En mayo de 2011 se publicó el libro Sense Espanya, del cual fui coautor junto con Xavier Cuadras i Morató. El trabajo que había detrás, estrictamente académico, consistía en valorar el impacto económico que podría tener un boicot comercial a los productos catalanes por parte del mercado español en caso de que Catalunya se volviera independiente. Cuando lo elaborábamos, teníamos en la retina la campaña de un cierto boicot al sector del cava en 2005 (cuando estábamos en plena discusión del Estatut del 2006), y teníamos fresca la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut (2010) con la reacción ciudadana que eso comportó y todo lo que vino después, una década políticamente intensa hasta el momento actual.
En el análisis utilizamos conceptos de marketing internacional (el central del trabajo era la animosidad), establecimos supuestos de boicot por los dos lados (Catalunya y el resto del Estado), hicimos los cálculos de la incidencia de estos supuestos a partir de las tablas input-output, para acabar con un capítulo en el que nos preguntábamos si, independizándonos, económicamente salíamos ganando o perdiendo. Para hacerlo pusimos en un platillo de la balanza los costes que ocasionaría un boicot comercial, y en el otro el aumento de renta que comportaría la desaparición del déficit fiscal. Salíamos ganando bastante, por no decir mucho.
Aquel fue un ejercicio que tenía como sujeto una consecuencia económica posible muy específica (el boicot comercial mutuo) y de aquí venía también el título del libro en el sentido de alteración de las relaciones de cliente y proveedor. Comparábamos dos situaciones, la real del momento y una hipotética (ser un estado normal y corriente), sin entrar a valorar la etapa de transición.
Las estadísticas nos dicen que Catalunya depende cada vez menos del mercado español y más de los mercados internacionales
Creo que si se repitiera aquel ejercicio académico con datos actuales, los resultados del boicot comercial no diferirían demasiado de los que obtuvimos 10 años atrás. Las estadísticas nos dicen que Catalunya depende cada vez menos del mercado español y más de los mercados internacionales. Seguramente habría que introducir algunos ajustes en los supuestos utilizados como la simetría de boicots entre los dos territorios y grado el boicot entre empresas. Donde no habría que introducir cambios sería en los datos de déficit fiscal, que son una constante en el tiempo. Todo ello me hace pensar que los resultados que se obtendrían serían sustancialmente parecidos.
La experiencia del procés a lo largo de la última década ha aportado algunas luces sobre otras consecuencias económicas de la transición, pero corresponden a ámbitos diferentes del boicot comercial. Por lo que hemos podido comprobar, tienen sus raíces en otros tipos de boicot, concretamente el político y el judicial al procés. Las expresiones económicas de estos boicots las tenemos en hechos como la inducción al cambio de sedes centrales de empresas, la retirada de depósitos de la banca catalana por parte del sector público estatal, la intervención de las finanzas de la Generalitat, la persecución económica y moral a través del Tribunal de Cuentas, la recaudación de fondos para afrontar las fianzas de la Caja de Caixa de Solidaritat, las multas a instituciones vinculadas con el procés, entre otros.
Algunos de estos aspectos han sido analizados y debatidos a lo largo de los últimos años en el marco de la Comisión de Economía Catalana del Col·legi d’Economistes de Catalunya y quedan recogidos en documentos como el adjunto. También, por ejemplo, lo analizan en un artículo en el www.5centims.cat el próximo 6 de julio los economistas Estellé-Moré y Rizzo.
Estas contribuciones se suman a las incontables que muchos economistas (sobre todo en el ámbito de las finanzas públicas) se han seguido haciendo en la línea de denuncia que el estado español actúa a modo de una élite extractiva territorial, con Catalunya y el Mediterráneo como grandes perjudicados, en beneficio de la aspiradora que es Madrid. Todos ellos vienen a certificar que una Catalunya independiente sería perfectamente viable en términos económicos. Tan viable Com Àustria o Dinamarca (título de un libro, por cierto, que los mismos autores junto con Miquel Puig publicamos dos años después, en 2013) y a pesar de los boicots que quedaron calculados en el Sense Espanya hace ya una década.