Para una niña de escuela católica como yo, era muy difícil pensar que podía mandar a la mierda a alguien. Con lo que me importa el bienquedismo, me cuesta, colosalmente, titular así un artículo, pero si no lo hago, me saldrá un lupus. "Sí, tienes razón, intentaré mejorar". Siempre pensando que los demás tenían más y mejor criterio que yo. Rodearme de mujeres poderosas y con una moral muy parecida a la mía me ha hecho crecer como persona. Profesionales como Samanta Villar o Estel Solè (cuyo Premi Ramon Llull de novela por Aquest tros de vida celebro con mucho entusiasmo y satisfacción), que me demostraron lo importante que es que una mujer comunique y haga lo que siente. No tanto querer ser la hija perfecta, la pareja ideal, la madre modelo, y más ser una adulta que sabe perfectamente lo que quiere. Lo que pasa es que no somos capaces de ser conscientes de ello. Y sí, una frase del inteligentemente galardonado guionista de Casa en llamas Eduard Solà lo resume todo: "El amor es dar sin recibir nada a cambio". La respuesta es un contundente: ¡y una mierda! Su discurso continuó con un acertado "nadie les ofreció una alternativa a este modelo basado en la renuncia a una vida propia. Muchos padres no estuvieron a la altura, tampoco el estado del bienestar". Y muy importante, porque no hay que ensalzarlo solamente, sino recordar que tenemos una deuda pendiente. "Los sacrificios que hicieron por nosotros siguen siendo una cuenta sin pagar".
Haré un particular "y una mierda". Y una mierda aquellos y aquellas que siguen atacando a las víctimas de abusos. Que si no hay pruebas, que si por qué no lo había dicho antes... Uf, cómo se nota que ellos o ellas han tenido la suerte de no sufrirlo y hablan desde su privilegio. No, no se puede confundir, igual que cuando te agreden, lo sabes; cuando alguien te maltrata, también, porque duele y tu cerebro más reptiliano se pone en modo peligro. También son curiosos los que no tienen hijos y te sermonean sobre cómo educarlos. O como ese cura que te dio el curso prenupcial te dictaba cómo tenía que ser el amor conyugal.
No tanto querer ser la hija perfecta, la pareja ideal, la madre modelo, y más ser una adulta que sabe perfectamente lo que quiere
Hay un post magistral en @malasmadres que dice "A todas nos encanta ser madres. Lo que no nos gusta es hacerlo solas, mientras trabajamos, cuidamos e intentamos no volvernos locas". Qué liberador es decir "y una mierda" a ese padre ausente que dice que los niños dormían toda la noche cuando él nunca se ha levantado para nada. Henar Álvarez tiene un monólogo (todo son buenísimos) que dice que parece que las mujeres lo hacemos todo por dinero: nos casamos por dinero, nos divorciamos por dinero, la pensión de los hijos es para aprovecharnos de su dinero, denunciamos por dinero... En cambio, la prostitución y el vientre de alquiler no lo hacemos por dinero, sino porque queremos. También todo muy lógico
Igual que en los años 20 las mujeres se cortaban el pelo para expresar su libertad (aunque muchas necesitaran el permiso de su marido para hacerlo), ahora vamos sin tacones. Lo que es importante es no criticar a las que llevan o a las que quieren caer en las trampas (todos caemos, no seamos hipócritas) de la presión estética. Creo que esta corriente de pensamiento radica en el feminismo un poco rancio y, por suerte, las nuevas generaciones no estamos para tantas tonterías. La SORORIDAD en mayúsculas es el sumar, no el restar. Todavía las hay que critican a las demás sumando puntos a aquella frase de Coco Chanel "cuando una mujer se arregla, no lo hace para gustar a los hombres, sino para molestar a las demás mujeres". Sí, esta altiva superioridad que te hace más intelectual si no te cuidas es muy retro. Aprovecho para mandarlas también un poco a la mierda.
Igual que los que siguen haciendo los chistes de por qué hay tanta cola en los lavabos de mujeres. He visto un reel de 3Cat que lo explica y por fin lo he entendido todo. Porque los lavabos son el mismo espacio, pero mientras que los de los hombres tienen urinarios de pie, a nosotras nos cuesta más tiempo cerrar la puerta y sentarnos. Porque, muchas veces, somos las que vamos con personas dependientes o niños. Y porque, cuando tenemos la regla, obviamente, necesitamos más tiempo. Visto así, también veo que me he estado quejando de un tema que sería tan simple de arreglar como que el espacio de los servicios femeninos debería ser, a la fuerza, mucho mayor. Y por esta razón, porque ir a un baño público de chicas nos ha hecho perder mucho tiempo por algo de fácil y coherente solución, pronuncio otro "¡iros a la mierda!", más literal que nunca.
Deseo leer la nueva obra de Marta Pontnou y Laura Fa La xona d’or para poder inspirarme. Ya no quiero cagarme en más gente, que luego, de tanto criticar, me salen arrugas en el entrecejo. ¡Pero qué catártico es!