La bondad es la calidad de quien es bueno para otros, quienes son inclinados a hacer el bien. La pendiente de la vida no siempre nos lleva a portarse bien, y más bien la inclinación precipita a actuaciones que se alejan de esta virtud. Es muy reconfortante cuando te encuentras la bondad personificada. Hay gente buena no solo con los suyos (eso tendría que ser lógico), sino que tiene una estima enorme para sus enemigos. El cristianismo va de eso, de hecho. Jesucristo no pide a sus seguidores que amen a la familia y a los amigos. No va de discursitos fáciles, su mensaje. Su reclamo se centra en amar a los enemigos. Instintivamente, este no parece un buen plan. No solo te hacen daño, sino que te pones cómodo. Una mala interpretación de la bondad ha llevado a tolerar situaciones inadmisibles. La línea es fina, como todas las que se mueven en el terreno del discernimiento. El mal existe, sería inocente negarlo. En la Biblia el concepto de bondad está ligado a la clemencia y a la misericordia. A pesar del mal y los malvados, hay espacio, y mucho, para el bien.
Hoy quiero celebrar la bondad que nos rodea. En medio de tanta malevolencia y malestar, es un oasis encontrarte con gestos de bondad. Hay personas que son felices dando. Ofrecen su tiempo, detalles, se preocupan por los otros. Son los que se adelantan a preguntar, dejan de mirarse a ellos un rato y ponen el radar a su alrededor, mirando que todo el mundo esté bien. No siempre son los que lo explicitan. No hablo de la gente que continuamente te pregunta cómo estás, porque un hecho son las relaciones públicas y quedar bien, y la otra la bondad intrínseca. De hecho, mucha gente que se preocupa por ti no te lo pregunta. Lo sabe y a veces trabaja sin que lo sepas para que estés mejor. Maquinan con buena fe para que alguien te diga una palabra que esperas. Para que recibas una llamada que a ti te parecerá inesperada.
De la misma manera que hay manos pérfidas que urden planes tremendos y perversos, también hay manos plácidas, tejedoras, que no urden tramas, sino que trenzan soluciones. Escribo y me vienen tantos nombres a la cabeza, desde el ámbito estrictamente privado al profesional. Personas buenas, que no quiere decir tontas. Gente con un corazón grande, que como Rigoberta Bandini entona, ya verán qué hacen con su ego, pero ciertamente no lo alimentan en detrimento de los otros. Nos tildan a menudo a los periodistas de hablar y amplificar solo el mal en los titulares y las noticias. Vayan estas letras a contracorriente y agradezcamos la bondad cotidiana que nos rodea. Y nos salva.