Pensaba que en diferentes artículos anteriores en este diario había dicho todo lo que podía decir sobre el controvertido interés de Aena de ocupar el espacio protegido de La Ricarda con el fin de convertirlo en pista para aviones. Me equivocaba, porque el serial de movimientos que genera este proyecto continúa y continuará, siendo la noticia más reciente la del pacto entre Generalitat y Estado del 2 de agosto del 2021.
El acuerdo llega después de una intensa campaña de presión por parte de Aena que, de repente, ha tenido prisa y necesidad de tener a la Generalitat de cara para poder gestionar la difícil ocupación del espacio protegido en cuestión. No dudo de que, sin esta necesidad, Aena habría pasado olímpicamente de los catalanes y habría llevado a cabo los proyectos que ya tenía previstos dentro de su territorio de 1.553 hectáreas (que no incluyen la codiciada y protegida La Ricarda) como la terminal satélite o el máster plan inmobiliario. Como necesitaba la Ricarda, lo ha puesto todo en un mismo paquete y ha vendido a la sociedad y a los agentes, por ahora con éxito, que sin La Ricarda no había ampliación. Por cierto, en su plan director, la inversión prevista por el concepto "adquisición de terrenos para ampliación de la pista 07R/25L" es de 64,5 millones de euros. Personalmente he dejado claro, del derecho y del revés, que no me he podido pronunciar sobre si hace falta o no ocupar La Ricarda, por falta de información y por defectos de transparencia.
Uno de los beneficios que se derivarían de un Prat ampliado es la creación de empleo. Cojo la declaración de la ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno en rueda de prensa después del acuerdo con la Generalitat; y también el publirreportaje en doble página de Aena de este pasado fin de semana en diferentes medios sobre la necesidad de ampliar su aeropuerto y cantando las excelencias de que se convierta un hub intercontinental.
Aena ha conseguido que la Generalitat le allane el camino para alargar la pista por La Ricarda, sin preguntarse si El Prat tiene que ser un hub intercontinental
La ministra ha afirmado que la inversión de 1.700 millones de euros generará 83.000 puestos de trabajo directos y 365.000 puestos de trabajo totales (sic) (incluidos los indirectos, los inducidos y los catalizadores como el turismo). Si 1.700 millones tienen este efecto, suponiendo que la inversión anual de Catalunya (la media de dos años normales como el 2018 y el 2019 fue de 45.777 millones de euros) tuviera los mismos efectos directos y de arrastre, estaríamos hablando de la generación de 9.805.000 puestos de trabajo. Eso es imposible.
Tomemos ahora lo que afirma el publirreportaje de Aena. Habla de la suma de dos proyectos, la transformación del aeropuerto en un hub (inversión de 1.704 millones) y la creación de una ciudad aeroportuaria (proyecto inmobiliario citado antes). Según Aena, se generarían 195.000 nuevos puestos de trabajo (sic). Puestos estables, no sólo vinculados a la construcción del hub. Siguiendo con el mismo criterio sobre la inversión que se hace en Catalunya, en el país se generarían (anualmente) 5.238.000 nuevos puestos de trabajo. Aunque lo sitúa a 21 años vista, eso parece imposible en un país donde el número de ocupados actualmente es de 3.417.000.
El tiempo dirá cómo se concreta la ampliación y si el impacto sobre los puestos de trabajo va en la línea que apuntan los datos aportados por Aena. Los cálculos también existen sobre el valor añadido bruto, facturación y salarios. De momento Aena ha conseguido que la Generalitat le allane el camino para alargar la pista por La Ricarda, sin preguntarse si El Prat tiene que ser un hub intercontinental. En España ya hay uno, en Gran Bretaña, Alemania, Francia, Holanda y Suiza también, pero ni Austria, ni Dinamarca, ni Noruega, ni Irlanda, ni Bélgica tienen uno. Aceptando que tuviera que ser un hub, la pregunta es si la decisión pasa por sacrificar un espacio natural superprotegido, y hacerlo sin análisis rigurosos sobre necesidad, costes y beneficios, y sin valorar otras soluciones como muchos expertos sostienen.
El Estado (Aena es Estado) siempre gana; Catalunya, como en tantos otros casos, va a remolque de lo que le dicta quien tiene el dinero y el poder político; Aena, como empresa, va a su negocio, no le importa la economía catalana como tal; y los pobres patos ahora están un poco más condenados de lo que ya estaban.