Baja el telón. El espectáculo se ha acabado. Un libro de tapas duras granates permanece en el suelo, solitario, de pie en medio del escenario, un poco entreabierto. Es el mismo libro de hojas amarillentas que la bailarina ha ido leyendo como hilo conductor. Ahora, un micro se lo mira a su misma altura, en el suelo, enfocando las páginas, como diciendo: dejad hablar a la historia, amplificad su contenido, este es el legado, también somos esto. Quizás solo esto, pero revisitado. La portada del libro tiene letras doradas y la gente interesada se acerca para hojearlo, una vez los músicos y las bailadoras ya se han marchado del escenario. El protagonismo es del libro, lo que nos explica. Los artistas han sido simplemente (y de simple no tiene nada) un canal de transmisión —excepcional— como lo ha sido siempre la tradición oral que, por suerte, algunos antes que nosotros han ido recogiendo en un papel que ahora podemos leer e interpretar. Conocer el pasado para saber quiénes somos. Cómo somos. Cómo disfrutamos, cómo bailamos, cómo nos reímos. Qué país diverso somos.
A vore es un precioso y arriesgado espectáculo de mestizaje artístico y temporal. Mezcla lo que es tradicional con lo que es contemporáneo, la música y la danza, lo pasado con lo presente. Va todo el rato adelante y atrás de tal manera y con tal destreza que nos acaba pareciendo todo una misma cosa. Es un proyecto metáfora de la tierra que lo ha visto nacer, el Ebro, y que camina todo el rato entre las dos aguas de un mismo espacio. La dulce y la salada. El río y el mar. El Delta. Una convivencia de aguas (que diría Zoraida Burgos) artística. Ofrece ritmos, danzas y palabras del Baix Ebre, el Montsià y el Baix Maestrat y las hace dialogar con la jota cantada (por Ramon Balagué), bailada (por Sònia Gómez y Carme Balagué) e interpretada y musicada por Pau Puig i Astrio, en esta producción del Mercat de les Flors, la Fira Mediterrània, L'Auditori y Minifilms.
Se trata de un proyecto coherente, auténtico, lúdico, sofisticado, original, innovador, que va a la esencia y que por eso llega al espectador. No hace falta ser del Ebro para reír con los imbuimientos y los remedios que se explican. Todo el que tenga raíces, y todos tenemos (más o menos trasplantadas), puede sentirse identificado con el diálogo entre lo moderno y lo tradicional, con las costumbres de su pueblo, con los recuerdos de sus yayos, con las leyendas de la tierra. Se trata de escuchar con atención y de mirar, A vore qué ves. El espectáculo mira y lee la historia de la gente y la cultura popular, en este caso la del sur de Catalunya, y nos ayuda a entender mejor quién somos. Del folklore tortosí, de Joan Moreira —una obra primordial— es el libro de tapas granates que acaba iluminado a pie de escenario cuando la música y las bailadoras ya han parado su paso. Es el latido que hace moverse la sangre del espectáculo. Ya en la obra del musicólogo tortosino Felip Pedrell encontramos las primeras recopilaciones de canto de jota improvisado. Él, que está considerado el Wagner español. Él, que fue el primer músico modernista catalán en contactar con la música extranjera.
Conoceréis la historia de las estrellitas de Mig Camí, restos fósiles de un animal marino que vivió hace unos cien millones de años y del que todavía se encuentran ejemplares de cinco puntas, petrificados individualmente o en montoncitos, en torno a la ermita de la Verge de la Providència, en una de las colinas que rodean la ciudad de Tortosa. La tradición de ir a recoger estrellitas ha pasado de generación en generación, como la música y los textos del espectáculo. Unas estrellitas a las que se atribuyen poderes especiales como facilitar el tránsito del alma de los difuntos hacia la otra vida o mejorar el estado de ánimo melancólico provocado por los largos periodos de alejamiento de la tierra natal, la familia y los amigos. A partir de la página noventa, por ejemplo, encontramos todo tipo de remedios caseros ancestrales: "Para los resfriados: grama hervida y escudillas de flores de borraja, de malva y raíces de malvavisco, bien calientes y baños de vapor con eucalipto". Y los Astrio haciendo sonar la plenitud de sus ritmos y efectos modernos, mientras en la voz de Sònia oímos las palabras de las historias de principios del siglo XX y en las piernas de Carme se concentran todas las danzas bailadas en las plazas. Y casan.
Emociona cómo un libro publicado en 1934 puede evolucionar y ser vigente al mismo tiempo en la voz y los pies de estos siete intérpretes que, desacomplejadamente, revisitan la jota, la cantada y la bailada, y lo hacen con un prisma contemporáneo, que combina humor con música. Y no es que pretendan dar risa, es simplemente que la tradición de donde venimos nos hace sonreír por sí misma. Y, si se explica bien, como es el caso, entonces lo que curre es que te nominan a los Premis Butaca, que han valorado la calidad, el espíritu de investigación, la lectura actual de nuestra tradición (se puede votar hasta el 18 de noviembre en la web del certamen). Os daréis cuenta de cómo la danza contemporánea y la jota van más ligadas de lo que nos parece (que se lo pregunten si no al gran Roberto Oliván). Fandango. Bolero. Cantos de labrar. Dulzaina y castañuelas. Guitarras eléctricas. Música electrónica. Folclore. La tradición se hace moderna si es que alguna vez dejó de serlo.