Vamos de episodio presupuestario en episodio presupuestario, porque a estas alturas del año es lo que toca. Esta semana se han cerrado los acuerdos para seguir en sus tramitaciones los presupuestos de la Generalitat y los del Estado español.
De los españoles solo diré que están encauzados gracias al apoyo aritmético de una parte del independentismo catalán, a cambio de contrapartidas que, las que son conocidas, parecen poca cosa, y las que son desconocidas las desconocemos. Tendría que haber, de lo contrario no se entendería que Pedro Sánchez consiguiera en su día la presidencia, y que ahora tenga asegurado el poder por lo que resta de legislatura a cambio de un plato de lentejas. Sin embargo, no sería la primera vez que en Madrid los votos de los catalanes salen baratitos baratitos. Ya se verá. Justamente del precio del apoyo es de lo que quiero hablar, no referido allí, sino a los presupuestos de aquí.
La que parecía ser la formación socia natural en los presupuestos catalanes, la CUP, se ha retirado y ha presentado enmiendas a la totalidad, igual que el resto de formaciones (populares, ciudadanos y socialistas. Estos últimos, por cierto, consiguen que les aprueben los suyos en Madrid, sin corresponder aquí). Como nos falta información y la política no es mi terreno, me abstendré de juzgar como aciertos o desaciertos las decisiones de los partidos implicados.
Con perspectiva económica, la de los presupuestos es una negociación con intercambios: modificar conceptos de gasto (para primar unos en vez de otros), modificar conceptos de inversión y/o, también, variar de dónde vendrán los ingresos fiscales, a cambio de votos parlamentarios para sacarlos adelante. En la negociación juegan, naturalmente, socios prioritarios y, si hay (casi siempre hay), socios sustitutivos.
El socio prioritario, la CUP, decidió salir de escena durante la negociación porque consideraba insuficiente la oferta que les hacía el Govern, particularmente con respecto a lo que la diputada Reguant ponía bajo el paraguas de macroproyectos y turismo. Para ellos, el gobierno catalán compraba barato el apoyo a la propuesta presupuestaria. Sin embargo, el prestigio negociador que acarrea la formación asamblearia es, por decirlo suavemente, discreto e imprevisible. Tanto, que se hace previsible. Esta vez tampoco ha fallado.
Quien ha desencallado la tramitación ha sido En Comú Podem, absteniéndose de votar en contra. El partido ha obtenido prácticamente lo mismo que pedía la CUP, pero con una contraprestación de gran valor, que es facilitar la aprobación de los presupuestos de la ciudad de Barcelona, un feudo de considerable poder político y simbólico.
La figura más beneficiada de la formación ha sido la alcaldesa Ada Colau y sus socios. Se puede afirmar que Colau ha entendido la lógica de su nuevo oficio desde hace 6 años, lejos de su antiguo papel de activista social. Llegó a alcaldesa a fuerza de votos, pero la segunda vez (2019) fue práctica. No le tembló el pulso cuando le ofrecieron repetir a pesar de no ser la ganadora de las elecciones. Sacrificaba una pizca y temporalmente el desprestigio político que suponía llegar de la mano de Manuel Valls, pero mantenía la alcaldía, que es lo que cuenta. En aquel caso no compró el apoyo, se lo regalaron.
El tiempo dirá si el intercambio entre ERC y En Comú Podem pasa factura a los primeros en las próximas elecciones municipales del 2023. Podría dejar tocada la candidatura de un buen alcaldable como Ernest Maragall, lo cual se tendría que computar en el capítulo de costes asumidos por la formación de Pere Aragonès
No tendremos presupuestos de perfil CUP, que por lo visto no tienen ambición ni de gobernar ni de facilitarlo. Mientras los anticapitalistas discuten, quizás sin saber exactamente qué quieren en términos prácticos, y llegan como solución al bloqueo de las cosas, la formación de los comunes se ha puesto a ello y han entendido que el intercambio es la base de las relaciones entre quien tiene una cosa y otro que la quiere. Y aquí se ha metido la alcaldesa, una mujer que ha probado el poder, que le ha gustado y que ha aplicado el principio práctico del "todo tiene un precio".
En clave exclusiva de Generalitat, lo importante es que habrá presupuestos, más allá del precio que se paga, no se podía dejar pasar la oportunidad de unas cuentas con ingresos y gastos excepcionales en muchos sentidos. ¡Bienvenidos sean!
Modest Guinjoan, economista.