Se cierne sobre el mundo una visión que considera que los Objetivos del Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (los 17 objetivos para mejorar el planeta) son solo una cortina de humo, un montaje mundial para tranquilizar conciencias haciendo ver que se trabaja para un mundo mejor. Los ODS o Agenda 2030 por el Desarrollo Sostenible son un pacto mundial que pretende eliminar, en primer lugar, la pobreza, y ya solo eso parece un discurso fácil e inalcanzable. Ya tuvimos los Objetivos del Milenio. Y llegó el milenio, y a pesar de las mejoras, como objetivo no se pudo alcanzar. Pero sin metas, no se camina. Y sin consensos globales, la transformación social es escasa. El compromiso mundial ante unos retos globales no es una cuestión delegable a buenas voluntades, ni a políticas coercitivas. Implica un cambio de paradigma y de mentalidad que empieza por debajo. Las religiones, ante los retos, también se han tenido que poner las pilas y hacer una conversión. Ser sostenible ya no es una moda o un recurso de cuatro ecologistas radicales, sino una condición para poder seguir existiendo como humanos. Los ODS tienen fuerza moral y de persuasión, pero el límite es que no tiene fuerza legal. Las resoluciones que surgen de un largo periodo de negociación tienen valor, como dice el experto José María Larrú, pero es limitante al no haber una instancia a la que denunciar o recurrir en caso de incumplimiento. Estaríamos delante de un documento de soft law o ley blanda. Con todo, no es un texto decorativo o parcial: lo engloba todo e implica todo el mundo. Los objetivos de desarrollo sostenible son comprensivos e integran todos los aspectos que ayudan en un mundo más sostenible, inclusivo y habitable. Y por lo tanto reclaman acciones. Hay religiones que hace tiempo que están trabajando en ello, y por ejemplo el Consejo Mundial de las Iglesias, con sede en Ginebra, es uno de los más implicados. La Santa Sede también se ha implicado, y el mismo texto Laudato si' del papa Francisco es un grito a cuidar de la naturaleza, a no explotarla, a no verla con criterios consumistas sino a ser custodios de ella. La Biblia no dice "explotéis la tierra", sino "tened cuidado de ella".

El papa Juan XXIII, bondadoso y pacifista, escribió la encíclica Pacem in Terris en que hacía referencia al desarrollo humano integral, que no puede darse si no hay una "ética amiga de las personas". A menudo parece que la ética sea solo un elemento que coacciona la libertad, y no se percibe como aquella base común sobre la cual se puede transitar sin dejar en la acera a los más vulnerables. Sociedades más éticas son sociedades que ante una persona vieja pensarán que antes que un viejo es una persona. Son sociedades que antepondrán la dignidad humana a la rentabilidad económica. Sociedades cuidadoras. Cuidar es un verbo que se impone en la enseñanza, en la salud, en las políticas de diferentes ámbitos. La profesora Marta Nussbaum, que ha creado el término "ética del cuidado", defiende que aquello más humano es precisamente empatizar. Cuidémonos todos un poco, que nos va la vida en ello.