Que a JxCat las cosas no le van bien lo delata la nueva campaña que ha puesto en marcha para explicarse en todo el país. Eso de querer recorrer las cuarenta y tres comarcas que ahora tiene Catalunya para llevar a la población la buena nueva de su mensaje ya lo había hecho antes CDC, tanto en época de Jordi Pujol como de Artur Mas, cuando se veía venir un batacazo electoral. Exactamente lo mismo que le pasa al partido de Carles Puigdemont, que, ante las pérdidas que hace tiempo que sufre y que últimamente se han acentuado, ha decidido moverse para tratar de restañarlas. Si lo conseguirá o solo será un parche, es lo que dilucidará el nuevo ciclo electoral que comenzará con los comicios municipales del mes de mayo de 2027.

No es casualidad que la enésima campaña en esta dirección la haya puesto en marcha precisamente ahora, cuando todavía faltan dos años para la siguiente cita con las urnas, si no se adelanta ninguna otra elección. La última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), hecha pública a finales de marzo, le pronosticaba una bajada tan importante, y además lo hacía en beneficio de Aliança Catalana —que ganaba todo lo que JxCat perdía—, que no le quedaba más remedio que reaccionar. El sondeo reflejaba, de hecho, lo que propios y extraños se olían desde hacía tiempo y constataba la tendencia a la baja de la formación del 130º presidente de la Generalitat, que en la práctica se encuentra en una dinámica parecida a la de la CDC de las últimas épocas: descenso continuado y sostenido, de manera que en cada coladita, una rasgadita, pero sin llegar al estropicio, porque, aun así, en cada contienda electoral era capaz de salvar los muebles, bien porque otros perdían más —ERC— bien porque ella misma perdía menos de lo que preveían los malos augurios de las encuestas.

El caso es que elección tras elección los apoyos a JxCat disminuyen y falta ver si sabrá templar el golpe como lo hacía CDC. Por eso la nueva campaña que el secretario general del partido, Jordi Turull, inauguró el jueves en Girona, cuyo principal objetivo, digan lo que digan las voces oficiales, es cortar la sangría de votos hacia la formación de Sílvia Orriols. El resto, que si es la única oposición de Salvador Illa, que si bajará los impuestos —Catalunya tiene el IRPF y el impuesto de sucesiones más altos de todo el Estado español gracias en parte justamente a los Gobiernos de Artur Mas y Carles Puigdemont— y que si patatín, que si patatán, es puro relleno para distraer la atención y, como siempre, hacer ver lo que no es. En JxCat hace tiempo que preocupa, y no poco, que el crecimiento de Aliança Catalana se produzca a su costa y que, así, se haya convertido en el principal rival a batir —mucho más que ERC—, porque resulta que le disputa directamente el mismo segmento del electorado independentista, que tras no encontrar cobijo en la figura del expresidente de la Generalitat quizá ahora lo encuentra en la de la alcaldesa de Ripoll.

Es por todo ello que se explica que JxCat se desmarcara a última hora del cordón sanitario contra el partido de Sílvia Orriols y la dirección nacional impusiera a la estructura local de la capital del Ripollès la retirada de la moción de censura que ya había pactado con el PSC, ERC y la CUP. Aunque tuvieron que ser los consejeros áulicos de la formación los que hicieran ver a sus dirigentes que quitársela de en medio con un pacto de perdedores era, por un lado, hacerle el trabajo y ponerle en bandeja la mayoría absoluta en las próximas elecciones municipales y, por el otro, tirarse piedras contra el propio tejado, porque cuanto más bola se le da más beneficio saca en detrimento de los demás. Y también por eso mismo se explica que de golpe y porrazo los de Carles Puigdemont hayan decidido hacer bandera de la inmigración, que es por donde Aliança Catalana le está haciendo más daño. La delegación integral de las competencias en la materia a la Generalitat, que en teoría ha acordado con el PSOE, pero que en la práctica no se acaba de concretar nunca, es —a falta de aclarar si es cierto que ERC pidió a Podemos que la frenara, según revelación de Pablo Iglesias— la punta de lanza de la política con que confía parar el golpe de la competencia de los de Sílvia Orriols.

No basta con tildar el partido de Sílvia Orriols de extrema derecha para que la gente no confíe en ella, hay que demostrar algo más ante un votante cada vez más exigente

Hasta ahora JxCat había hecho como las fuerzas mal llamadas de izquierda y no tenía el fenómeno de la inmigración entre sus prioridades o, en el mejor de los casos, lo trataba con el buenismo que se ha demostrado que provoca exactamente el efecto contrario. Una vez se ha convertido en un problema cada vez más preocupante ha optado, en cambio, por inmiscuirse, pero no por convicción, sino sencillamente para contrarrestar el avance de Aliança Catalana. El problema en estos casos es que el electorado suele preferir el original antes que la copia, y por este motivo habrá que ver si logra salir adelante y cómo. Porque no basta con tildar el partido de Sílvia Orriols de extrema derecha para que la gente no confíe en ella, hay que demostrar algo más ante un votante cada vez más exigente. Un electorado independentista, además, que, tras el fiasco en la aplicación del resultado del referéndum del 1 de octubre, ha retirado paulatinamente el apoyo a la formación de Carles Puigdemont y que quizá encontrará en Aliança Catalana aquello a lo que JxCat ha renunciado.

Sea como fuere, el hecho es que JxCat ha decidido ponerse en modo electoral cuando todavía no hay ninguna convocatoria a la vuelta de la esquina. Pero no es extraño que lo haya hecho porque, tras los sucesivos batacazos tanto en las elecciones municipales y españolas de 2023 como en los comicios catalanes y europeos de 2024, aspira a reponerse y a no repetir los malos resultados en las municipales y las españolas previstas para 2027 y en las catalanas previstas para 2028 (las europeas no serán hasta 2029). Y tampoco es nada inusual, porque, en realidad, se está comportando en clave electoral desde que en octubre de 2022 dejó el Gobierno de Catalunya, en una decisión que se ha visto que fue un grave error de cálculo de sus posibilidades. En este escenario, la nueva "campaña de proximidad" emprendida por el partido del 130º presidente de la Generalitat busca de entrada recuperar el terreno perdido en el mundo local, que es básico para aspirar a cotas más altas en otros frentes. Pero la nariz, más que las encuestas, dice que en todos lo tiene crudo.