El carácter "progresista" de la izquierda española es, en términos generales, un mito. Me refiero a sus ideas y hechos dentro del ámbito de lo nacional-territorial (y lingüístico). Si repasamos las ideas y sobre todo la práctica de los partidos españoles que dicen ser de izquierdas (PSOE, Sumar, Podemos) son excepción las personas y sectores que mantienen una concepción abierta y plural del nacionalismo, de los nacionalismos, del Estado. Sabemos que el nacionalismo, como mínimo algún nacionalismo, siempre está presente, se reconozca o no. Y siempre aparece también en el caso de aquellas personas que niegan ser nacionalistas, porque, dicen, ellos son "cosmopolitas" o "internacionalistas". Eso forma parte del mito.
A lo largo de mi vida académica, he conocido a unos cuantos de estos presuntos "cosmopolitas" e "internacionalistas". Curiosamente, prácticamente todos ellos mostraban un claro nacionalismo de Estado a los pocos minutos del inicio de la conversación, así como una actitud entre sorprendida y desconcertada al comprobar que sus ideas y referencias empíricas ni eran de sentido común, ni estaban bien preparadas para encajar los argumentos de los participantes en la conversación. El déficit analítico de este tipo de nacionalistas faro de las izquierdas, no está tanto en lo que piensan como en las plataformas intelectuales desde las que piensan las realidades políticas. Es decir, se trata de déficits en la cultura política heredada, que propician actitudes falsamente progresistas basadas en la conocida arrogancia que menosprecia todo lo que ignora.
A veces, en nombre de un progresismo centrado solo en temas de carácter socioeconómico, algunos pretenden ser progresistas en todo el resto de ámbitos. Es lo que los escolásticos llamaban incurrir en la falacia pars pro toto (tomar la parte por el todo).
Quizás no hay que olvidar aquello que Santiago Rusiñol decía, en un tono distendido: "Los progresistas son como los caballos que llevan unas anteojeras de cuero en los ojos. No pueden ver más que enfrente".
En la práctica, buena parte de los dirigentes de los partidos citados anteriormente mantienen posturas conservadoras del statu quo, en la práctica alejadas de una lógica transformadora en términos de emancipación y de pluralismo nacional. Incluso algunos sectores de estos partidos no es que sean conservadores, sino que son directamente reaccionarios. Participan de la misma cultura política nacionalista estatal que, por ejemplo, algunos jueces y fiscales de la cúpula judicial española. Existen posicionamientos, centrándonos solo en el caso del PSOE, de González, Guerra, Bono, Lambán, Page, etc., que resultan congruentes con los pronunciamientos de la legitimación de carácter nacionalista de personajes como Lesmes, Marchena, Llarena, García-Castellón, Barrientos, Aguirre, etc. La unidad del Estado, en este caso, la defensa de un nacionalismo español iliberal e irredento que creen que está por encima de los valores y principios organizativos del Estado de derecho y de la democracia. Si el primero se ve amenazado, hay que priorizarlo ante los otros dos componentes del Estado.
Algunos sectores de los partidos españoles que dicen ser de izquierdas no es que sean conservadores, sino que son directamente reaccionarios
Naturalmente, no todo es lo mismo. El infierno está lleno de matices. Algunos dirigentes políticos callan cuando los actores jurídicos resbalan por la pendiente del autoritarismo y de la falta de profesionalidad. No es lo mismo mantener posturas enloquecidas, como las del juez Aguirre, que alinearse con el espíritu retorcido y maquiavélico de las surrealistas y muy pobres argumentaciones de Marchena y sus colegas de la Sala Segunda del Tribunal Supremo en el momento de saltarse en la torera la aplicación de la ley de amnistía (con la clara e incontestable discrepancia de la jueza Ana Ferrer, un voto particular que puede ser decisivo en la resolución final del caso).
Uno de los problemas del sistema judicial español es que no está protegido de las arbitrariedades e impunidades de los jueces y magistrados (dejamos ahora de lado al "sindicato de los fiscales franquistas"). En una democracia avanzada, algunos de estos jueces podrían estar en la cárcel. Son ejemplos de un nacionalismo que la democracia y la Constitución tendrían que haber dejado fuera de circulación en una sociedad plurinacional. Pero no solo no lo hicieron, sino que permite actuar sin trabas a unos jueces y fiscales que todo apunta que habrían sido más felices trabajando durante la dictadura franquista, de la que provienen.
Pero aparte de estos hechos jurídicos lamentables que hacen el ridículo y son el hazmerreír de los profesionales europeos, de hecho toda la cultura política española está teñida de un fuerte nacionalismo de Estado muy poco integrado con los valores y objetivos liberal-democráticos. Se trata de una cultura política que atraviesa los partidos políticos de la derecha y también de la izquierda, muy poco abierta a admitir las consecuencias institucionales y políticas del pluralismo nacional, cultural y lingüístico de la sociedad española.
Las mismas tradiciones intelectuales de las izquierdas, sean más socialistas, liberales o republicanas, no están, de hecho, bien preparadas analíticamente para entender bien el mundo de los nacionalismos, especialmente de los nacionalismos no estatales. Hay que recordar que tanto el liberalismo como el socialismo son teorías del Estado. Y todos los Estados del mundo son nacionalistas. No hay ninguna excepción empírica en el planeta.
Aunque sabemos que los cerebros humanos son propensos a ser crédulos y perezosos, creo que los "progresistas" tradicionales tienen que espabilarse intelectualmente si quieren serlo en ámbitos situados más allá de las cuestiones socioeconómicas y de sexo/género (ámbitos nacionales, ecológicos, lingüísticos, etc.). De lo contrario, seguiremos con las falsedades implícitas que recuerdan lo que dice el "Rumor" en el Prólogo del Enrique IV, 2.ª parte, de Shakespeare:
"En la lengua me cabalgan continuas calumnias,
que pronuncio en todos los idiomas
llenando de falsedades los oídos de los hombres.
Hablo de paz mientras la oculta hostilidad
hiere al mundo con una sonrisa acogedora"