El antisemitismo renace de manera chapucera en las calles de Barcelona, con pintadas contra los judíos en que se los tilda de cerdos. Condenable, identificable y esporádico. Pero hay también un antisemitismo más sutil y perverso, aquel que "no sabe por qué" pero es hostil a los judíos, a todos, sin distinguir entre Estado de Israel, judaísmo cultural, religión judía: todo en el mismo saco, de los "asesinos de Jesucristo" a los ocupantes de Palestina, de las víctimas de la shoah a los Premios Nobel o los supuestos lobbies financieros y mediáticos. Los judíos en Catalunya –y en todas partes– han sufrido mucho, parece una obviedad tener que repetirlo. Cuando yo nací, con Franco todavía vivo, los judíos tenían que optar a menudo por la criptoidentidad. Era preferible no decir que eras judío si no tenías ganas de acabar en una lista de sospechosos. Cuando había alguna situación turbia se hacía referencia a una conspiración "judeomasónica". No tengo 100 años, no hace tanto tiempo de todo eso. No es fácil ser judío. Perteneces a una comunidad estigmatizada, fascinante pero desconocida, sospechosa. Muy cansado en un aparente momento de libertades conquistadas y de pluralidad social aceptada.
Esta semana he vivido directamente dos momentos judíos que han coincidido con la execrable pintada antijudía barcelonesa. El primero, el martes por la tarde, una conferencia sobre la aportación judía al cine mundial. Una trayectoria por el cine judío a lo largo de la historia, desde las grandes producciones bíblicas como Sansón y Dalila a las películas intimistas como el filme de 1999 de Amos Gitai Kadosh ('Sagrado'). El recorrido sobre los judíos en la pantalla fue abordado en el Auditorio Blanquerna por el profesor Joan-Andreu Rocha, que tomó las primeras películas de tema bíblico e hizo un análisis de la narrativa judía en el cine, pasando por el Holocausto pero también por las series, por la identidad judía latinoamericana y por el judaísmo cultural de Woody Allen. Nos habló de películas como El creyente (un judío que se vuelve antisemita), Europa Europa, de Agnieszka Holland y El noveno día, de Volker Scholöndorff, y del juicio de Eichmann.
Mientras eso ocurría en la calle de Valldonzella, alguien ya había pintado la Sinagoga Mayor de Barcelona con pintadas antisemitas, cerca de la Generalitat. Horas después, algunos estudiantes de Blanquerna de Relaciones Internacionales, Periodismo, Audiovisual y Publicitat y Marketing se reunían en el Espai Mallorca, en el corazón del Raval en la plaza de Vicenç Martorell, para una sesión de "teotapas" con Jai Anguita, el presidente de la Comunitat Jueva Bet Shalom. El objetivo era discutir un rato con un líder religioso, en este caso judío, y poder hacerle preguntas en ambiente informal. Anguita, que mientras cenábamos nos explicó que normalmente por el Raval se quita la kipá de la cabeza para no ser identificado como judío, nos recordó que cada año recibe unos 150 correos electrónicos de gente que "se quiere hacer judía". Suelen ser personas con antepasados judíos que tienen interés en recuperar su identidad. Anguita habló del concepto de justicia en el judaísmo, del espíritu crítico, del reto de encajar la modernidad con la liturgia de la vida religiosa y explicó los diversos tipos de vivencia del judaísmo, de la ortodoxia al progresismo. Con todo, estamos hablando de muy pocas personas, con solo cuatro sinagogas en Barcelona. Anguita es probablemente el primer judío que los estudiantes han conocido. La ignorancia es un peligro y tener prejuicios contra toda una comunidad, a la cual encima ni conoces, es corregible solo con el conocimiento, el interés y el respeto.