José Luis Bonet Ferrer es un conocido contrario a las tesis independentistas. Accionista y presidente de honor de Freixenet (controlada actualmente por la alemana Henkell), ha desarrollado numerosos cargos institucionales dentro de la órbita empresarial a lo largo de su trayectoria y ha recibido múltiples distinciones que lo han convertido en un hombre público. Desde 2014, es presidente de la Cámara de Comercio de España, una posición que le confiere una visibilidad ahora que no tiene como empresario, y desde dónde, de vez en cuando, pontifica a la manera política.
A remolque de su activismo, cuando el señor Bonet habla de la economía catalana, lo que dice, que acostumbra a ser muy poco, lo pasa por el prisma de la maldad secesionista. De esta manera va más guiado por los sentimientos que por la objetividad, un hecho sorprendente viniendo de un brillante titulado en Derecho y profesor durante 49 años de Economía Política y Hacienda Pública de la UB. Lo ha hecho a lo largo de los últimos años y lo ha repetido esta semana.
Es indicativo que, en 2018, la Cámara que preside se gastó medio millón de euros en una campaña para demostrar que España era una democracia consolidada, a fin de combatir el daño reputacional internacional que sufría el país como consecuencia del embate independentista. También lo es que, después de que anunciara las siete plagas de Egipto sobre la economía catalana por culpa del procés, en 2019 tuvo que pone los pies en el suelo y afirmar que la economía no se había colapsado como él vaticinaba.
Ante la negativa del Apocalipsis a darle la razón, Bonet se aferra de manera reiterada al hecho de que la economía catalana ya no es la que era... dentro de España. Esta semana lo ha vuelto a hacer, en el acto de presentación de un estudio de la Cámara que preside y del Consejo General de Economistas, una institución presidida, por cierto, por Valentín Pich, otro catalán. El estudio recoge datos económicos, sociales y empresariales de las comunidades autónomas de los últimos 45 años, donde Madrid acaba encaramada como abanderada en porcentaje de PIB español, concretamente el 19,4%, ante el 19% catalán, que pierde el número 1 del podio. Eso es debido, como demuestra el profesor Albert Carreras (diario Ara, 18/2/21), al mayor aumento de población, no a un aumento del PIB por cápita.
cuando el señor Bonet habla de la economía catalana, lo que dice, que acostumbra a ser muy poco, lo pasa por el prisma de la maldad secesionista. De esta manera va más guiado por los sentimientos que por la objetividad
En cualquier caso, tal como recogen los medios, en el acto en cuestión el Sr. Bonet entonó otra vez el sonsonete: "por culpa del procés, Catalunya ha dejado de ser líder de la economía española, ha pasado a ser una comunidad autónoma más, y eso no se lo merece". Vamos por partes.
El Sr. Bonet culpa una variable (el procés) de ser explicativa de un hecho (dejar de ser líder), sin aportar ningún dato de la relación positiva entre ellas. También podría relacionar la variable dependiendo de los títulos conseguidos por el Real Madrid respecto a los del Barça en el últimos 45 años, y quedarse tan ancho.
El Sr. Bonet también se empeña en considerar que, al dejar Catalunya de ser líder en PIB absoluto, pasa a ser una comunidad más, una degradación vergonzosa (ser como el resto), una cosa que los catalanes no nos merecemos. Una vez más la afirmación del Sr. Bonet es pura retórica. Si fuera racional justificaría la necesidad de liderazgo catalán con argumentos, del tipo España nos comprará más, seremos más exportadores, innovaremos más, resolveremos el déficit fiscal, seremos más influyentes sobre el gobierno central, etcétera. Pero no lo hace. Visto así, como lo dice él, desear ser líder en PIB por el mero hecho de serlo, es estéril desde la perspectiva del autointerés catalán.De hecho, ser líder en volumen de PIB, pero no serlo en gasto per cápita (consumo privado + consumo público) sirve, sobre todo, para alimentar a los demás. Arrastrado por una especie de mantra de autoodio, no dice por qué, objetivamente, ser líder español es ventajoso. Hace lo mismo que los políticos que se plantean como norte para Catalunya ser el motor económico de España. Porque sí. Ni lo sueñen.
Apropiándose de sus declaraciones y aplicándolas a Freixenet, uno podría afirmar que "por culpa de la anterior gestión, España ha dejado de tener una empresa líder mundial en el sector del vino espumoso, para pasar en manos alemanas, y eso el país no se lo merece", y quedarse tan ancho, quizás desde el acierto.