En junio de 2007, el Barça viajó a Suráfrica para jugar el último partido de la temporada. De una mala temporada. Ganó el amistoso 1 a 2 contra el Mamelodi Sundowns en Johannesburgo. Pero dicho partido no era nada importante al lado de la visita que se hizo a, nada más y nada menos que, Nelson Mandela. El hombre que acabó con el régimen racista del apartheid en Suráfrica. Una de las figuras más grandes de la historia de la humanidad. Alguien a quien todo el mundo habría querido conocer.

Lo que ocurre es que solo Andrés Iniesta, Gio van Bronckhorst, Juliano Belletti y, quién si no, Lilian Thuram —que lloró a lágrima viva— y el gran Oleguer Presas, acudieron a la recepción que les ofreció Madiba. Por parte de la directiva, estaban también Albert Perrín —jefe de la expedición en ausencia de Laporta—, Jacint Borràs y Agustí Benedito. Y también acudieron Txiki Begiristain, director deportivo, y Eusebio, segundo entrenador.

Pero la imagen fue pobre. No les dio la gana ir ni a Ronaldinho ni al único africano del equipo, Samuel Eto'o. Según las crónicas, Edmílson, Sylvinho y Gudjohnsen se quedaron en Barcelona por lesión. Y Messi, Saviola y Márquez tampoco viajaron por compromisos con sus selecciones. Pero sí estaban Valdés, Giuly, Xavi, Ezquerro, Jorquera, Puyol, Motta, Deco, Zambrotta, Olmo, Marc Crosas, Víctor Vázquez y Dimas. Y Frank Rijkaard.

Muchos futbolistas viven instalados en una realidad paralela

El acto íntimo con Mandela formaba parte de la política de expansión iniciada por la directiva culé para dar a conocer la marca Barça y, sobre todo, sus supuestos valores. Lo de lo més que un club, Unicef ​​y bla, bla, bla. Pero parece que las cosas han cambiado mucho. Ayer, Maria Elena Fort dijo que jugar la Supercopa en Arabia o vender palcos a Qatar y Dubai forma parte de un mundo contradictorio y que qué le vamos a hacer. Pues muy bien.

Pero lo que no ha cambiado es la buscada ignorancia por el mundo en el que viven de los futbolistas, instalados en una realidad paralela. Hace unos días, Joe Biden, que no es Mandela, pero es una figura histórica como presidente de Estados Unidos, concedió la medalla presidencial de la Libertad —la más alta consideración civil del país— a una lista de celebridades que van desde Hillary Clinton a Michael J. Fox, el cantante Bono, George Soros, Denzel Washington, Magic Johnson, Ralph Lauren, Anna Wintour —legendaria editora de Vogue—, la primatóloga Jane Goodall, el inversor David Rubenstein, Robert Kennedy —a título póstumo— y el cocinero José Andrés, entre otros.

Y ese "entre otros" incluye a Leo Messi, que fue el único que dio plantón a Joe Biden. Como siempre se dice en estos casos, tenía problemas de agenda. Messi ha dicho que ya irá a recogerla. Pero mejor que se dé prisa, porque pronto estará Donald Trump, lo que quizá no le importe demasiado. El caso es que hemos situado a los futbolistas tan por encima del bien y del mal —y a Messi en concreto, al nivel de Dios— que hacen feos sin despeinarse a gente que sí ha cambiado el mundo, como Nelson Mandela, o se pasan por el forro acudir a la Casa Blanca a recoger medallas que han recibido otras figuras como Martin Luther King. O quizás es que Messi piensa que él ya tiene la Creu de Sant Jordi. Vaya usted a saber.