"Si el hombre imprescindible pudiera volver una semana después de muerto, no encontraría ni un puesto de portero."
Bertolt Brecht

Apenas se había ido el dictador y aún no teníamos Constitución cuando Hollywood decidió darnos un poco más de miedo con el reclamo de un nuevo sistema tecnológico. Todos fuimos a ver Montaña rusa más por el llamado sensurround, que hacía vibrar las butacas para hacerte sentir como si tú mismo fueras sentado en la endemoniada atracción en la que alguien podía haber puesto una bomba para hacerte descarrilar y mandarte al diablo, que por el argumento perfectamente prescindible de la cinta. ¿No les da ternura hasta qué punto éramos ingenuos y lo eran los avances tecnológicos? Porque aquello no tiraba mucho —a lo mejor es que lo probé en un cine de provincias— no llegaba ni a traqueteo, más bien parecía un ruido tan estruendoso que lo hacía vibrar todo. Para nosotros entonces era la realidad virtual en su estadio más glorioso.

Más o menos así me imagino lo que nos espera a partir del lunes que viene. Subidas, bajadas, curvas salvadas por la fuerza centrípeta y vibraciones, muchas vibraciones, acompañadas de mucho ruido. Los que pensaban que el día 10 de junio volvería la calma, me temo yo que andaban errados. En estos últimos días hemos oído dos avisos a navegantes, léanse amenazas poco veladas, dirigidas a un presidente del Gobierno que va subido en la primera de las vagonetas del endiablado cacharrillo llamado gobernabilidad. El primero lo lanzó Toni Comín desde Bruselas, advirtiéndole a los socialistas que si no sacrifican a Illa para apoyar la investidura de Puigdemont, será su líder el sacrificado. Me soplan que este aviso fue transmitido desde Junts puntualmente al secretario general del PSOE, Santos Cerdán. El segundo lo envió el pobre Feijóo el lunes contestando a una pregunta sobre el runrún que circula por el Madrid que sabe y que habla de la posibilidad de una moción de censura. No la negó. Gallegueó un poco para dejar claro que no la desestima si se dan "las condiciones". Las condiciones consisten en conseguir un respaldo importante en las europeas y en que Junts se la vote sin pedir nada a cambio, sólo por el gusto de mandar al guano a Sánchez si no deja gobernar a Puigdemont.

Los naipes, que hasta ahora andaban buceando subterráneas en cenáculos y susurros, están sobre la mesa. El relato socialista las convierte en absurdas. Presentan a Feijóo como un pobre desgraciado que ha ido mendigando a Junts que lo salve cuando, con toda probabilidad, nadie ha mendigado nada y todo discurre con otras formas. Lo presentan como imposible porque afirman que Junts nunca podría pactar con Vox. En Moncloa dicen que no le dan ninguna credibilidad, pero el corresponsal que la habita ha incluido en su nueva carta la cuestión: "Incluso, como supimos ayer, tratar de forzar mi salida de la Presidencia del Gobierno con una moción de censura mediante una alianza contra natura. Todo les vale". Porque, como todos sabemos, esa alianza es contra natura ya que la naturaleza de las alianzas es que se hagan sólo a su gusto.

Nadie habla sotto voce de un pacto. Sería más algo como lo que hizo el propio PSOE en Pamplona, o sea, coincidir en el voto con Bildu sin dar ni pedir a cambio. En Moncloa hacen como que no se lo creen, pero me dicen que en Catalunya los suyos le están empezando a ver las orejas al lobo, porque saben que de tener que salvarse, su líder se salvaría. ¿La montaña rusa sube o baja? No olviden que en el primer vagón va el dueño del botón nuclear que activa las elecciones generales y que esto se mueve y vibra mucho, a ver si se le va el dedo.

Más o menos así me imagino lo que nos espera a partir del lunes que viene: subidas, bajadas, curvas salvadas por la fuerza centrípeta y vibraciones, muchas vibraciones, acompañadas de mucho ruido

El viaje comenzará el mismo día 10 con la formación de la Mesa del Parlament. Los meneos apuntan a que esta tendrá una presidencia independentista, de ERC, y que de esta forma el botón de la investidura dejará de estar en manos de Illa, es decir de Sánchez, de modo que quepa la posibilidad de que sea Puigdemont el primero en probar suerte. La probaría y en persona. Otra subida y otra bajada, el estómago no encuentra su sitio. Porque en la siguiente curva están los jueces, al no estar publicada la ley, en el Tribunal Supremo no han deliberado aún sobre qué hacer con la orden de detención, pero en cuanto entre en vigor lo harán. Recuerden que dentro de un parlamento no se puede detener a nadie. Estos descensos son vertiginosos, agárrense fuerte. Es otro vagón en el que viajan los que pueden detonar la repetición electoral en Catalunya, tampoco pierden de vista el botón por muchos inconvenientes que tenga.

Y en el vagón de cola viaja un juez que ha decidido tocar las narices dado que a él se las están tocando a manos llenas. No es buen plan nunca tocarle ni las gónadas ni nada a un instructor, sobre todo si eres el investigado, porque tienen demasiado poder. A Peinado le han dado a manos llenas: que si es medio bobo, que si su hija es del PP, que si es del cuarto turno y no aprobó a la primera, que si prevarica, que si tiene rabo y cuernos... En respuesta a tal despliegue, Peinado ha tomado dos decisiones: una citar al fin a la mujer del presidente del Gobierno a declarar como investigada, cosa que era obvio que haría; y otra, citar a los testigos que se le escurren un domingo que está de guardia. Como quiere oír a los testigos antes de interrogar, cita a Begoña Gómez en julio, pero se lo anuncia ahora, cinco días antes de las elecciones europeas. Venga otra bajadita, agárrense. Eso, desde luego, es mala leche pero nadie se la puede impedir al juez ni ha incurrido en ninguna falta procesal. No cabe duda de que va a tirar del hilo, sobre todo ahora que según dicen tiene alguna cosita entre la documentación intervenida en la entrada y registro al Consejo Superior de Deportes y que cuenta, además, con el respaldo de la Audiencia Provincial.

El sensurround a tope, lo dice hasta el amante esposo de Begoña: "Quedan unos días de ruido antes de las elecciones y unos pocos más antes del verano". Ya ven que no les engaño. Lo que vamos a poner en barbecho, porque no depende de él, es el final de la carta: "Pero también quedan más de tres años de Gobierno, de progreso y de avances". Sin los votos catalanes, no. Fin del viaje.