Siempre que hay elecciones, voy a votar y lo hago por una razón elemental: colaborar en la defensa de propuestas políticas que considero adecuadas y confiar mis impuestos a gente fiable. Como tanta otra gente, la elección de la papeleta la hago teniendo presente dos cosas: 1) que los candidatos trabajen por Catalunya, que es mi espacio vital de referencia, y 2) que me inspiren confianza, que sean buenas personas, cumplidores, demócratas, constructivos, etcétera.

Estoy empadronado en Barcelona, y para el próximo 10-N puedo escoger entre múltiples opciones, siete de las cuales (de acuerdo con las encuestas y con los resultados de las últimas elecciones) tienen probabilidades de obtener representación en el Congreso. De estas siete, cinco cabezas de lista son mujeres, lo cual es de celebrar.

Dicho esto, solemos clasificar las candidaturas sobre la base del eje izquierda-derecha, y en este sentido tengo claro que no votaré ni a la extrema derecha, ni tampoco a los que se aproximan o la blanquean. Tampoco votaré un partido que sea una sucursal de Madrid, aunque no sea de derechas. Por ejemplo, el partido de la señora Batet y el señor Zaragoza me envía una propaganda electoral a casa en la que sale 11 veces la palabra España y 2 la palabra Catalunya. Me lo ponen fácil.

Pero antes que todo eso, por una cuestión de principios, no votaré a candidatos que destilen odio, persecución, venganza y similares, porque eso es ir hacia atrás democráticamente. Aunque el partido de la candidata Batet, el partido que antes defendía el federalismo y el derecho a decidir, se encuentra muy cerca de estos planteamientos, hay dos candidatas que lo superan, no sólo en eso sino también en otras cosas.

La primera de ellas, es Inés Arrimadas. Ya hace años que en Catalunya la tenemos en el escenario político y ahora se presenta para representar los intereses de sus votantes en Catalunya. Digo representa, porque si bien su partido nació en Catalunya, actualmente Arrimadas es candidata de una sucursal. Eso no la hace una candidata ni mejor ni peor. Lo que a mi entender más la define es que es fantasmagórica, vacía, sin contenido: rascas la superficie y no queda nada. Bueno, sí que queda, una españolidad monolítica y un anticatalanismo recalcitrante, al más puro estilo de la extrema derecha. Aparte de eso, nada más. Vamos por la forma.

Arrimadas y Cayetana interactúan con los otros con mala educación, no escuchan, no dejan hablar, los interrumpen, y eso es de muy poca categoría intelectual y democrática

Cuando Arrimadas habla me hace pensar en un amigo mío de toda la vida que tiene un loro que habla. Tiene un repertorio muy limitado, pero sabes anticipadamente lo que dirá. Inés, a diferencia del loro (y lo digo con toda la simpatía), presenta un perfil con dos rasgos diferenciales: el primero es que actúa como una modelo en la pasarela, lo cual le resta espontaneidad y sinceridad de imagen visual; la segunda es que, quizás inconscientemente, tanto en la palabra como en la gesticulación transmite odio, una especie de maldad, de irascibilidad permanente, de enfado. Cuando está enfadada, que es prácticamente siempre, se le salen los ojos de la cara, y eso le contrarresta sus esfuerzos por la estética. Se ve que viene de una escuela aventajada, con los Cañas, Carrizosa, Rivera y compañía, que van más bien cortos de sonrisas y de buen rollo.

La otra candidata que supera, y en mucho, a Meritxell Batet es Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos. En las últimas elecciones fue la única de su partido que salió elegida diputada, en un récord histórico de malos resultados. Eso no ha sido obstáculo para repetir, seguramente porque su partido da por hecho que en Catalunya no tiene mucha cosa que hacer. En cualquier caso, esta candidata es de la cuerda de Arrimadas en materia de españolismo y anticatalanismo, cerca, por no decir rozando, de la extrema derecha.

Esta marquesa de nacionalidad argentina, francesa y española, transmite una especie de "clase". Y parece, también, que ande por una pasarela cuando actúa en política, con sus vestidos de diseño y su glamour. Aparte de eso, Cayetana, cuando está en pleno show, tiene ademán tirante y distante, prepotente, perdona vidas, transmite la imagen de arrogancia y de desprecio a quien la rodea. También de ser fría como el hielo y de trato un tanto cruel. Todo muy respetable, claro está, que cada uno es como es.

Arrimadas y Cayetana, candidatas por Barcelona, comparten dos cosas más: sea porque son títeres de algún guion, sea porque les sale del corazón, interactúan con los otros con mala educación, no escuchan, no dejan hablar, los interrumpen, y eso es de muy poca categoría intelectual y democrática. También comparten el hecho de que no son personas con arraigo (y no me refiero a los orígenes) en Catalunya, ni lo quieren tener, lo cual, con una perspectiva de representatividad electoral es una contradicción. Su raíz es, vivan donde vivan, España. Catalunya les queda lejos. Y como sujeto político, no sólo eso, sino que están aquí para aniquilarlo, que es el objetivo.

El lector entenderá fácilmente por qué no se me pasa por la cabeza votarlas, a ninguna de las tres.