Es casi seguro que la mayoría de los que me estáis leyendo sentís una aversión, o incluso repulsión, por un insecto común que encontramos en todas partes del mundo, la cucaracha. Existen muchas especies de cucarachas, que viven en varios tipos de hábitats, pero las cucarachas que conocemos más —porque son una peste y nos las podemos encontrar en la despensa o en la cocina— son la cucaracha rubia y la cucaracha roja, cuyo nombre científico es, respectivamente, Blatella germanica y Periplaneta americana, lo que indica que, seguramente, el origen de la primera es centroeuropeo y el de la otra, americano. Pero lo cierto es que estos nombres son equívocos, porque estos no son sus orígenes geográficos. La primera especie de cucaracha Blatella fue descrita por Linné, en 1776, a partir de unos especímenes que le trajeron de Holanda o Alemania, de ahí el nombre que le puso. Aunque en Europa hay especies próximas a las cucarachas, estas viven en la naturaleza, mientras que Blatella germanica solo vive donde viven los humanos. Podemos decir que es una especie comensal del hábitat humano y la encontramos en ciudades y pueblos, dentro de nuestra casa. Están extendidas por todos los continentes, a excepción de la Antártida (cierto es que la presencia humana es muy esporádica, aparte del frío extremo). De hecho, hay épocas en las que son una verdadera peste, porque además de esconderse en sitios húmedos y calientes, es una especie de reproducción muy rápida y que genera muchos descendientes y, además, es excepcionalmente resistente a insecticidas y demás tratamientos para erradicar pestes, como muy bien sabe quien tiene la desgracia de tener en casa.
¿Cuándo llegaron las cucarachas a Europa? Linné no había visto ningún ejemplar parecido antes de que le trajeran esas primeras cucarachas de tierras germánicas. De hecho, cuando se compara el DNA de la cucaracha rubia con otras especies europeas de la misma familia, las cuales viven fuera de los ámbitos urbanos, no presenta mucha similitud, indicando una probable distancia filogenética. En cambio, la cucaracha asiática, Blatella asahinai, descubierta en 1981 en la isla Okinawa de Japón y originaria del golfo de Bengala, es mucho más parecida en forma, color y tamaño a la cucaracha rubia que tanto conocemos, por lo que ya se propuso que son especies muy relacionadas. Aunque las cucarachas urbanas son tan conocidas por todos, desconocíamos de dónde y cómo surgieron. ¿Cómo puede ser que la cucaracha rubia fuera descrita en Europa, cuando la especie más próxima es una cucaracha de Asia? ¿Cómo y cuándo esta cucaracha llegó a Europa? Y, todavía más importante para los intereses humanos, ¿cómo y cuándo esta cucaracha ha llegado a todos los confines del mundo? Este gran misterio es el que han intentado resolver, desde ya hace unos años, un grupo de científicos, y acaban de publicar un artículo que "casa" la genética con las actividades humanas, principalmente las guerras y las transacciones comerciales.
El misterio de la cucaracha rubia solo se puede resolver si tenemos en cuenta las actividades humanas, ya que está íntimamente unido a nuestro sistema de vida, el cual le ha proporcionado un hábitat "amable" para sobrevivir
En este trabajo, los investigadores han secuenciado el DNA mitocondrial y más de 150.000 marcadores genéticos de 281 cucarachas procedentes de 17 países de todo el mundo para intentar comprender cómo pudieron pasar de Asia a Europa, y distribuirse por todas partes en estos dos últimos milenios. Los resultados muestran que la cucaracha rubia deriva de la cucaracha asiática (originaria, como hemos dicho, de la India o de Myanmar) hace unos 2.100 años, e inicialmente se distribuyeron por Corea, Indonesia y la India. También demuestran que las actividades humanas han determinado la distribución de cucarachas. Así, por ejemplo, Singapur y Australia tienen cucarachas más relacionadas filogenéticamente con las de Estados Unidos que con países asiáticos próximos, como Indonesia.
Proponen —aunque no saben qué genes están implicados— que lo que diferenció a B. germanica de B.asahinai fue la adaptación a la comida de los humanos. Dado que los humanos acumulamos comida y vivimos en entornos "cuidados", con temperaturas más estables en comparación con la intemperie, esto permitió a las cucarachas tener acceso a comida y evitar las inclemencias climáticas, con lo que pudieron reproducirse más, pero a la vez hizo que dependieran de la presencia humana. Demuestran que se generaron dos tipos de cucarachas "domesticadas", las urbanas y las rurales, en un momento en el que las civilizaciones asiáticas estaban en pleno crecimiento. Además, infieren que ha habido dos oleadas "migratorias". Hubo una primera migración de cucarachas coincidiendo con las expansiones militares de los imperios islámicos, hace unos 1.200 años, que las llevó hasta Oriente Próximo. Y, probablemente, esta oleada se produjo porque los soldados las llevaron —sin saberlo— en sus cestos de avituallamiento, digamos que como polizones inesperados, a caballo. Pero después, hubo una segunda oleada, mucho más potente y persistente, a finales del siglo XVIII, probablemente gracias a las actividades mercantiles coloniales de las Compañías Británica y Holandesa de las Indias Orientales, que las llevaron en barco hasta Europa. Alguna descendiente de estas cucarachas viajeras en barcos llenos de especias y otros productos de las colonias, debió ser la que fue enviada a Linné. Recordemos que entonces las ciudades europeas empezaron a crecer y las condiciones de las casas, con cañerías para llevar el agua fría y caliente, generaron el ambiente idóneo para la reproducción masiva de las cucarachas, un paraíso de humedad y calor, mientras que las líneas comerciales de transporte las distribuyeron durante el siglo XIX y XX por el resto del mundo.
Así que podemos decir que el misterio de la cucaracha rubia (que no es de oro, pero tiene color de oro viejo) solo se puede resolver si tenemos en cuenta las actividades humanas, ya que está íntimamente unido a nuestro sistema de vida, el cual le ha proporcionado un nicho ecológico distinto por ocupar, un hábitat "amable" para sobrevivir. Los humanos han contribuido a distribuir muchas especies invasoras, de momento, se calcula que más de 37.000 especies. Pero con respecto a la cucaracha rubia, todavía nos queda descubrir qué variantes genéticas las hacen tan resistentes y persistentes, incluso, cuando las intentamos erradicar con compuestos tóxicos, que lo matan todo, pero ellas, continúan.
Este será un nuevo capítulo de "El Misterio de la cucaracha de oro", a dilucidar en el futuro, con más investigación. ¡Esta intersección entre la genética y la historia, que nos permite entender lo que vemos y vivimos cada día, es apasionante!