuando las cosas se hacen rematadamente mal y se concatenan los errores, hay un momento en el que es necesario parar, tirar del freno de mano y poner cordura.
A nadie en su sano juicio se le escapa la escalada desbocada y dañina que se ha producido en el contexto del denominado "conflicto catalán". Se ha generado un clima de odio, censura y dolor que, por el bien de todos, es necesario solucionar.
Y para ello hay que llamar las cosas por su nombre. Hay que asumir la responsabilidad que a cada cual le corresponda y, sobre todo, marcarse un objetivo positivo para todas las partes que han creado este conflicto.
Es complicado, porque el principal escollo se halla en el hecho de que el conflicto genera beneficios. Y lo hace para muchos, no solo los principalmente implicados, que de manera simplista podrían ser los "españolistas" y los "independentistas" en el terreno político. Estoy pensando, fundamentalmente, en los beneficios que han obtenido muchos medios de comunicación que viven, precisamente, de la polémica, de titulares escandalosos, y que no se alegrarán nunca al saber que un conflicto puede solucionarse.
Precisamente el papel de los medios de comunicación ha sido fundamental para caldear el ambiente, para mantener a la población sumida en un océano de confusión y para aliñar distancias y enfrentamientos, tanto de ideas como, directamente, de personas.
Por eso es importante reflexionar, cada cual desde donde le corresponda, sobre la influencia que su actitud, trabajo y acciones han tenido en "echar más leña al fuego".
Es fundamental, también, ser conscientes de que el asunto de Cataluña se trata de una materia de índole política. Que tiene unas derivadas, como es lógico, que implican a la ciudadanía, a la economía y al día a día de millones de personas. Pero, sobre todo, es una cuestión que debe quedar circunscrita en el ámbito político y no tratar de parchearse con la intromisión de otros poderes, como el judicial o el de la represión.
Se ha llegado tan lejos en esta contienda, que se ha debilitado por el camino lo más esencial para garantizar la convivencia sana: se han vulnerado los principales pilares que deben vertebrar una sociedad. El acceso a una información veraz ha sido dinamitado por los principales medios de comunicación al servicio de los intereses del estado español, sobre todo; la libertad de expresión se ha pisoteado y destrozado; la verdad, la importancia de la palabra dada, la transparencia y la honestidad han saltado por los aires en demasiadas ocasiones.
Por eso me parece fundamental que entre todos nos demos una oportunidad, porque lo que está en juego es fundamental: y para ello no se trata de olvidar lo sucedido, sino de aprender de ello, analizarlo con rigor y asumir lo que se ha hecho para que no vuelva a ocurrir.
Es fundamental una "nueva transición" que permita la reconciliación para un diálogo sereno, sincero y en positivo
Necesitamos que la ciudadanía tenga herramientas que le permitan discernir, analizar y pensar desde la razón, desde los argumentos y no desde el odio. Es urgente y necesario que la sociedad catalana y la española aprendan a respetarse desde la profundidad que esto supone. No se puede construir un argumento sobre el rechazo al otro. O al menos no, si queremos avanzar en democracia.
Como tampoco se puede permitir que se hayan producido de manera sistemática noticias falsas, pasando por encima de la ética más fundamental y del rigor profesional del periodismo.
Ha habido demasiadas trampas, demasiado juego sucio que se debe identificar y se debe señalar con contundencia.
Necesitamos políticos que estén a la altura de las circunstancias, también. Y creo que la situación nos ha dejado ver quiénes se han preocupado únicamente de sus propios intereses, quiénes han jugado con conceptos demasiado grandes para ellos y quiénes han hecho trampa cada vez que han podido. Aquí hay muchos nombres que apuntar, de distintas formaciones y siglas. Y no podemos olvidarlo.
Es fundamental una "nueva transición" que permita la reconciliación para un diálogo sereno, sincero y en positivo. Reconocer que ambas partes tienen legítimo interés desde su postura y, sobre todo, que lo fundamental es llegar a acuerdos que solucionen todos los problemas que se han generado y que son de extrema gravedad.
Como, por ejemplo, todas las causas judiciales abiertas contra miles de personas en el contexto de esta batalla política. Es crucial poner los contadores a cero porque, irremediablemente, ha habido un daño infligido a muchísimas personas que no merecían todo lo que han sufrido. Esto no resultará sencillo de entender para muchos, a quienes el bombardeo continuo de la información interesada les ha hecho creer que se han cometido crímenes fatales por poner una urna, introducir una papeleta o manifestarse pacíficamente en las calles.
No será fácil, porque, cada vez más, la sociedad está siendo empujada hacia la exageración y la barbarie y ahora toca aplicar grandes dosis de pedagogía y sentido común después de años en los que se ha amasado, precisamente, todo lo contrario.
Es fundamental que en estos tiempos nos dediquemos a leer, investigar y aprender sobre la apasionante materia de la resolución de conflictos. Un mundo nuevo en el que España y Cataluña han de sumergirse, y no solamente sus políticos, periodistas y actores judiciales. Toda la ciudadanía debería considerar las nociones más básicas para el reencuentro, manteniendo cada uno su razón y depurando argumentos, con la voluntad de saber que hay un asunto a resolver, y que no debería tratar de abordarse con la imposición, ni la mentira, ni la trampa, ni la fuerza por ninguna de las partes.
Nos merecemos, en definitiva, juego limpio. Madurez y responsabilidad.