Intuyo un nuevo año con tres papas. No sería insólito en la milenaria historia de la Iglesia, pero la diferencia es que normalmente cuando ha habido tres es porque se han muerto o ha habido un cisma. En cambio, podríamos llegar a tener pronto un año con tres papas vivos y sin colisiones ideológicas. El año de los tres santos padres se ha repetido 13 veces. El último fue en 1978, en el que murió Pablo VI en agosto, lo sucede Juan Pablo I -que muere 33 días después de ser escogido- y Juan Pablo II, cuya elección tuvo lugar el 16 de octubre. Eso ya había pasado otras veces, la primera el 117 con los papas Evaristo, Alejandro I y Sixto I. Si el papa Francisco un día presenta la renuncia como hizo el oapa Ratzinger, se podría dar la oportunidad que tuviéramos tres papas, y además, vivos al mismo tiempo y allí mismo. No es lo mismo un papa en Aviñón y uno en Roma, o un papa en Roma y uno en Baviera, que tres pontífices viviendo dentro del minúsculo estado del Vaticano. Para los fotógrafos oficiales vaticanos sería un shock visual. La anomalía de los dos papas, que Netflix ya inmortalizó, se podría convertir en más rocambolesca con tres jefes de la Iglesia católica mundial simultáneos vivos, el reinante y los eméritos. A diferencia de los años de tres papas precedentes, estos podrían no sucederse uno a los otros, sino convivir. Imaginar a tres papas, vivos, vestidos de blanco, viviendo en el Vaticano me parece de alta complejidad para la comprensión lectora mínima del católico medio. A algunos, la idea de ver ahora a los dos papas juntos ya les chirría. Papa hay uno, pero si visualmente visualizas dos, y además visten de blanco igual, la estética de la puesta en escena confunde. Además, el desconcierto se agrava por motivos ideológicos. Ahora los tenemos viviendo allí mismo, en el recinto vaticano, y una parte de la Iglesia se ha enrocado con Ratzinger, instrumentalizándolo y haciendo de él un icono del pasado riguroso y conservador, mientras lo contraponen al Papa actual, populista y agitador de masas. No ha sido fácil de explicar, la coexistencia papal dual. La dimisión de Ratzinger cogió sin preparación a la Iglesia. La dimisión de Bergoglio no debería de ser una sorpresa, y el procedimiento para establecer qué hace el Papa emérito debería ser más clara y bien dibujada.
Deseo mejor vida al papa Ratzinger, que desde hace tiempo ya ha dicho que se está despidiendo de este mundo, y que hace lo que quería -rezar y llevar una austera existencia- pero no donde quería. Él habría preferido marcharse a Alemania, pero finalmente optó por una vida discreta en Roma, si es que un papa emérito puede conseguir una vida discreta. De vez en cuando se encuentran con Bergoglio, y la sintonía, para los que lo perciben y conocen de cerca, es más alta que la que amplifican algunos envenenados medios de comunicación que se divierten con la confrontación, un arte, el de la polémica y la división, en el que Roma ha sido a menudo vencedora.
El argentino Bergoglio no esconde las intenciones de dimitir si se presenta el momento. La maquinaria de la sucesión ya hace tiempo que ha arrancado tenuemente los motores
El argentino Bergoglio no esconde las intenciones de dimitir si se presenta el momento. La maquinaria de la sucesión ya hace tiempo que ha arrancado tenuemente los motores. El nuevo Papa, el tercero, tendrá que salir del colegio cardenalicio que cada vez más se parece al tipo de Iglesia que prefigura el papa Francisco: más sinodal, es decir, más liderazgos compartidos, más periférica -menos eurocéntrica-, más destinada a servir y ser útil a la humanidad y no ligada a los propios intereses, más universal, polifacética, capaz de ser herida. El poder central de la Iglesia no sigue los mecanismos de una multinacional, a pesar de ser una multinacional de maravillosos engranajes y ramificaciones. El presidente de la compañía no vendrá escogido por un comité directivo pequeño, sino que todo el colegio de cardenales votará. El nuevo Papa, sin embargo, quizás todavía no está dentro de este círculo. Bergoglio ha creado muchos cardenales, pero todavía puede escoger más. De su destreza fichando colaboradores, puede depender el futuro de la Iglesia. Siempre con la ayuda del Espíritu Santo, otro protagonista que también interviene en esta elección. El lunes pasado no fue fiesta porque sí, sino que se llama la Segunda Pascua o venida del Espíritu, Pascua Granada o Pentecostés. Todos estos ingredientes, el Papa actual, sus colaboradores y la misteriosa figura del Espíritu Santo, son los que pueden propiciar la foto de los tres papas.