Utilizar palabras rotundas para definir y denunciar hechos o actitudes que realmente no se ajustan a ellos es un riesgo. Ocurre en distintos ámbitos, seguramente el ejemplo más claro y últimamente más utilizado es decirle a alguien nazi sin que, obviamente, lo sea. No me refiero al episodio que se ha vivido recientemente en la CCMA ni avalo límites a la libertad de expresión, sino que lo que quiero subrayar como más preocupante es la banalización del concepto. Normalizarlo haciéndolo de uso frecuente es un error.
Esto no ocurre con el término franquista, que se utiliza muy poco. Se utiliza tan poco que incluso para hablar de los franquistas se les ha llegado a llamar “nostálgicos” en según qué medios. Cuando, en este caso, hay muchas actitudes en España que sí encajan. Para muchos comportamientos, declaraciones, hechos y actitudes que se producen cada día en España, a todos los niveles de la sociedad, la mejor definición que se puede utilizar, la que mejor encaja, es franquista. La mayoría de estos actos no son provocados por una maldad explícita de quien la perpetra. Se hacen porque el franquismo forma parte de lo común, de lo cotidiano de la sociedad española. Así como el nacionalismo banal, descrito por Michael Billing, forma parte de las naciones establecidas.
Para muchos comportamientos, declaraciones, hechos y actitudes que se producen cada día en España, a todos los niveles de la sociedad, la mejor definición que se puede utilizar, la que mejor encaja, es franquista
Actualmente hace 84 años seguidos que España tiene un jefe de estado que no es elegido democráticamente. Unos años ha sido un militar, otros un rey heredero elegido directamente a dedo por ese militar. Ahora el hijo de ese heredero. A día de hoy en España sigue mandando mucho más la maquinaria del estado que las instituciones escogidas a través del sufragio de la gente. Éste es el franquismo que empapa todas las paredes de la débil democracia española. No consolidada, débil. Y de ese franquismo que todo lo corrompe, los microfranquismos. La explicación de Núñez Feijóo justificando por qué alguien que piensa diferente sobre la unidad de España o de los derechos civiles no puede ocupar una responsabilidad técnica en el ámbito económico estremece. La Comisión Europea denunciando al Catalangate, un homenaje a la División Azul, policías infiltrados en movimientos políticos no violentos o la contratación de una empresa israelí para atacar a la Generalitat son noticias actuales. De hecho, la mayoría son noticias de esta semana, febrero de 2023, gobernando PSOE y Podemos con apoyo externo de ERC. Poca broma.
Debe denunciarse sistemáticamente. Porque a la mayoría de la sociedad española esto les parece normal. No porque sean unos franquistas declarados, que no lo son. Sino porque el franquismo forma parte de lo cotidiano. Sin ser franquistas cometen y avalan microfranquismos. Y no hace falta acusar a la persona de lo que no es. Pero sí es necesario denunciar el hecho. Siempre. El independentismo sobre todo. No vale decir que ya estamos en una nueva pantalla, que todo lo que no sea la proclamación de independencia ya no es necesario. Todos los deportes se basan en el ataque y la defensa. Mal si sólo nos interesa una vertiente del juego. Y es necesario ser activos pidiendo a los catalanes que forman parte de este sistema español que se posicionen ante cada hecho. Porque forman parte y callan. No porque sean franquistas, de nuevo no. Sino porque los conocen y saben que son así. Conocen el paisaje cotidiano y saben que está lleno. Y lo banalizan. Y esto es lo que no se puede hacer. Es necesario exigir que se posicionen cada vez. No vale el silencio. Nosotros somos las víctimas, no pueden relativizarlo. Estamos hablando de derechos fundamentales, no hay sitio para los microfranquismos.