Hay hombres que se hacen curas para ser sacerdotes en centros penitenciarios. No los envían a la prisión como castigo, sino que deciden dedicarle la vida. Toda, además. No es una opción posmoderna y líquida, de quien decide hacer un voluntariado corto o una experiencia extrema. Es para siempre. Se llaman mercedarios y este año su Obra de la Merced cumple 800 años. En el Estado español están en 11 prisiones y son 25 los que acompañan a internos en centros penitenciarios. Más importante es que también tienen seis hogares de acogida donde acogen a 343 personas que salen cada año de la prisión. Cuando empecé a hacer periodismo religioso, la pastoral penitenciaria era uno de los ámbitos que me interesaban más. Era un mundo difícil donde la religión tenía un papel. Dios también existe entre rejas, me comentaban los voluntarios. De hecho, los sacerdotes dedicados al ámbito penitenciario son gente marcada por la vida y que no te vienen con sermones que no se creen. Dios en la prisión no es una broma. Los mercedarios, como otras órdenes y congregaciones que han optado por la parte difícil, son gente robusta. Estamos hablando de personas que atienden casi a 9.000 personas en centros penitenciarios catalanes. No sólo son los mercedarios, sino otros sacerdotes y voluntarios. La Iglesia, desde sus inicios, se ha preocupado de los presos, tal como consta en el libro de los Hechos de los Apóstoles y en la Carta a los Hebreos. Jesucristo también fue un interno y se identificó con los presos (capítulo 25 del evangelio de San Mateo).
Los mercedarios quieren la redención del ser humano, que nadie quede excluido, que por encima de todo se recuerde que la persona es persona. Humana
La Virgen de Merced (24 de septiembre) recibe copas de futbolistas pero sobre todo acoge las plegarias de muchos internos que la ven como redentora de los cautivos, una frase que mis alumnos hoy no entenderían y que tendría que formular mejor. Salvadora de las personas que están privadas de libertad, bajo opresiones diversas y que sufren persecuciones, podría intentar decir. Los mercedarios dicen que la fe, la libertad y la dignidad humana son sus retos. Quieren la redención del ser humano, que nadie quede excluido, que por encima de todo se recuerde que la persona es persona. Humana. Se remontan al siglo XIII, cuando en las tensiones entre los reinos cristianos y musulmanes se generaban cautivos, personas que eran encarceladas y reducidas a mercancía humana para debilitar al enemigo, y no se hacía diferencia entre hombres, mujeres o niños, ciudades o campo. Un mercader llamado Pedro Nolasco creó una institución para cuidar de los cautivos pobres y lo hizo por misericordia, por pura "merced". Nace como orden religiosa en 1218 en Barcelona en la catedral de Barcelona y entre sus obras está el Hospital de la Caridad de Santa Eulàlia de Barcelona. Hoy los mercedarios ven a la Virgen de la Merced como la auténtica fundadora de su obra, y siguen el principio del compromiso cristiano a favor de la liberación de los cautivos. Los cristianos tienen el deber, todos, de visitar a los presos, tal como lo pide uno de los textos del Evangelio. No es, por lo tanto, ninguna excentricidad que haya, en los centros penitenciarios, religiosos y capellanes, y también pastores protestantes y miembros de otras instituciones religiosas que atienden a los internos. La familia mercedaria hoy está compuesta por diferentes institutos, desde la Orden masculina de la Beata Virgen María de la Merced hasta la rama femenina de las Monjas de la Orden de la Beata Virgen María de la Merced o las Mercedarias Descalzas. También hay congregaciones mercedarias, como el Instituto de Religiosas Mercedarias Misioneras. El acompañamiento que hacen a los internos es educativo, con talleres, campamentos, acompañamiento personal, y se les ofrece ayuda espiritual, familiar, jurídica y también material, porque no sólo de palabras vive el hombre. Los mercedarios están antes, durante y después (de la prisión). Nacieron en Barcelona. No sé cómo no exportamos institucionalmente y desde la sociedad civil noticias como esta, y lo propagamos con más fuerza. La Mercè es fruto de la voluntad de gente que en nuestra ciudad se mostró sensible a las cautividades del mundo.
Celebramos con vigor, pues, obras como las de la Mercè, que son un ejemplo elocuente para todo el mundo. Barcelona tiene poder, también desde las prisiones.