La Sagrada Familia de Gaudí representa una familia. Sagrada. Jesús, María y José (en orden de importancia). Estoy convencida de que para muchos turistas el concepto de "Sagrada Familia" no remite en este icono religioso. Además de la ignorancia religiosa, quizás también juega el factor a que las familias, tantas familias, no son sagradas. Para tantas personas, las familias no representan lugares protectores ni espacios de seguridad. En la lacra de la violencia de género se pone luz en una de las oscuridades más lacerantes de la vida íntima y privada de este núcleo primordial. Mientras que para muchos la familia es sinónimo de cobijo, protección, vínculo, calidez, "casa", en definitiva; para mucha gente es directamente sinónimo de infierno.
La presidenta de la Academia del Cine Catalán, Judith Colell, ha dirigido una película (15 horas) que se acaba de estrenar y ya acumula premios. Uno de ellos es de Signis, la asociación mundial católica de cine y que destaca de esta cinta no solo que visibiliza esta lacra que muestra lo peor de la humanidad, que no tiene límites, sino que hay personajes que son capaces de mostrar su solidaridad a la protagonista y "la acompañan en su camino hacia una vida llena de esperanza evidenciando que el poder auténtico es el de la fraternidad, la caridad y el amor". Colell, con quien tengo la suerte de compartir camino en la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna, no es una mujer boba que piense que la vida es de color rosa. Es consciente de que hay muchas posibilidades que mujeres que han denunciado violencia de género acaben volviendo con sus agresores y así lo expresó en el cine Boliche durante el estreno, donde insistió en exponer que eso pasa en las mejores familias y que se tiene que poder hablar mucho más desde el audiovisual.
La película de Colell pone el dedo en la llaga en la violencia de género en las clases altas de la República Dominicana. En los 80 minutos que dura este filme, y que condensa una secuencia en la vida de una víctima, una primer violín (dominicana) casada con un director de orquesta (español) se perfilan de una manera muy nítida los poderes y coacciones sociales que impiden a tantas mujeres abusadas salir adelante. Marc Clotet y Sterlyn Ramírez protagonizan una historia donde la violencia, no solo física, es un elemento cotidiano en la vida del matrimonio. Incluso la policía se sorprende de la frecuencia de los golpes, y el médico no la cree cuando le dice por octava vez que "se ha caído en casa" de nuevo. Los médicos son elementos clave en hacer ver a las mujeres que no se caen sino que alguien las golpea. Médicos que ponen a las víctimas en el espejo de sus propias miserias. La Iglesia católica no sale bien parada, y no es porque la directora se haya permitido una licencia fuera de guion. Expone lo que pasa a menudo. Desgraciadamente, hay casos de mujeres que van a hablar con un cura exponiendo su dolor, y reciben como a respuesta que "tienen que aguantar" y que el matrimonio no se rompe. La violencia no es una cola de pegar que puede mantener un matrimonio. Sin respeto no hay vínculo. Con patadas y bofetadas, la salida es unidireccional. En las diócesis hay servicios de atención a la violencia que sufren las mujeres, pero eso lo sabemos los que conocemos a los órganos de gobierno eclesiales. En España hay 70 COF (Centros de Orientación Familiar) vinculados a Comisiones Episcopales de Familia. Existen asociaciones, entidades, comunidades religiosas dedicadas a este sector. Pero una mujer que ha sufrido abusos y que busca cobijo cristiano lo que hace es entrar en una iglesia, en la primera que encuentre. Es primordial, por lo tanto, que en los Seminarios se proyecten películas como 15 horas, para que los futuros curas también tengan conciencia de su rol al perpetuar o parar esta lacra. Precisamente en la Sagrada Familia, en el claustro de Mercè, se le ha concedido el Premio de Cine Espiritual a Judith Colell, otorgado por la Dirección General de Asuntos Religiosos. La consellera de Justícia, Lourdes Ciuró, destacó la "sensibilidad humanista" de la directora. El cine denuncia, y lo hace con voluntad performativa y mayéutica. No en vano la película empieza con una frase elocuente: "¿Estás despierta?"