El descalabro que está provocando el coronavirus, más allá del primer problema de todos que son el humano y el sanitario, es de una magnitud insospechada. Y en el ámbito económico, las consecuencias iniciales de la pandemia son probablemente las de más alcance de 70 años acá. En artículos anteriores he tratado por encima estas consecuencias de una manera segmentada. En el último, sostenía que mientras los ingresos de las familias (como mínimo las más vulnerables) se estaban poniendo más o menos a cubierto, los ingresos de las empresas no. Sobre este tema hay pocas cosas que añadir a la queja que hacen las organizaciones empresariales, por lo tanto no me referiré a ellas, al menos hoy. También me refería al problema de los ingresos y gastos del Estado, que es dónde quiero prestar la atención.
De una manera estilizada, y prescindiendo de la Seguridad Social, tomemos el Estado como una especie de macroempresa que opera a partir de unos ingresos (que le vienen de los impuestos que pagamos particulares y empresas) y de unos gastos, sean estas operativas (de la misma organización, que suma más de 2,6 millones de empleados), de prestaciones sociales, de inversión o financieras. Como en todas partes, la diferencia entre ingreso y gasto genera unos resultados, que si son positivos sirven para reforzar los recursos propios de cara al futuro, y que si son negativos hace falta endeudarse e hipotecar en cierta manera el futuro de los que vienen detrás, que son los que tendrán que pagar la deuda.
Realmente, con la crisis de la pandemia los ingresos del Estado pueden quedar seriamente tocados como bien sabe la ministra del ramo. El primer impuesto en importancia recaudatoria es el IRPF, que por sí mismo representa el 40% de todos los impuestos. En este en concreto pocas cosas aumentarán, incluso en el supuesto de que se aprobaran los que se habían propuesto para el 2020, donde se aumentaba la imposición a las personas que más ganaban. Lo más probable, en el momento donde estamos y las perspectivas que tenemos delante, es que los ingresos de IRPF bajarán debido al tsunami empujado por diferentes fuerzas: el aumento del número de parados (con renta inferior a cuando trabajaban), los millones de personas afectadas por ERTE (con rentas también muy inferiores), los autónomos sin ingresos o con ingresos sustancialmente inferiores (que ajustan su "sueldo" en función de la actividad) y los menores ingresos que tendrán los cuadros directivos de empresas que tienen una parte de su sueldo en variable.
El panorama de ingresos del Estado, pues, no es nada positivo. Veremos qué puede pasar con los gastos, el saldo y las soluciones a este problema económico
El segundo impuesto en importancia es el IVA, que viene a representar el 34% de los ingresos impositivos del Estado. La crisis del coronavirus afectará a la baja a este concepto de ingreso en la medida en que el consumo privado baje, tanto ahora en pleno confinamiento (en este, el IVA que recauda el Estado se limita grosso modo a alimentación, limpieza, higiene, farmacia y suministros básicos de agua, gas y electricidad), como después, dado que los hábitos de consumo pueden variar de manera sustancial, entre otras cosas por la disminución previsible de la renta). Sin olvidar que un grupo que aportaba ingresos importantes de IVA, como es el turismo extranjero, previsiblemente está tocado y hundido prácticamente en lo que resta de 2020.
El tercer impuesto en importancia es el de sociedades, que en los últimos años representa en torno al 12% de los ingresos impositivos. En el caso que nos ocupa, las previsiones tienen que ser necesariamente muy negativas: si las empresas van mal, los beneficios caerán en picado y los impuestos también; las empresas que tengan pérdidas no sólo harán bajar el ingreso impositivo del año sino también el de años siguientes; todo eso sin contar con que habrá un número difícil de determinar de empresas que cerrarán puertas.
El cuarto bloque por ingresos son los impuestos especiales, los más importantes de los cuales son el de hidrocarburos y los del tabaco y licores. El primero bajará en la medida en que la actividad productiva baje, los desplazamientos internos por motivos diferentes del trabajo también y el turismo extranjero también. Sobre los ingresos por licor y tabaco, francamente no lo sé.
El panorama de ingresos del Estado, pues, no es nada positivo. Veremos qué puede pasar con los gastos, el saldo y las soluciones a este problema económico.
Modesto Guinjoan, economista.