En mis últimos artículos, me referí a la crítica que había generado un balance triunfalista de la descentralización autonómica por parte de la Cámara de Comercio de España y del Consejo General de Economistas. Poco después de la publicación de aquel trabajo de carácter casi propagandístico, una institución como Funcas publica uno del profesor Santiago Lago (Universidade de Vigo) donde hace un balance y perspectivas de 40 años de descentralización en España (1978-2018).
El autor sostiene que el estado español es, de facto, un estado federal, al cual se ha llegado a una velocidad inusual y que actualmente cuenta con un grado de descentralización fiscal situado en los puestos punteros de la Unión Europea. El proceso, afirma Lago (aportando siempre datos), se ha llevado a cabo con un grado de satisfacción generalizado y creciente por parte de los ciudadanos españoles. Sólo en los últimos años se ha registrado un cierto retroceso en el apoyo por parte de la población, entre otras cosas por tensiones independentistas. Aquí nos situamos en Catalunya, que es desde donde querría hacer algunas anotaciones sobre lo que creo que se tiene que considerar un documento riguroso.
Entre los datos que aporta Lago figura la conocida sobrefinanciación por habitante (a competencias homogéneas) que reciben Navarra y, sobre todo, el País Vasco (más del doble que las comunidades de régimen común, como la catalana) y la distancia que hay entre la descentralización observada y la deseada por parte de la población de las comunidades autónomas. En este caso, el País Vasco y Catalunya lideran las que querrían más (autonomía), mientras que en otras comunidades autonomía les sobra (Extremadura, Murcia, Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Madrid, como más destacadas).
El trabajo de Lago lamenta que no se ha cultivado la cultura de la diversidad ni de la lealtad entre niveles de gobierno propia de los estados federales, y pone sobre la mesa que hay muchos déficits y deberes pendientes si se quiere avanzar hacia un estado auténticamente federal
A diferencia del Informe45 referenciado antes, el que nos ocupa hace un balance al mismo tiempo positivo de la experiencia y reivindicativo, en el sentido que 1) lamenta que no se ha cultivado la cultura de la diversidad ni de la lealtad entre niveles de gobierno propia de los estados federales, y 2) pone sobre la mesa que hay muchos déficits y deberes pendientes si se quiere avanzar hacia un estado auténticamente federal. La agenda de asuntos pendientes y reformas aplazadas es extensa. Es necesario un "ajuste fino". He ahí algunos apuntes que van en esta línea y que me han parecido relevantes con perspectiva catalana, incluso para aquellos que no son federalistas:
- Es necesario un reforzamiento de las instituciones propias de los países descentralizados (federales) y una mayor penetración de la "cultura federal".
- No hay una estructura para la gobernanza de un sistema multinivel.
- Apuesta por soluciones territorialmente asimétricas, en respuesta a las diferencias de preferencias sobre el grado de descentralización deseado por las diferentes comunidades; en particular para poder afrontar las "presiones secesionistas de algunas comunidades autónomas". Sin embargo, el autor eso no lo ve fácil, por aquello de los agravios comparativos.
- Apunta que habría que explorar la posible devolución de competencias al Estado por parte de algunas comunidades autónomas (y no se refiere a Catalunya).
- La descentralización financiera es a menudo irreal. Gestionar muchos recursos no implica más autonomía si choca con escollos como una legislación estatal restrictiva en cuanto al uso que se puede hacer de estos recursos y, todavía más, una jurisprudencia que opta por seguir criterios también restrictivos.
- Apuesta por hacer un esfuerzo para, por una parte, constreñir la legislación básica del Estado, y por la otra, no traspasar a las comunidades autónomas algunas competencias, todo ello con perspectiva de mantener una estructura federal.
- Hay que corregir los privilegios de vascos y navarros respecto del resto de comunidades autónomas. Cita que comunidades como Catalunya, con similar y capacidad de esfuerzo fiscal, se quejan con razón de disponer de menos recursos.
Finalmente Lago anota cinco retos del sistema de financiación autonómica: la insuficiencia de recursos, la arbitrariedad en las diferencias en la financiación por habitante, la insuficiente autonomía tributaria, la dificultad de los ciudadanos a la hora de entender el sistema y, finalmente, problemas de estabilidad fiscal a nivel autonómico derivados de los puntos anteriores (entre otros, el endeudamiento).
En definitiva, un buen trabajo, con aportación de soluciones a un difícil puzzle autonómico español que Lago considera federal. Soluciones que por lado sitio se ve voluntad de abordar por parte de quien tiene la potestad hacerlo, cosa que no hace otra cosa que reforzar las tesis del independentismo catalán.